MI REFLEXIÓN DE CUARESMA: Hagusté er favó de traerme er libro de reclamasione, pleaze 

(NOTA DEL AUTOR: en este relato se desliza alguna que otra palabra malsonante. Las he utilizado porque era la única manera de poder expresar con fidelidad lo que aconteció. Espero que el lector lo comprenda). 

Mi amigo Pelayo es gaditano. Heredero de una sabiduría de siglos, moreno como un almadrabero de Zahara de los atunes y con corazón español como la tortilla de patatas. Habla en un andaluz cerrado y gracioso, con la zeta y comiéndose las palabras. 

Ozecarlo (es decir, José Carlos) es letrista de una comparsa de carnaval, con una habilidad innata para olfatear cualquier historia que se preste al cachondeo. 

Imagínense el cuadro … 

Estábamos en el mes de agosto disfrutando los tres amigos de unos días en Londres, cuando Ozecarlo me comenta, por lo bajini y con mala lechecilla, que vamos a llevar esa noche al Pelayo a cenar al restaurante The theatre. 

Situado en el Mayfair, el barrio más elegante de la city, The theatre es conocido porque sus camareros implican al turista en el humor inglés, sin que nadie pueda darse por ofendido. 

No es traidor quien avisa y un cartel en cada mesa así lo expresa, en todos los idiomas: 

<<Estimado cliente: En este restaurante se celebra en cada comida una especie de parodia, en la cual usted es el principal protagonista. 

El personal de servicio mantendrá hacia usted una actitud chulesca, maleducada y prepotente. Le animamos a interrelacionarse con ellos como si fuera un teatro, siguiendo el patrón de conducta que enseguida advertirá. 

Le damos la bienvenida y esperamos que disfrute >>. 

Al llegar a nuestra mesa, Ozecarlo esconde la nota, tapándola con su periódico para que Pelayo no esté al loro. 

Entonces se acerca un camarero pelirrojo y altísimo. Nada de saludar, nada de good night, nada de wellcome gentlemans

Con actitud grosera y careto de vinagre se muestra enfadado por recibir a tres nuevos clientes, con las pocas ganas que tiene de trabajar. 

Pelayo no da crédito a lo que ve, pero mantiene una actitud amable … — Por favó, vamos a comé pescao y vino de la caza, ¿qué nos recomienda usté?

El camarero le observa de arriba a abajo y, en perfecto castellano, ataca sin compasión … 

— Oh, my God! ¡Qué manera más burda de hablar! Supongo que serás de alguna tribu del Sur de España. Yo os recomiendo nuestra comida para perros. Cualquier bazofia será exquisita para vosotros. 

Ozecarlo y un servidor apretamos los dientes para no reír, observando el esfuerzo heroico de Pelayo para no explotar en improperios. 

Digno y caballeroso, sencillamente le dice … 

Hagusté er favó de traerme una hoja de reclamasione, pleaze

En ese momento el inglés se transforma en el mejor de los actores, propio de una obra de Shakespeare. 

Se arrodilla ante Pelayo, suplicándole que no exija la hoja del complaint book porque perderá el trabajo y tiene cuatro childrens; que él siente love for Spain una jartá, una pechá, un mogollón; que tiene un póster de Lola Flores y que escucha al Camarón de la Isla … 

Pero nobleza obliga y Pelayo es insobornable. 

— Le repito, mister, que hagusté er favó de traerme una hoja de reclamasione, pleaze

El camarero se marcha, compungido y sollozante, mientras que Pelayo nos insiste en que hemos de defender los valores patrios, que hay que batallar contra la desfachatez, que no debe dejar pasar semejante afrenta … y nosotros dos comiéndonos de risa las entrañas, pero asintiendo a todo lo que nos dice. 

Here is the complaint book, señor español. Coja usted las hojas que quiera. 

El pelirrojo, con un desparpajo increíble, ha colocado un rollo de papel higiénico en el plato de Pelayo, a quien se lo llevan los diablos. El complaint book. Allí lo ha puesto, ante las narices de nuestro colega. With two eggs. Con dos coone, en spanish

— ¡¡Esto es intolerable!! 

Pelayo se levanta y llama a gritos a la sommelier que coordina al servicio … — Zeñora … 

— Mary, my name is Mary 

— Verá usté, mezie Mary. Mi neim iz Pelayo Gutierre. Zu compañero eze que ez más arto que una jirafa con tacones y colorao como er güevo de un ciclizta, ha ofendío gravemente a mi paí, Ezpaña, y a la dirnidá de tós los ezpañoles. Y cuando le he pedío una hoja de reclamasione ma traío un rollo de papé higiénico, er mú sirvergüenza.

— Oh! That is horrible, sir Pelayo. Yo hablar con encargado de restaurante y venir aquí en one minuto. Esto no poder quedar así. Usted tener toda la razón en su enfado. Nosotros actuar enseguida. 

Pelayo vuelve a insistirnos en la necesidad de defender la dignidad, en no dejarnos avasallar por la injusticia, en … 

Y, en ese instante, los tenemos allí a todos. Rodeando nuestra mesa. Encargado, sommelier y todos los camareros, con el largo de pelo rojo tronchado de risa, el tío. Todos muy ceremoniosos, cada uno con un rollo enorme de papel higiénico de doble capa. 

Sir Pelayo, ¿le resulta suficiente con todas estas hojas de reclamaciones o necesita el señor alguna más? 

Ahora sí. El indignadísimo amigo Pelayo da un puñetazo en la mesa, se levanta tirando los platos y se enfrenta a todos ellos, llamándoles de todo … 

— ¡¡ Marditos cabritos de la pérfida Albión, hios de la grandízima … hios de la Gran Bretaña … Gibartá españó !! 

Sucede entonces. Un enorme foco de teatro ilumina únicamente la figura de Pelayo, mientras que todos … todos … actores camareros, clientes, Ozecarlos y este menda, aplaudimos a rabiar puestos en pie, ¡bravo!, ¡bravo!, con el pobre Pelayo en estado de shock y mascullando entre dientes qué coone está pasando. 

Al encargado de The theatre le pareció fabulosa la actuación de Pelayo, acorde al espíritu fundacional del mítico restaurante. Nos invitó a cenar y nos hicimos varios selfies con él y con el pelirrojo abrazando a Pelayo. Toda una pica en Londres. 

Guardo este recuerdo en la biografía de mi alma. Y al plantearme un propósito para esta Cuaresma, pensaba en este episodio. 

¡Cuántas veces, cuántas, uno no ha sabido, o no ha querido, templar con humor y con buen rollo las adversidades de la vida! 

¡Cuántas veces, cuántas, uno se ha arrogado el papel de un Pelayín inmisericorde, inquisidor y extremo! 

Hoy voy a desayunar al bar del Uruguayo, en la sevillana Plaza de San Andrés, cuando ¡oh, casualidad!, me topo de bruces con el amigo Pelayo. 

Como dicen en Cádiz, en la casualidad se esconde la mano de Dios cuando este quiere pasar desapercibido … 

— ¡Qué alegría, Pelayo! ¿Qué haces aquí? 

— Pues … pidiendo una hoja de reclamasione.

— Por favor, Pelayo. El uruguayo es un tío cumplidor, no hace falta que llegue la sangre llegue al río. 

— Ja, ja … no estás al liquindoi de mi inglés, amigo Pepe. He ido al cuarto de baño hacer de vientre y no hay papel. 




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