Maestro Velarde

El pasado tres de marzo se cumplió un mes del fallecimiento de uno de los mayores economistas que ha dado España, que no han sido pocos. Como vivo emancipado del vértigo informativo del día a día, me ha parecido oportuno dedicarle unas líneas a esta gran figura de la Economía. El profesor Juan Velarde Fuertes nos dejaba a sus noventa y cinco años, tras una vida entregada a la enseñanza, con un gran número de publicaciones y un sin fin de artículos en periódicos y revistas.

La primera vez que leí sus escritos fue en aquel libro de Política Económica de sexto de bachillerato que tenía como coautor a Enrique Fuentes Quintana, otro grande de la Economía española y más tarde ministro de Economía del primer gobierno de Adolfo Suárez. Parece que estoy viendo aún su portada, donde se representaba el cuadro de “El cambista y su mujer”, de Marinus, que conserva el Museo del Prado, y que conjugaba la belleza pictórica con la lectura de la prosa económica, y aquella frase enigmática de la última página junto al anagrama de la editorial, que me dio mucho que pensar: “La Polar es lo que importa”.

He de confesar que la carta preliminar de aquel recordado texto del bachiller, aún siendo una de las “tres Marías” (Religión, Gimnasia y Formación del Espíritu Nacional) del curso, caló en mí hasta el punto de despertar la vocación de economista: “Pocos (problemas hay) tan profundamente conmovedores como restañar las heridas causadas por la pobreza en la sociedad presente. Sin embargo, sólo la inteligencia puede resolver estos temas: es la ciencia la que debe precisarnos la índole y causa de la pobreza, así como los medios posibles de acción práctica para evitarla. La Economía está así al servicio del fervor y del afecto social”.

Otros docentes como Antonio Rallo, Carlos Román, Rafael Martínez Cortiña y José Luis Sampedro, me confirmaron con el paso de los años que la Economía no es la ciencia de la riqueza, sino de la pobreza, pues los recursos suelen ser escasos para la satisfacción de las necesidades humanas. De hecho, el problema de la distribución estuvo siempre presente en los escritos de los primeros economistas clásicos, desde la famosa Escuela de Salamanca.

En las entrevistas radiofónicas que pude escucharle, transmitía con su voz sabiduría y rigor intelectual, siempre al servicio de sus profundas convicciones. Se decía de él que era un pésimo conspirador, porque en la Política española del presente siglo y finales del anterior, no se le conoció ningún puesto de poder, quizás porque viene siendo un campo que se le da mejor a los mediocres, de manera que el éxito y el reconocimiento le vino de su ingente obra.

En sus libros y artículos prevalecía la consideración del receptor de sus escritos como una lámpara a encender, no como un recipiente a llenar de puros datos, enfoque propio de la educación clásica, y cuando digo clásica quiero decir grecolatina.

Hombre bueno, en el sentido machadiano del término, y generoso, pues comunicó todo su saber sin quedarse nada para él, admiraba a sus maestros y hablaba de ellos con profundo respeto y veneración. Como buen asturiano admiraba a su paisano Gaspar Melchor de Jovellanos, el ilustre prócer gijonés en quien se veía reflejado. Siempre fue consciente de que la élite intelectual debe mostrar cercanía a los ciudadanos interesados, porque el trato personal enriquece la condición humana y el cultivo de la ciencia, aunque se trate de una ciencia social (¿oximoron?) como la Economía.

Velarde fue un gran presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, miembro distinguido del Tribunal de Cuentas y del Consejo de Estado, doctor honoris causa por unas cuantas universidades, premio Príncipe de Asturias en 1992, premio también de la Universidad Menéndez Pelayo en 2017 y muchos otros merecidos honores y distinciones.

Desplegó sabiduría en todas partes donde se reclamaba su ciencia y su conciencia y mantuvo con firmeza las propias ideas, aceptando con lealtad lo que fuera mejor para España en cada momento. Como escribió en cierta ocasión George Steiner, “una sociedad que no sabe honrar a los mejores, es una sociedad fallida”, frase que me ha llevado a escribir el presente artículo.

Alberto Amador Tobaja: aapic1956@gmail.com




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1 Comment

  1. Diego José Pérez Picón dice:

    Muy bien escrito, Alberto! Coincido en todo lo expuesto de esa gran persona, profesional y economista como fue el Profesor Velarde. Tuve la suerte de asistir a una conferencia suya en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Sevilla, pudiéndole preguntar y ser contestado con mucha agudeza y sensatez. De hecho, aún guardo los apuntes que tomé en esa sesión. Todo un referente. R. I. P. A.

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