Madres por correo

Cuando la tal Anyals Barsaló, muy empática y sulfurada, le rogaba el otro día a “Pablo” (sic) que “No te vayas muy lejos” mientras le levantaba la voz a la “señora Monasterio” (sic), debería haber sabido de inmediato que se estaba convirtiendo en madre putativa de un engendro, como una marioneta, o en un muñequito con mecanismo de autómata al servicio de la estúpida causa de un tipo abyecto.

Anyals celebraba así por anticipado el Día de las Madres, echándose en su regazo a un niñato malcriado que al parecer despierta el instinto maternal de ese charismo de la izquierda al que se le despierta la pulsión amamantadora en cuanto el adolescente maltratador y mentiroso frunce el ceño y saca a pasear la lagrimita de víctima apesadumbrada que se trabaja ante su corrala de comadres protectoras.

Después de tan bochornosa incidencia y de tan monumental despelote, Anyals es ahora un reloj de cuco que asoma la cabecita por la portezuela en el momento menos indicado y anuncia la entrada de columnas de fascistas por la Castellana a las horas en punto, pero no se atreverá a llamar al niñato tramposo para que le explique cómo es que los miembros de su escolta y los matones a sueldo de Podemos se encontraban tirando piedras en Vallecas a los dirigentes de VOX y al público que asistía pacíficamente a un mitin en una democracia.

Ni siquiera le pedirá explicaciones al ahijado por el trampantojo y la burla desquiciada que le montó al abandonar un debate radiotelevisado en el que a ella le tocaba ejercer de moderadora y acabó enjaulada como una loba capitolina amamantando a las huestes de un truhán con modales de mafioso pandillero.

Los panfletos de la izquierda, desde Lo_País a la SER y toda esa hojarasca volandera, persisten en el ejercicio de la propaganda y la agitación callejera sin que jamás les llame la atención que seis ministros del gobierno manifiesten su protesta con los sindicatos reclamándose a sí mismos sus inicuos desmanes hasta incurrir en el surrealismo.

No era un oxímoron contemplar al gobierno manifestándose en contra del gobierno, porque los ministros ocupan el espacio imaginario de la oposición pero con los sueldos del gobierno, con una mano en el cielo y la otra en el suelo, ya que el afán es totalizador y el deseo es ocuparlo todo y asfixiar la disidencia. O sea, que el gobierno exige que se marche el gobierno para que el gobierno se quede. Un éxito.

Las chicas del “Get the power!” vestidas con vaqueros y zapatillas de deportes uniéndose a la clase obrera (que ya no es clase obrera porque vivirá en el paro el resto de sus días) es una imagen inolvidable del insano grado de pijerío que ha alcanzado la tropa de esta nueva burguesía, que ha pasado de cobrar en las cajas del Saturn a vivir rodeados de escoltas y niñeras.

Irene Montero es Imelda Marcos dando voces y Yolanda Díaz una Evita que pasea entre los sans-culottes de Comisiones y la Ugeté con mechas californianas y moda ‘casual’, mientras Pedro Sánchez sonríe con un país en la ruina y promete una recuperación económica de cohete, como un Ceaucescu con Ray-Ban.

La batalla de Madrid no es una campaña electoral, sino una guerra entre las plataformas de distribución en la que lleva todas las de ganar (porque lleva todas las papeletas) la de Correos a las de Amazon, Glovo y AliExpress, cuando en algún momento muy temprano de la mañana del martes empiecen a rugir las furgonetas de reparto con las sacas de los votos por correo.

Hacen bien algunos miembros de la oposición en exigir custodia y trazabilidad del voto por correo, pero mucho me temo que es ya demasiado tarde para andarse con remilgos, porque aparecerán papeletas como por ensalmo y el follón lo tienen casi asegurado cuando las Renault Kangoo de Juan Manuel Serrano se pongan en marcha camino de los colegios electorales.

Con un poco de mala suerte, alguien equivocará una saca con los envíos de felicitaciones por el Día de la Madre y aparecerán todas las tarjetas en una mesa electoral de Móstoles o de Fuenlabrada.

Las charos de la izquierda defenderán que se trata de votos indudables para la única madre conocida en la campaña, o sea, “la médica” de Más Madrid, o como poco para Pablo, el prohijado de Anyals Barsaló.

Nunca aprenderán que madre no hay más que una y que todas ellas son mujeres, lo diga Agamenón o su porquero.

He dicho.




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