En cierta ocasión emití un voto particular en un órgano independiente de decisión colegiada de la Administración y “casi medio centenar” (así lo publicaron determinados medios) de asociaciones feminoides, LGTBI, etc, mostraron su indignación y salieron a pedir públicamente mi dimisión. Cuando algún medio quiso saber mi parecer al respecto, sólo tuve que comentar: “Pues me parece que están en su derecho de pedirlo y yo en el mío de reafirmarme punto por punto en lo expresado en mi voto particular”
Cuento esto porque aquel tropel de asociaciones, cuyos titulares cabían todos en un taxi, ya que mayormente eran las mismas personas multiplicadas como replicantes en varios chiringuitos a la vez para trincar subvenciones desde cada una de ellas, da idea de la multitud de casetuchas infames que se tienen montadas por la cara.
Como todo el mundo sabe, existe una multitud de ONGs que aparecen cuando se trata de recaudar pasta por un terremoto, un tsunami, una grave inundación o cualquier otra desgracia en algún punto remoto del mundo. Ocurre, sin embargo, que ahora la tragedia está aquí, en casa, y a buen seguro nadie tiene ni puñetera idea de dónde narices están todas esas churriguerescas ONGs que brotan como setas después de la lluvia cuando la cosa va de recaudar pasta para ‘los negritos’ de alguna parte del mundo.
Dada la situación actual, esa selva de siglas podría al menos dar la cara en estas fechas o hacer alguna campaña para recaudar dinero que sirviera para comprar las mascarillas y EPIs que el Gobierno parece incapaz de suministrar en las cantidades necesarias a los profesionales que se baten el cobre contra la epidemia de coronavirus. Ni siquiera digo salir a la palestra con sus técnicos y doctores, con todos los medios, vehículos y distribución de alimentos que algunas de ellas lucen en apartados lugares del planeta, pero sí podríamos verlas prestar su personal para reforzar los servicios sanitarios o de protección civil, ¿no les parece?
Pues no. Nada, no están, desaparecieron… ¡Missing!
Les confesaré una cosa: Cáritas, la Iglesia, las parroquias, las monjas fabricando mascarillas silenciosamente en sus conventos, atendiendo a enfermos o ayudando a quien no tiene para comer, sí siguen ahí. Y es a quien los socialcomunistas pretenden cerrarles las ayudas.
He dicho.