Las croquetas de Yolanda

A Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social, le nerviosea la meninge a la hora de explicar lo que es un ERTE y pide el comodín del ministro Escrivá para que le ayude, pero se le desparrama Billy Wilder por la melena, con ese algo entre Tootsie y Gracita Morales en la comisura, y se pone mistérica como una pitonisa para fanfarronear: “Si yo te contara del Consejo de ministros…; lo que pasa es que no puedo, corazón, porque es secreto, ya sabes”. Y con eso echa fuera la mañana.

A Yolanda Díaz no le pesa el Ministerio ni el confinamiento, sino no poder asistir a un concierto ni ver el mar gallego de su infancia… Ni a su peluche favorito, supongo, que yace inerte, con sus ojos de botones, sobre la colcha de croché rematada con flores y volantes desde que se vino al Ministerio.

La ministra luce aspecto de preparar muy bien los bizcochos de limón y la tarta de queso con arándanos, además de una bechamel casera deliciosa para las croquetas de jamón, todas ellas recetas de una tía soltera que vivió siempre con sus padres en la habitación del fondo del pasillo.

Lo verdaderamente fascinante es que con la tarea de gobierno tan apañadita que le ha dejado por delante el coronavirus, la ministra sonríe con un fervorín optimista muy calamitoso para decir: “Si no hubiéramos actuado pronto, las cifras del paro serían hoy insoportables”.

No sabemos para qué otras situaciones reserva la ministra la palabra “insoportable”, si para las migrañas y los dolores de la menstruación o si para bromear sobre Pablo con su amiga Irene, pero el buque del empleo ha embarrancado de lleno en los acantilados del confinamiento obligatorio y ella presume de lo bien que navega nuestro barco.

Ella, que eligió como una nueva Evita el apellido de Economía Social para su nuevo Ministerio, se lanza por la pendiente de que “necesitamos más sanidad, educación y trabajadores públicos”, porque entiende su tarea como algo relacionado con la beneficencia, como una huchita del Domund con la que atender a los menestorosos.

Y para atender a tanto proletariado, no le cabe ni una sola duda, se necesitan muchos más trabajadores públicos, cuantas más nóminas mejor, aunque nadie se imagina cómo va a pagarlas.

Su correligionario Alberto Garzón, ministro de Consumo comunista (lo que viene a ser como un bailarín de claqué con una sola pierna o un ventrílocuo con úlcera de estómago), ya propuso en su día acabar con el paro creando un millón más de funcionarios a 1.500 euros por barba.

Luego supe que su hermano Eduardo dijo que un millón le parecían pocos y el salario escaso, así que se vino arriba y explicó la fórmula infalible: “Como el Estado puede fabricar dinero (dijo y se quedó tan ancho), pues en ese marco analítico consiste en imprimir todos los billetes que hagan falta y así se paga a todo el mundo”. Dios, llévame pronto.

La ministra Díaz, que hasta que no se toma un café por las mañanas no es persona, se pone hiperactiva y vuelve majaretas a los empresarios, a los autónomos y a los sindicatos rajando por los codos sobre la precariedad en el empleo de sus descamisados peronistas, mientras las fuerzas sociales se preguntan entre ellos con la mirada: “Pero, ¿qué habla esta mujer de precariedad si ni siquiera sabemos si abriremos cuando acabe esto?”… Y todo en ese plan de disparates.

El sector turístico andaluz se ha puesto a hacerle ojitos a Juanma Moreno Bonilla porque les ha anunciado que estudia reabrir la hostelería para finales de mayo (si los deja Sánchez) después de que la ministra Díaz anunciase que quizá para finales de año.

Todos saben que como esperen hasta cuando dice la ministra, a los bares y restaurantes se les habrá remontado no ya la manzanilla y los barriles de cerveza almacenados, sino tal vez incluso la ginebra.

Al Ministerio de Empleo y Economía Social se le ha quedado el primer apellido en el tintero y a la ministra se le ha simplificado mucho tener que explicar lo que es un ERTE porque el mundo ha dejado de dar vueltas. O sea, que se le ha parado entre las manos y puede ponerse a contar descamisados.

He dicho.




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