Se le atribuye al Presidente del Gobierno y también de la segunda República, Manuel Azaña, la frase que dice “En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro”, y que he recordado al leer al profesor de Antropología Isidoro Moreno en “La semana santa de Sevilla: conformación, mixtificación y significaciones”.
Su magnífica y documentada obra me ha servido para conocer aspectos históricos de nuestra fiesta mayor, con un estilo personal alejado de las loas cantadas en el pregón del domingo de Pasión, y más centrado en aspectos sociológicos muy interesantes, con unas tesis que podremos o no compartir, pero que resultan respetables por el rigor con el que las manifiesta y el delicado trato con el que las aborda.
Entre todos sus capítulos, quiero destacar el quinto, titulado “Semana Santa y Política.: Utilización y manipulación de la Semana Santa sevillana” y más en concreto el epígrafe que le dedica la Semana Santa de 1932 y la manipulación posterior de la cofradía de la Estrella, “La Valiente”, y ello porque ha derribado un mito que me transmitieron desde pequeño cuando me contaban personas vinculadas al mundo cofrade que ese título provenía del miedo que tenían las hermandades en salir a la calle con el gobierno de la República, miedo al que la citada Cofradía trianera le hizo frente sacando los pasos en procesión a pesar de sufrir disparos durante la misma.
El libro al que me refiero se publicó en su primera edición en 1982, justo a los cincuenta años de aquel suceso, que, durante décadas, a pesar de su relativa cercanía en el tiempo, había sido sistemáticamente desfigurado y transmitido a cuantos no los vivimos, de una forma totalmente manipulada.
En efecto, la Estrella fue la única hermandad en la calle dicho año, la primera Semana Santa de la segunda República española, en contra de la decisión tomada, con mayores o menores conflictos internos por el resto de las cofradías.
La versión oficial que siempre nos había llegado a quienes nacimos después de la guerra civil, fue que las cofradías no se atrevieron a salir aquel año de 1932 por temor a la “anarquía reinante”, por miedo a ataques e incidentes que las propias autoridades republicanas tolerarían complacidas, cuando no propiciarían, y que la única que tuvo valor para desafiar la “impiedad y el ambiente hostil”, sufriendo un sinfín de provocaciones y hasta disparos fue la Estrella, que ganó así el sobrenombre de La Valiente.
Pues bien, de una forma documentada (editoriales y artículos en prensa de la época, boletines cofrades, actas de cabildos, etc.), el profesor Moreno concluye en que lo que realmente ocurrió fue un boicot generalizado por parte de todas las hermandades, las cuales siguieron los dictados de una minoría de hermanos mayores comprometidos personalmente con la opción política del líder de la derecha, Gil Robles, utilizando a las cofradías como ariete contra la Constitución vigente en aquel momento.
Para situar el ambiente en su contexto, hemos de decir que la Declaración Colectiva del Episcopado Español de finales del año 31 dejaba clara su oposición a los principios y preceptos constitucionales en materia confesional (recuerden la frase de Azaña, “España ha dejado de ser católica”, la retirada de crucifijos en las escuelas, etc.), y que el Correo de Andalucía, “diario católico de noticias”, tenía un fuerte predicamento en las esferas eclesiales, por lo que sus editoriales y columnas eran utilizadas como armas arrojadizas en las reuniones de las hermandades por aquellos que consideraban pertinente que no salieran las cofradías ese año.
En efecto, en dichos textos se aconsejaba no salir a la calle y rechazar “los fastuosos fervores de pasajera impresión” así como la “falsa etiqueta de una marca de aparente religiosidad”, y se prevenía a los “incautos cristianos tibios o débiles en su fe”, instándoles a “no caer en las redes que tienden los sectarismos antirreligiosos”.
De nada sirvieron las reiteradas solicitudes efectuadas por el alcalde José González y Fernández de la Bandera a los hermanos mayores, la total garantía del orden público expresada por el gobernador civil, Vicente Sol, ni las declaraciones de los líderes de los sindicatos obreros de que no habrían altercados: ¡hasta los propios trabajadores del muelle manifestaron su deseo de que se celebraran los cortejos, dado que en ello les iba una retribución anual con la que contaban!
Ciertamente, a la Estrella no le salió gratis su salida procesional: fue menospreciada en el trato informativo como cofradía de barrio de la periferia, calificada como “capirotera”, que no se había unido al sentir unánime del resto, y, efectivamente, hubo algún desaprensivo que llegó a realizar disparos y fue posteriormente detenido.
Disculpen los lectores que hayan llegado hasta estas líneas, pero creo que es ahora, lejos de la Cuaresma, cultos y salidas procesionales, cuando escribir sobre nuestra Semana Santa podía tener más aceptación, si bien les he de confesar que leer la historia que les he resumido, me produjo algo similar a lo que siente un niño cuando un compañero de clase les cuenta quiénes son realmente los Reyes Magos.
Alberto Amador Tobaja: aapic1956@gmail.com
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2 Comments
Se olvida usted de la quema de iglesias del 31 y del carácter cuando menos, anticatolico de la constitución.
Que había miedo? Pues claro.
Que la Estrella desafió el boicot? También.
El hecho que la Estrella fuera atacada, no deja claro el ambiente? Los sucesos del 31 estaban muy recientes. Y por cierto, si la Estrella fue atacada, se imagina el caos con todas las hermandades en la calle?
A menudo se trata a la II República como la máxima expresión de la democracia y no fue así. Todo desembocó en la mayor persecución religiosa del siglo XX.
Así que, si. La Valiente
Creo que has sido muy valiente, tú también, al decidirte a escribir sobre este tema, que aun datando de hace casi un siglo sigue despertando pasiones.
Lo que dice Isidoro Moreno es cierto, como lo es también que muchos edificios religiosos habían sido incendiados en mayo de 1931, algunos de ellos en Sevilla, como la capilla de san José, y que la Constitución de 1931 establecía un sistema laicista, semejante al francés, que ha hecho del laicismo uno de sus valores republicanos. En este sentido, en el artículo 27 de la Constitución de 1931 se establecía: “ Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno”, frase esta última añadida por iniciativa de dos diputados de las cortes constituyentes republicanas que, aunque defendían opiniones políticas diversas, eran ambos cofrades sevillanos, Manuel Blasco Garzón y Miguel García Bravo-Ferrer.
Por otra parte, muchos sevillanos de clase trabajadora consideraban “sus” cofradías como algo de su pertenencia, que se gestionaba democráticamente y que, como ahora, no aceptaba de buena gana imposiciones de la autoridad. Este sentimiento de pertenencia ha quedado retratado en ese “pre-pregón” que fue la obra de Antonio Núñez de Herrera, Sevilla, teoría y realidad de la Semana Santa.
La hermandad de la Estrella no estuvo sola en su decisión. En muchas otras las discusiones de sus juntas de gobierno fueron intensas y reñidas, como en la de la Macarena, donde la decisión de no salir se adoptó por un voto de diferencia. Por otra parte y por iniciativa del alcalde, José González Fernández de la Bandera, los concejales republicanos del Ayuntamiento de Sevilla, costearon de sus bolsillos, un donativo de mil pesetas de las de entonces a la hermandad de la Estrella para que pudiese afrontar algunos gastos para hacer estación de penitencia, lo que supuso que saliese el Jueves Santo, en lugar de el Domingo de Ramos. Pero sobre todo no estuvo sola, porque la acompañó el pueblo de Sevilla en una memorable expresión de entusiasmo. Esto lo puedo decir de primera mano, porque así me lo contó mi padre, entonces un chaval de diecisiete años, que la siguió, de paisano, durante buena parte de su recorrido.
Como era de esperar, no fue todo un camino de rosas. Al Señor de las Penas alguien le arrojó objetos, quizá un ladrillo en la calle Sierpes y un individuo disparó contra la Virgen cuando el paso iba a entrar en la Catedral. Por último, la colaboración ciudadana impidió un atentado contra la hermandad que un grupo de dinamiteros estaba preparando a la espera del regreso de la cofradía por el Puente de Triana. Hace algunos años la Hermandad intentó ponerse en contacto con el autor de los disparos y no pudo hacerlo porque había muerto poco tiempo antes.
Los tiempos malos para la lírica suelen ser buenos para la épica. La revolución había triunfado en Rusia poco antes y parecía que iba a extenderse por todo el mundo. Esto despertó grandes esperanzas en unos y miedo reverencial en otros, así como una desconfianza general en los sistemas democráticos. La República fracasó porque no logró hacer cicatrizar las heridas que dividían a los españoles, pero estas heridas se habían generado antes y bajo otros sistemas menos democráticos.
En todo caso siempre es bueno que salga a la luz la verdad.