Dice mi amigo Isa Cissé, de Tombuctú, en cuyos alrededores permaneció como esclavo hasta los 14 años, pues su madre era la cocinera de un caravanserai o caravana de camellos, que en el desierto es muy fácil orientarse, porque hay unas cuantas señales naturales que son imperturbables e inconfundibles: una roca, un cactus, una montaña, un pozo, una sombra a determinada hora, una palmera… Y a partir de ahí, a mano derecha, izquierda, etc.
Me cuenta también que de noche es aún más fácil, porque basta apuntar mientras cabalgas a una estrella o grupo de estrellas desde detrás de la oreja de un camello para no perder la ruta. En nuestras ciudades, en cambio, sostiene que hay tal cantidad de señales, de edificios, de luces, de ventanas, de colores, de personas que van con prisa (todas iguales), de coches, de farolas, de carteles… que resulta muy complicado acumular, recordar y manejar tanta información.
Un día les hablaré más largo de mi amigo Isa, hoy aposentado en Bruselas, pero ya lo tienen: en el desierto no te pierdes porque apenas hay información que manejar y en las ciudades y las selvas todo lo contrario por un exceso abrumador de datos.
Difícil encontrar una genuina metáfora mejor sobre Internet y el mundo en que vivimos… Las redes sociales y los medios de comunicación se han convertido, no sólo por sí mismos, sino sobre todo en su conjunto, en la mejor manera de ocultar la realidad.
No la transforman, claro está, porque la realidad no se inmuta por mucho forraje y confusión que le eches encima y Salvador Illa seguirá siendo el imperturbable hombre indecente que hemos visto, ya sea como ministro de Sanidad o como presidente tramposo de una Generalitat abarrotada de anarcofascistas de ERC amalgamados con el socialismo trilero y saint-simoniano de Cataluña o con los supremacistas huidos de la sempiterna corrupción de la burguesía de CiU.
Ayer, en los Informativos de TVE, mientras la kale borroka de Vic perseguía a pedradas y a patadas a la caravana electoral de Vox, sus peloteros del botafumeiro zurdo se referían a ellos como una multitud de “antifascistas”, así que otra vez los patos disparando a las escopetas y aquí no pasa nada. Pero no se apuren por ello, porque en algunas emisoras andaluzas aún existe la costumbre, que no es costumbre sino consigna ideológica, de que los redactores se refieran a Vox como la “extrema derecha” o la “ultra derecha” y a los terroristas de la ETA los menciones como portavoces y negociadores de la paz, sin que nadie se alarme de la barbarie ni les llamen la atención.
Es lo que sucede por permitir durante años que el catalanismo sedicioso homenajeara con la épica choricera y costumbrista de las flores y de los ‘castellers’ a un sedicente asesino como Lluis Companys o que un criminal de la talla de Troitiño reciba las reverencias de un aurresku cuando sale de cumplir 24 de los 2.700 años de cárcel que le cayeron encima por sus asesinatos.
El Gran Hacedor, la Pachamama de todo este universo de confusión tiene nombres y apellidos y se llama Pedro Sánchez Castejón, porque los tigres son tigres y los escorpiones no abandonan su condición ni cambian su biología por más que se proclamen cebras o mariposas al cumplir los 16 años, pero si quieres convivir con ellos en nuestra sociedad, el único modo es mantenerlos en un recinto cerrado de seguridad con carteles de advertencia del peligro si te aproximas demasiado.
Sánchez Castejón ha decidido abrir la jaula de las fieras, de los tiburones, de los dinosaurios y los velocirraptors, de las serpientes y los cocodrilos, de las garrapatas y de los virus y ha transformado España en una guerra química y bacteriológica infecto-contagiosa que nos tiene a todos encerrados, pero sobre todo ahogados en este mar de confusión e informaciones falsas en el que no sobresalen ni siquiera las redes de “grupos criminales” que ABC de Sevilla destapa cuando los alcaldes de la Sierra Sur organizan una Cosa Nostra para el latrocinio y la extorsión.
En Andalucía nada de esto habría sido posible sin la colaboración hiriente y maloliente de los sucesivos gobiernos socialistas, desde Manuel Chaves a Susana Díaz, que habían implantado en 36 años un régimen despótico que de tan anodino y displicente era un aburrimiento y a casi nadie perturbaba ya que los contratos se adjudicaran a dedo y de antemano mientras el pesebrismo, por la vía de la costumbre, se convertía en ley y en la emisora pública se felicitaba el cumpleaños al honorable Manolo Chaves con una reunión de exégetas y tertulianos que le cantaban a coro el “Happy birthday” al compás de Marilyn Monroe.
Al Marqués de la Poca Vergüenza no se le caen los anillos ni siquiera por pedir que la Justicia no investigue sus tramas de financiación y nepotismo porque se trata, dice, de “asuntos personales”, como personales eran la tarjeta robada del móvil de Dina Bousselham, la cual, hasta descubrirse la participación del Marqués en el delito, era la prueba irrefutable de la existencia de las cloacas del Estado.Claro está que también esas cloacas son un asunto personal en cuanto esta gente accedió a sus cañerías.
Así pues, en el desierto no te pierdes, pero en la selva confusa de sombras y colores una pintada en el asfalto a 16 kms de tu lugar de vacaciones ha de ser investigada por acoso e incitación al odio y a un señor que come su roscón de reyes frente al chalé de Galapagar o canta por Manolo Escobar le pueden caer tres años de cárcel por desacato, pero una muchedumbre convocada y alentada por la izquierda para apedrear una legítima caravana electoral es bendecida con el hisopo del antifascismo por los mamporreros de la izquierda, a la vez que el resto de fuerzas políticas guardan un estrepitoso silencio que no condena la violencia o lo hace con la boca chica, no sea que se beneficien del victimario de toda esta atrocidad ideologizada.
Un día la selva arderá sin límite y el paisaje se convertirá en un desierto.
He dicho.