La quevedesca traición a una nariz pegada

Le he escuchado decir a Isabel Díaz Ayuso, con toda la lucidez comprimida de una revelación, que su tocaya de apellido, Yolichari Díaz, es el paradigma perfecto de una traición, a la vez que sus seguidores son una colla completa de eso mismo, traidores al servicio de una maquinaria de facciones traidoras, sucesivas e inagotables. Todos los esquiroles, de grupúsculos a su vez escindidos de otras traiciones anteriores, arracimados en una caja de Juegos Reunidos Geyper.

La Yoli de peluquería fashion, megacharo del comunismo de profetas patrios, fue aupada al Gobierno sin necesidad alguna y a cambio de nada por ese politólogo de pacotilla, magnánimo estratega de la demagogia al servicio de su narcisismo, llamado Pablo Iglesias, y desde entonces no ha cesado de meter machetazos y puñaladas como ruandesas, con esa voz aflautada y gesto lerdo que le permite extraer palabras descolocadas y que le salgan expresiones de una tontez inimitable.

Tiempos aquellos en los que el susodicho colgaba fotos de Yolichari y de su objeto de deseo caminando por los pasillos de una institución cualquiera, empoderadas por la cartera ministerial que él mismo les había regalado a la manera de un sultán, con vestidos camiseros sin mangas y luciendo escote, y le añadía a todo el sintagma cursi, satisfecho y presumido de “Gimme tha power!”…, con el orgullo satisfecho de un Jesús Gil metido en el jacuzzi rodeado de muchachas en bikini a las que él había señalado con el dedo benefactor de un tratante de esclavas.

Pues bien, aquella muchacha a una nariz pegada, que diría Quevedo, de melena estudiadamente desajustada, que doblaba la cabecita como una secretaria del “Un. Dos, Tres…” para pronunciar con dificultad y muchas eses el número de respuestas acertadas, que hablaba de amorrrrr, que no sabía explicar lo que es un ERTE y solicitaba ayuda a un ministro asombrado, se les ha transformado de repente en un tiburón con melena de Farrah Fawcett que descabeza sardinas arenques en manada y abandona en el desierto sin compasión alguna, como una vulgar Ceaucescu, a su antiguo valedor, a su señora y a toda su tropa, así como Magallanes abandonaba a los traidores de su barco en una isla de la Patagonia.

Aquel peje espada muy barbado, aquel reloj de sol mal encarado, aquella alquitara (alambique) pensativa, ese elefante boca arriba es hoy un mameluco con alfanje que corta las cabezas de sus benefactores y pone sonrisas achinadas como de estar acariciando a un gato sospechoso mientras cierra la puerta al peregrino bajo la lluvia torrencial de una convocatoria de elecciones a trasmano.

Aquel espolón de una galera, aquella pirámide Egipto en la cara, aquella “doce Tribus de narices era”, ese narizón sayón y escriba, nariz tan fiera, ocultaba los puñales ensangrentados en la liga y el alma de traición florentina en la braga, tras la vocecita meliflua de una Gracita Morales sin ninguna gracia que explica a trompicones unas paridas asombrosas que le permiten “adaptar las condiciones meteorológicas a los puestos de trabajo”, trabajar menos y cobrar lo mismo, prohibir el despido por decreto, regalar 20.000 pavos por cabeza “al cumplir la mayoría social a los 18 años” (sic), saludar “a las autoridadas” (sic) presentes en un acto (o un acta, no sé) o “agradecer a tantas y a tontos por su apoyo” (sic).

Yolichari es una endemoniada discípula gallega de aquel comunismo más rampante y sucio del post guerracivilismo, cuando los dirigentes de las chekas exiliados en la URSS traicionaban a los suyos y los dejaban al albur de una promesa incumplida para que los capturase la Guardia Civil y no les surgiese un líder pirenaico a sus espaldas que les robase el liderazgo anti franquista en una tierra de miseria y piojos verdes mientras ellos deglutían las prebendas de los sátrapas moscovitas a los que entregaron todo el oro del Banco de España.

Yolicharo es una tragaperras en la que insertas una moneda y entonces su algoritmo baraja las palabras del diccionario y después de muchas vueltas y recovecos te alumbra con una cereza, una campana y una trompeta que no sirven ni para llenar una declaración de telediario sin que aparezca como una retrasada mental que quisiera introducir en su útero de traidores a todos los esquiroles de cada tropa e interrumpir el embarazo y dejar a la intemperie a cualquier adversario interno.

Un día, en su estulticia, confesó en una rueda de prensa que ese dato no lo tenía, refiriéndose al número de fijos discontinuos cobrando el desempleo… y se quedó tan ancha. Ya luego se puso a hablar de la emergencia climática en Orcasitas y del calor en España como la que no ha salido nunca de la ría de Vigo y acabara de descubrir que en la carretera de La Mancha caen a plomo 45 grados en verano.

En fin, una traidora a una nariz pegada… y Pablo Iglesias su gran cornudo a contrapelo.

He dicho.




2 Comments

  1. María dice:

    Se ve que te molesta una mujer libre, mona y con estilazo José Mª Arenzana. Pues te la vas a comer con papas.

  2. José Mª Arenzana dice:

    “Libre, mona y con estilazo”… No se me ocurren mejores cualidades para hacer política. Por cierto, la prefiero como está: “cruda”. O en su salsa, traicionando a todo quisque, es su condición. Gracias por su interés.

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