La peor de un siglo

Aunque algunos no lo crean, estoy convencido de que algún día este gobierno hará algo mal. Mientras eso llega, resulta evidente que hasta la fecha todo son aciertos ministeriales y las cifras catastróficas en cualquier ámbito responden a la hiperbólica tendencia de cualquier acontecimiento o accidente para convertirse en “la peor de un siglo”.

Si hablamos de epidemias, a este gobierno le ha caído encima la peor de los últimos cien años en su segmento. Si hablamos de nevadas, “la peor del siglo”. Si se trata de destrucción de empleo, “la peor del siglo”. Si miramos a la crisis de inmigración, “la peor del siglo”. Si nos referimos a la sequía, al vaciamiento de los pueblo o la crisis energética, “la peor del siglo”. Si hablamos de hecatombe en la gestión de compra de materiales para luchar contra el virus, “la peor del siglo”.

Si hablamos de sequía, de incendios, de mentiras, de estafas, de caída del PIB, de cierre de empresas, de concatenación de decretos dictatoriales, de distorsiones introducidas en la separación de poderes, de disfunciones perniciosas entre comunidades autónomas, de chulería de los terroristas e independentistas, de asimilación a dictaduras, de subidas de impuestos, de falta de transparencia, de intromisiones en los derechos ciudadanos, de vigilancia exasperante de los individuos, de imposiciones caprichosas o de leyes educativas…, no lo duden, estamos ante “la peor de todo el siglo”.

Jamás nadie pudo imaginar que un tipo tan preparado, tan responsable y consecuente, tan honrado y transparente, tan comprensivo y bienintencionado pudiese acumular tan mala fortuna como para que le cayera encima tanta desgracia junta o consecutiva y en grado tan excelso y descomunal como para arruinarnos a todos en un período de tiempo tan escaso.

Hace falta ser muy gafe o acaparar todos los odios del destino para que se te mueran por capricho 80.000 personas y generes casi cinco millones de desempleados sin haber tenido tú ni el menor fallo en la gestión de los recursos.

Claro que nada de esto habría sido igual sin la concurrencia insospechada de los fachas, tan acostumbrados a traer desgracias infames que el gobierno no se lo esperaba.

Si las mascarillas y la energía tienen un 21% de IVA y a los refrescos y a los plásticos hay que subirles los impuestos, toda la culpa entera, como es obvio, la tienen los fachas, que no desean una gobernabilidad pacífica y armoniosa de los intereses del Estado.

Si se gastan tu dinero en procurarle alojamiento a las mascotas de las víctimas de violencia de género o en promover que los vestiditos y los juguetes no sean de color de rosa, nadie podrá negar que eso es coger el toro por los cuernos y afrontar los retos importantes que tiene este país.

Si cierran nucleares a destajo y crean cientos de organismos presididos por amigotes, será difícil negar que eso es trabajar en serio por los intereses de los ciudadanos y quien se oponga a ello sólo merecerá el desprecio.

Nadie entiende que se opongan al impuesto sobre las herencias para que el presidente se lo gaste en viajes ocultos en el Falcon. Y nadie se acostumbrará jamás a esos ineptos andaluces que se irritan por el incremento de la pasta en un 106% para el concierto vasco o que se transfiera la pasta que les corresponde a inversiones en Cataluña.

Para que vean ustedes si esos fachas son cerriles que todavía están pidiendo que el ínclito Fernando Simón, aquél que dijo que juraba por sus muelas que esto era un bichito de nada y que podían acudir tan tranquilamente al aquelarre feminoide del 8-M, se vaya de una vez a su puñetera casa y que el ministro Illa abandone el Ministerio para que se parta el pecho y se estampe contra la pared de una jodida vez en las elecciones catalanas.

Estos fachas no comprenden nada y sólo pretenden destruir España. No quieren entender que esto que nos pasa es apenas mala suerte, porque ha sido llegar nosotros al poder y todas las catástrofes consecutivas son, sin duda, una desgracia catalogable como “la peor del siglo”.

No, en serio, yo afirmo que esta gente se merece una patada en el culo que sea homologable, ajustada y a la altura de esa misma calificación: “la peor de un siglo”.

He dicho.




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