No hay nada que se pretenda duradero que pueda construirse con los ladrillos de la mentira. La mentira es algo de valor meramente instrumental y efímero. Sabemos que el tiempo descompone y convierte en polvo o en cenizas toda obra alzada con sus bloques y ornamentaciones.
La mentira es polvo del desierto o arena de playa y todo lo que se fabrica de ese material necesita ser reconstruido de forma permanente para que no ceda, se derrumbe y desaparezca.
En Gao, en Djenné o en Tombuctú, las mezquitas y viviendas tradicionales hechas de ese barro necesitan ser reconstruidas continua y sempiternamente. Si levantamos un castillo de arena a orillas del mar, la tarea es infinita, porque sirve para un rato, como ocurre con las casetas de la Feria.
Al Gobierno de Sánchez, esa gran mentira, esa estafa que no cesa, le ocurre algo parecido. Es tanto el aluvión de falsedades sobre el que se ha levantado este artificio de la política sanchista que para mantenerse en pie precisa una cascada permanente de nuevas mentiras que repongan y mantengan su firmeza, tan insostenible.
Sánchez es una estatua con pies de plastilina, que se dobla, pero nadie tiene en cuenta que la plastilina con el tiempo se endurece y adquiere una robustez de piedra seca, mientras sus secuaces siguen acumulando reconstrucciones del barro fino de más embustes para guardarle la apariencia.
Sus partidarios acumulan cada día un silencio más sepulcral que sólo las casta de sus más devotos se atreven ya a defender con el desparpajo de los más grandes falsarios. No se puede proclamar en la horterada de un tuit que el intento de quemar vivos a dos policías en una furgoneta es “inaceptable” a la vez que tu ministro de Interior se calla como una oveja pastueña e impide a los guardias repeler las agresiones con la contundencia necesaria o no permite que saquen a la calle la tanqueta de agua para repeler a un ejército de delincuentes.
Resulta una gran farsa de colores que el presidente enuncie una salida a todas las crisis que han descoyuntado a un país entero pero a la vez mantenga ese jueguito de exprimir al pueblo a impuestos para sostener su red clientelar con millares de asesores y gastos superfluos y acomodaticios.
Lo verdaderamente inaceptable no es sólo que incendien Cataluña o las calles de Madrid, sino que este tipo y sus secuaces Iceta e Illa continúen horneando el pavo de un federalismo inexistente y alentando a las hordas de sus revoluciones permanentes a apedrear a los representantes de la tercera fuerza política de España, aunque valdría lo mismo lo que digo si a quien agredieran de ese modo fueran diputados de la CUP y de Bildu.
Por lo que sabemos, vivimos en una democracia secuestrada utilizando otro artificio, otro juguete, al que la Constitución cataloga de excepcional como es el “estado de alarma”, que aquí se prolonga de una patada y el Tribunal Constitucional calla como una sorda por no contrariar la excepcionalidad y a la vez por no modificar toda la doctrina de un plumazo.
El PP ha querido comprobar con sus propios dedos, como el apóstol Santo Tomás, esa llaga de cristo que es la renovación del órgano supremo del Poder Judicial y otra vez ha detectado la obviedad de que lo que pretende Sánchez no es dar continuidad normalizada a la democracia, sino aprovechar el recambio para desmontar a piezas el mecano y liberar o endosar las culpas a su capricho y según le venga en gana.
Al descoyuntado Iglesias y a sus huestes les manda la Fiscalía para que se lo merienden o lo metan en atolladeros sin salida, a la vez que los mantiene en el gobierno, a él y a su señora, como pararrayos de las iras de la gente, porque si Podemos no estuviera en el gobierno, toda la rabia descargaría de golpe sobre el propio Sánchez y Begoña, que sigue cobrando del presupuesto y pinta la mona al mismo tiempo.
Pronto nos acercaremos a otras vacaciones y Sánchez&friends organizarán nuevos ‘happenings’ en palacios y residencias oficiales, hasta que no desvirguen todos los Castelgandolfos del Estado a costa de las ayudas europeas que se repartirán entre la red clientelar del PSOE y de Podemos…, si la UE no lo impide.
No quedan socialistas decentes dispuestos a alzar la voz, porque fuera de la cueva hace mucho frío y se adivina que alcanzaremos niveles de congelación cuando apriete este cambio climático del que Greta Thunberg, aquella neodivinidad elevada a las alturas y sacada en procesión hasta por el Parlamento Europeo, no predijo nada porque nada pusieron en la escaleta que le habían preparado a la niña enferma.
¿Y el Papa? ¿Dónde narices se ha metido el Papa? ¡Cuánta farsa, cuánta mentira!
He dicho.
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