La manada de Pedro Sánchez

Nos podrán atiborrar con toda la propaganda que quieran, jodernos la vida, manipular las conciencias, falsear el entendimiento, amenazarnos, acosarnos de mil formas, expulsarnos del trabajo y de los cenáculos o, quizá, hasta llevarnos a un calabozo y hacernos perder la reputación y la honra, pero hagan lo que hagan, España ni ningún otro país será una verdadera democracia mientras en un mismo Informativo saquen las fotos y el CV de aquellos cinco miembros de “la manada de San Fermín” y sean incapaces de ofrecer una sola imagen de los detenidos por el asesinato de Samuel.

O mientras constituya un escándalo cuestionar las mentiras y los mantras del feminismo radical pero nadie debata ni exija explicaciones por los abusos sexuales y la prostitución consentida sobre menores tutelados en Baleares.

Pónganse como se pongan, señoras y señores y señoros, pero la Tierra gira alrededor del sol mientras no se demuestre lo contrario y ni todas las hogueras ardiendo en el astro-rey lograrán modificar esto, aunque entre tanto a muchos les sirva para mantenerse al sol que más calienta pegando vueltas con la vespa de pegar tirones de los bolsos de la concurrencia, pretendiendo anular la realidad y las conciencias.

No hay estrategia ni interés político en el mundo lo suficientemente importante que autorice a pegar patadas a la realidad de manera tan zafia y contundente o que excuse un modo de actuar tan torticero y tramposo.

El ‘poeta’ y cineasta de la modernidad Quentin Tarantino ha situado el punto de inflexión en 2028, momento en el cual la inmensa mayoría de la gente en Occidente estará hasta las narices de esta persecución implacable por cumplir la agenda 2030 y de ese ansia por retorcer la verdad cotidiana por los meros intereses de las ordenanzas, a partir del cual, pronostica, se producirá una resaca descomunal que se llevará por delante a todos esos tiranos, con sus borregos y secuaces, que ejecutaron la perversa deformación en pro de un supuesto beneficio colectivo, así como el comunismo arrasó la vida de millones de personas bajo la excusa de estar liberando de la esclavitud laboral a las masas o, como se excusó Sartre al final de sus días cuando le preguntaron por qué no había denunciado los crímenes del stalinismo tras saber lo que sucedía: “Para no defraudar a la clase obrera”.

Conviene apuntar sus nombres, porque ese día llegará, tarde o temprano, y no deberíamos dejar que escapen sin castigo por todo el daño causado y que se refugien en esta desmemoria que contemplamos, que permite cambiar los nombres de unos cuantos ministros casposos de este Gobierno tramposo sostenido con los votos de quienes apoyaron el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco en una maniobra de chantaje que ahora ya no necesita usar la sangre para conseguir sus mismos objetivos.

Como el mundo está lleno de injusticias tan flagrantes, lo que nos faltaba por ver era que en una remodelación de gobierno, ese tal Sánchez haya sido tan desconsiderado, tan réprobo y malvado como para dejar fuera del pelón de Ministerios a Adriana Lastra o a Simancas. No se entiende qué clase de odio personal o de talante desviado pueda tener el susodicho para no premiar a quienes reúnen tantos méritos al menos como Ábalos, Carmen Calvo o Leire Pajín para ser elevados a idénticas alturas del despropósito. No se lo perdonaremos nunca, desde luego, porque ya metidos en harina de considerar imprescindibles a Irene Montero, a Yolanda Díaz, a Garzón, a Castells y a Ione Belarra (o a Iceta), no alcanzo a ver qué demérito por debajo de ellos pudieran añadir estos dos gañanes para ser ascendidos a la categoría del Conde de Floridablanca como ministros o validos del Reino de España. Es de justicia que así sea y me parece un daño irreparable que no hayan sido seleccionados en su condición de botarates para ocupar una cartera ministerial en este gabinete de rampantes.

Nosotros nos lo perdemos, desde luego, a cambio de colocar de ministra de Justicia a esa señora que sostuvo que España no era una democracia porque el 50% de la población (los varones) se dedicaba a ejercer la violencia contra el otro 50% (las mujeres) y ni siquiera le sobrevino un regüeldo después de pronunciarlo.

Ahora ya no hay un 54% de mujeres en el Gobierno, sostiene Sánchez como un logro, sino el 63%. ¡Qué gran oportunidad perdida la de haberle cedido su propio cargo a Adriana Lastra! Lo que nos habríamos reído… y también avergonzado, para demostrar que una fémina es capaz de alcanzar las mismas cotas de indecencia que “su persona”.

He dicho.




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