La lógica del Lazarillo de Tormes en el PSOE

Resulta metafísicamente imposible a estas alturas que un votante medio habitual del PSOE no comprenda que lo que Sánchez practica es una demolición de todos y cada uno de los principios y los compromisos con la democracia, con la idea de España y con sus propios votantes.

Es fácil deducir, por tanto, que quienes sostienen su intención de voto a este PSOE sólo podrían hacerlo por dos motivos coherentes: uno, por puro sectarismo, una cuestión estrictamente emocional que no computa en ningún ranking de la racionalidad y que se asemeja demasiado al forofismo del fútbol, por los colores de una camiseta, lo cual, tratándose de la acción política de la que depende hasta el hundimiento de un país, no puede entrar en ningún análisis posible ni en consideración alguna.

El segundo motivo, este sí racional, es que, conocedor y consciente de los destrozos y el daño que está causando o de los abusos de poder que practica su organización política y su gobierno, aspira, no obstante, o guarda una esperanza imprecisa o cierta, a integrar la lista caprichosa y discrecional de los beneficiarios en alguna de las redes clientelares que generan.

Unidas ambas razones se entiende aún mejor y logra explicarse tamaña incoherencia, que resulta indefendible de buena fe desde cualquier otro punto de vista y ni siquiera añadiéndole el rencor impenitente hacia “el otro”, lo cual valdría apenas para justificar con bastante lógica la abstención, pero no para la persistencia en el “sostenella y no enmendalla”.

Quienes aplican criterios semejantes, sea con el PSOE o con otro partido, quizá desconocen que están instalados en el corazón más españolazo de la picaresca, pues responden a la lógica implacable y ciega que encontramos en el Lazarillo de Tormes, cuando el ciego alcanza a deducir que debe arrearle con la jarra de vino en los dientes a Lázaro, porque si él mismo está comiendo las uvas de dos en dos y el pícaro no se queja ni reclama nada, eso sólo puede deberse a que Lázaro se las está pimplando de tres en tres. Dos españolazos con sus lógicas respectivas en acción.

Puede que en el caso de la política actual del PSOE, a ese votante persistente ni siquiera le esté disponible el acceso a las uvas, pero se complace y le sirve con que otro de “los suyos”, tan faltos de competencia como él (miren a Ábalos o a Adriana Lastra), estén incorporados al banquete y a partir de ahí operan los mecanismos emocionales y forofos que mencionaba más arriba.

No hay recipiente del hartazgo ni estómago suficiente para acumular y digerir tanta baladronada junta, tanto desparpajo, tanto embuste, tanto desmentido falso, tanto abuso de poder, tanta arbitrariedad ni tanto cambio de opinión sobre cuestiones capitales que han llevado a España al punto de no retorno en asuntos tangibles como la economía en general, el paro, la deuda, el desplome, la desinversión y la parálisis.

Hemos entrado en la zona de todas las alarmas encendidas, con los gálibos echando humo, que nos avisan de un déficit irreductible y de una deuda implacable e inasumible para casi un siglo que nos sitúa al borde de la suspensión de pagos.

Con una situación no tan catastrófica en su día como la que padecemos, Grecia se vio obligada a imponer un ‘corralito’ para poder ajustar con el apoyo completo de la UE su economía, pero el tamaño de España y su mastodóntico desplome sospecho que no podrá ser asumido del mismo modo por el BCE ni por nadie, así que todo indica que asistiremos a una hecatombe aún mayor que la de entonces y todo agravado por un gobierno de mentiras que oculta la verdadera situación y que aplica recetas contrarias a las aconsejadas por quienes están llamados a salvarnos del caos más absoluto.

Imposible parece sacar a Sánchez, no tanto a sus votantes, de esta mecánica suicida que le permite sobrevolar toda clase de tormentas en el interior de una cápsula disparatada cuyo escudo de protección es la palabrería vana y una cortina espesa de sofismas que le llevan a calificar de “revancha” o de “venganza” los principios esenciales de la Constitución y de la Justicia para pretender indultar a golpistas en contra de los criterios de la Carta Magna y del Tribunal Supremo.

“Repita conmigo: no volveremos a indultar a golpistas”, le exigía hace muy poco Cayetana Álvarez de Toledo a María Jesús Montero mientras la ministra huía despavorida para no pronunciarse sobre el tema porque comía las uvas de tres en tres y trataba de arrearle un cacharrazo en los dientes a Lázaro. Todo al mismo tiempo.

He dicho.




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