La Iglesia en Cataluña

No pocas voces se han alzado contra la Iglesia por su actuación reciente en el “caso Catalán”. Unos pedían que fuera intermediaria, otros la han usado como bandera separatista apoyados por algunos sacerdotes secesionistas, otros la han tildado de cobarde, otros no la quieren para nada. Casi como siempre la Iglesia recibe palos haga lo que haga. Sobre el particular quería trasmitir una reflexión.
No hace muchos años hemos vivido un caso similar en el País Vasco. Miembros de la Iglesia, incluso de la Jerarquía implicados en la “cuestión vasca”. Entonces se acusaba, y con razón, a sacerdotes y obispos, de colaborar con la banda armada y no condenar los atentados. De tibieza, cuando menos, si no de implicación material y fomal. Se pedía una condena fulminante a esas actitudes. Fueron años duros, sin duda, para todos y también para la Iglesia Católica.
Por experiencia histórica sabemos que la mezcla entre “la corona y el altar”, entre la política y la religión no es buena, y más en los tiempos modernos. La Iglesia tiene una misión que no es política sino moral. Debe respetar el modo legítimo de pensar de los ciudadanos y no inclinarse por una u otra opción, siempre que se respeta la Ley Natural. Por supuesto tiene que denunciar los abusos de poder, la violencia, la falta de libertad, la discriminación, etc. pero sin defender un único sistema de pensamiento y gobierno. Cuando esto no se ha hecho bien el resultado ha sido penoso para la propia Iglesia. El ejemplo vasco es claro y el catalán no menos: son las dos regiones de España en donde menos práctica religiosa hay, en donde están vacíos los seminarios y más ignorancia (a veces desprecio) religioso se da.
En tiempos antiguos esto se solucionaba desde la Curia Romana con excomuniones y formas parecidas de puñetazos en la mesa. Así se han ido generando diversos cismas como el Protestante del que ahora se cumplen 500 años, uno de los casos más dolorosos de división que estamos intentando resolver con no pocas dificultades. En plena Modernidad la Iglesia opta por soluciones menos traumáticas e irreversibles. Si en el País Vasco se hubiera actuado de la misma forma que en el siglo XVI ahora tendríamos un “Iglesia Vasca” separada de Roma y, como poco, tan inerte como lo es la Luterana. En cambio, se procuró dar tiempo al tiempo, ir sustituyendo pastores y reevangelizar la región, tarea en la que se encuentra inmersa la Iglesia en esa zona de España.
En Cataluña hay uno o más prelados confusos, o timoratos, o ignorantes, o ingenuos, cierto, y un número mayor de sacerdotes colaboracionistas con el “Procés”, a los que también les son aplicables los adjetivos indicados para sus prelados y alguno más. Se han dejado “lavar el cerebro” y en vez de Evangelio enseñan política disfrazada de palabra de Dios. Es un grave error moral, histórico, social, personal, desde luego. Podría aplicarse la mano dura y el resultado sería la creación de un Cisma Catalán, unos falsos mártires del poder, y unos mártires reales (los no colaboracionistas). La realidad es que “han sembrado sal”, muchos que se dicen católicos (incluso curas) y de facto no lo son y abandonarían la Iglesia por su causa política. No merece la pena el puñetazo en la mesa. Consta que hay obispos, sacerdotes y laicos que sufren todo esto en silencio. Dentro de un tiempo será necesario realizar la misma tarea que se está llevando a cabo en las tres provincias vascas y la historia nos dirá qué fue lo más oportuno y quiénes fueron los verdaderos héroes de la Iglesia.




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