La geometría de Feijóo

Sospecho que me he perdido en la geometría imaginaria de Feijóo… Dice el presidente gallego, del que no se sabe si sube o si baja, que el PP debe colindar con el PSOE, de tal modo que si el socialcomunismo de Sánchez proclamara la República bolivariana de la España plurinacional, es de suponer que el PP debería desplazarse hasta la taifa o al menos hasta proclamar las repúblicas veneciana, genovesa, florentina, milanesa y el ‘vivacartagena’. Para colindar.

Y cuando el PSOE resucite las escuelas de reeducación forzosa y establezca la zafra de las horas del trabajo gratuito revolucionario, ‘su’ PP se habrá despeñado por el abismo de la colectivización de los koljós y la entrega de cosechas al Estado, sólo por mantenerse a este lado de la tapia y de la linde. No sé, pero debe ser una geometría con perspectiva de género… imbécil, que yo no entiendo.

Y todo así, porque estos son mis principios y, si no les gustan, tengo otros, ejercicio demoscópico marxista por la vía de Groucho que aconsejan los especialistas para acarrearle votos a cualquiera en esta farsa delirante que ha desertado de las ideologías.

A lo que se refiere, Feijóo, yo creo, es a algo tan viejo como lo relacionado con el usufructo y la enfiteusis de los frutos caídos de un árbol en la parcela del vecino. En el Digesto se establecía que los frutos pertenecen al propietario de la cosa fructífera y el propietario tenía derecho a recogerlos en días alternos. Sólo si no se ejercía ese derecho, pasaban al propietario del área donde hubiesen caído.

También en nuestro Código Civil queda regulado en ese estilo a la romana, aunque nada dicen la norma ni la jurisprudencia al respecto del derecho de recogida, quedando a expensas del permiso del propietario del terreno donde cae la cosa. En el Derecho alemán, por el contrario, se considera que los frutos pertenecen al colindante, dado que soporta las molestias de los ramajes y caída de la fruta. En ambos casos deben respetarse y no dañarse las raíces de la cosa que las produce.

Y así tenemos al tribuno galaico, rendido a los pies de la tapia, que no los separa de la izquierda, sino que los une en un devenir cada vez más escorado que nos conduce al mismo sitio, sólo que dos pasos por detrás o con un murete de por medio que no es separación de la finca colindante, sino parasitaria del capricho ominoso y sin argumentar de la desquiciada izquierda patria.

Dícese, por tanto, que Feijóo no camina hacia ninguna parte, sino que se arrastra en un remolque imperturbable, que no se puede separar jamás de la cabina que manejan, entre otros, Adriana Lastra, Otegui, Oriol Junqueras, Errejón y el narco bolivariano, si hacemos caso al Pollo Carvajal.

Y de este modo resultaría fácil explicarse por qué razón, el gallego mayor, Rajoy, no derogó (ni siquiera corrigió) ninguna de las leyes aprobadas por Zapatero en su ominosa etapa preguerracivilista y mantuvo lo mismo la ley del aborto que la de la Memoria cuadriculada en los talleres de la checa.

Y no se enteran de que, a este paso, cuando quieran darse cuenta, estarán nadando en el océano lacerante del colectivismo y habrán dejado tanto hueco y tanta distancia entre sí y la tapia del extremo opuesto que habrán convertido los cuatro millones de votos de VOX en una multitud de seis o de siete millones. Como poco.

Yo no tengo la vara de medir encuestas de Tezanos, desde luego, pero sí tengo la certeza de que, forzados a elegir entre el original y la copia, la gente termina prefiriendo el original. Y si no, que les pregunten a los de C’s.

He dicho.




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