Poco caso hacemos, me parece, a las nuevas variantes de ese virus que se expande por el mundo a modo de pandemia y que amenaza con colapsar de nuevo a pueblos y países al completo. Me refiero al social-comunismo, claro.
En la variante peruana del sanchismo, el tal Pedro Castillo, un mestizo castellano-andino, sostiene que el aborto y la eutanasia son dos propuestas aberrantes que atentan contra lo más sagrado, que es la vida, y que el matrimonio entre personas del mismo sexo constituye una deformidad extirpable que hay que combatir dando especial soporte a la familia tradicional e impidiendo tales prácticas. Nada sorprendente si la ONU abriese los ojos algún día y aceptase que la inmensa mayoría de la población mundial en los cinco continentes (en realidad habría que incluir la Antártida, donde hasta los pingüinos y las focas coinciden en eso) está en completo desacuerdo con la agenda plutocrática del NWO o de la “nueva normalidad”.
Recuerden que el hermano de la cepa boliviana y bolivariana, Evo Morales, ya proclamó que la homosexualidad no es una cuestión genética ni tampoco del entorno, sino el resultado evidente de comer pollos hormonados, igual que la calvicie, incapaz de comprender que en las etnias andinas y amazónicas la alopecia extensiva afecta al resto del cuerpo, pero no a la chorla, lo que le convertiría en un racista de bulto y en un negacionista taxonómico de manual. En la variante musulmana, ni les cuento.
En cuanto a las próximas medidas de seguridad en su país, la variante “luminosa” de Castillo, proveniente él mismo del “sendero” terrorista que masacró durante años a miles de campesinos, ha otorgado, con amplia generosidad de izquierdas, 72 horas para que salga del país cualquier posible delincuente que reúna la condición de ser extranjero, lo cual, aplicado en Europa o en España, supondría una espectacular y masiva operación migratoria de retorno de miles y miles de africanos en los próximos tres días y le identifica como un xenófobo de la cepa hitleriano-stalinista, razas hermanas y hermanadas vía Ribentrop-Molotov.
Asimismo, ha anunciado el establecimiento de un servicio militar obligatorio (no incluirá a las mujeres, ya les pongo en sobreaviso, porque en su cabeza a la sombra no entra que una mujer y un hombre puedan ser sujetos de los mismos derechos y deberes) y, ojo al dato, la expropiación del 90 por ciento de las empresas peruanas, que es a lo que vamos y en lo único que coincide el susodicho con cualquier otra variante social-comunista del resto del mundo.
A Yolichari Díaz todo esto le parece “una brizna de esperanza”, lo cual me alegra y me enorgullece, porque deja bien a las claras que toda la retahíla de extravagancias y radicalismos que practican las izquierdas en el siglo XXI, muchas de las cuales ya son avaladas con fruición y sin remilgos incluso por Feijóo, por Pablo Casado y hasta por el cura Bergoglio, son cuestiones contingentes, instrumentales, de oportunidad o de ocasión, y en lo único que están de acuerdo todas las cepas de la pandemia comunistoide y forma parte de la sustancia del invento es en rapiñar las riquezas y la prosperidad ajenas, que es, ya ven, lo mismo de lo que acusa Castillo a “los hombres de Castilla”, pero no al marxismo encendido de su preclara ignorancia.
En los tiempos del Inca, a Castillo, que no se descubre de su sombrerazo de granjero de Kansas ni ante el Rey de España ni ante los símbolos, instituciones y señorías de su país, le habría durado la cabeza sobre los hombros un cuarto de minuto, el tiempo justo de afilar el sílex y descubrir que en la copa de su mascota escondía el cubito de playa de su nieta donde piensa ocultar las remesas sobrantes de su latrocinio para cuando tenga que salir huyendo hacia el Caribe.
Monedero, haciendo honor a su apellido, parece entusiasmado con la idea de aumentar su patrimonio a costa ahora del narco cocalero peruano, pero debería tener cuidado si Castillo cumple con sus promesas, porque el susodicho ya ha anunciado que también está por completo en contra de legalizar la marihuana, aunque tal vez esto sea porque sabe que la mercancía caería de precio de forma estrepitosa y a ver entonces cómo se podría financiar la miserable situación a la que conducirá al país.
He dicho.
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