Pues nada, que el otro día me asomé a ver la cabalgata esa del Feísmo Impertérrito, más que nada porque transcurría casi por delante de mi casa, y aunque me armé de tolerante benevolencia para contemplar el show, todo me siguió pareciendo de un asombroso mal gusto, tanto que da vergüenza ajena, pero allá los ellos y las ellas, o como se diga.
Y hasta ahí lo que se puede pasar por alto, ya que luego viene lo que resulta absolutamente inadmisible y me parece penalmente perseguible como es lo de enfangar a niños y niñas en semejante turba hipersexualizada y retorcida, llena de icónicas sordideces y de simbólicas turbiedades referidas a las fantasías sexuales de unos adultos que están en su pleno derecho de practicar sus idolatrías personales con fustas, látigos, enfundados en látex, con cadenas y perchas sadomasocas y todo lo que quieran, pero no hacer alarde de todo ello en un lugar lleno de infantes, a menos que sea eso a lo que se refieren las ministras podemitas y socialistas cuando hablan de “educación sexual” en las escuelas. No me extraña que haya numerosos padres y algunos partidos que exijan imponer el pin parental si quienes piensan ofrecer clases sobre el asunto es cualquiera de estos descuajeringados con plumas y con semejantes catecismos.
Una exhibición como la del otro día por las calles sólo parece concebible en y para adultos, en alguna sala de acceso restringido, no apta para menores, así como casi cualquier película de este tipo sería calificada “S” por la Administración correspondiente y al no existir ya esa clase de salas en España, quedaría fulminada para ser difundida, cosa que le ha ocurrido recientemente a uno de los rodajes de Gonzalo García-Pelayo con el título de “Mi coño” y ha bastado para calificarla la comprobación de que existía sexo explicito y en la cinta se ven los órganos genitales de sus protagonistas. No les gusta la cultura, sino el puro cachondeo de su mero exhibicionismo particular y enseñarnos el culo como patología.
Lo que recorrió la otra tarde las calles de Sevilla (y aún será peor en otros muchos lugares del mundo) fue una astracanada carente de gracia, preñada de ánimo provocador y sobrada de un exhibicionismo rayano en lo patológico que, en el colmo de la idiotez, permite comprobar que hay padres y madres rendidos por completo al incierto origen del comportamiento de algún hijo menor de edad al que acompañan y con el que se hacen fotos a pie de carrozas mientras allí arriba se comen la boca con chavales y chavalas de su misma edad en un postureo infame de indolente obscenidad y de promiscuidad absolutamente impropia.
Todo es un puñetero desastre, incluida la infinita capacidad para destripar la poderosa y atractiva llamada de los tambores bahianos (allí se llaman “baterías”, no “batukadas”) y transformarlos en una suerte de charanga carentes de emoción, sin ritmo ni compás, que abochornarían a cualquier grupo aficionado de las calles de Salvador…
Durante el transcurso de la cabalgata tuve la oportunidad de saludar a varios amigos o conocidos que participaban en el aquelarre (entre ellos el alcalde en funciones Antonio Muñoz, aunque éste detrás de una pancarta, con camisa floreada o así), a los cuales, porque los conozco, casi estoy seguro que les merece todo esto parecida opinión y hasta les abochorna un poco, pero que acuden porque se lo pasan bien pegando saltos un rato, evitan ser tachados de lo que sea por los de ese ‘gremio’ (tan intolerante) y de paso, algunos, si pueden, pillan ‘cacho’…
A mi juicio, todo este convoluto merece más desprecio que indiferencia, aunque quizá resulte preferible no hacer aprecio como muestra mayor de desprecio. Y eso q prefiero no entrar en el pretendido significado de reivindicación política, porque entonces da mucho asco la tergiversación y manipulación perenne que realizan los grupúsculos que mueven los hilos por detrás de esta miserable muestra cuando pretenden concluir que si desapruebas esa basura es porque estás en contra de la homosexualidad o de los homosexuales… Aburrieron a sus padres y ahora se aburren ellos con la demagogia.
PS: Y añado: si a los heterosexuales nos diera por manifestarnos en una cabalgata de tan obvias procacidades, tan mal gusto, cuyo hilo argumental fuese la propia consideración sexual de nuestras preferencias, tan preñada de exhibicionismo de nuestras fantasías sexuales y rozando los aberrantes delirios que se sugieren en esa “mise en scène”, involucrando además a menores de edad, parece evidente q la autoridad intervendría en cada ocasión y acabaríamos todos declarando en comisaría. Bien merecido estaría, pero lo raro es que a estos encima los financian con nuestro dinero. Muy lamentable.
He dicho.