Juventud, nuestros tesoros

Hoy, cuando miles de peregrinos recorren los caminos, he recibido una carta. Alguien tan joven y limpio como para escrirbir con la sencillez que falta en esta madurez que a veces se nos atraganta. Sus dieciocho años saben de Madres y superaciones. Ya entienden de Piedad con mayúscula, a lo grande.
Gracias por esta juventud que aún es capaz de ser tan sencilla como un caminante entre eucaliptos. Gracias, Santi.
 
“¡Llegó por fin, hermano! Llegó la fecha que tu calendario señala, esa semana donde todos los caminos se pueblan de Romeros y todos conducen a una misma aldea.
La dulce melodía de flautas y tamboriles bañan el polvo y las carreras. Será allí donde de nuevo las mujeres luzcan esos trajes repletos de historias pasadas del camino, esos que durante todo el año quedan custodiados bajo el anhelo de un nuevo mayo.

Romero, comienza tu camino. Ese que te viste de peregrino y te conduce hasta su presencia. No olvides quién se encuentra tras esa pesada andadura, póstrate ante sus plantas y llorale cuanto te haga falta.  Ella es la Madre que siempre recoge a sus hijos entre sus brazos. Hermano, Ella es la flor que se alzará en tu camino, la Estrella que la noche del domingo iluminará nuestros corazones. Tú serás quien podrá acompañarla y llevarla en volandas haciendo de tus actos una promesa de fe. Y si te preguntan que sentimiento se esconde tras esa medalla contesta sin miedo, como un eco rociero, que es el amor que tu familia te enseñó a vivir.




Porque es Ella la Paloma que guía el sendero de tu destino, el Santo Espíritu de tu camino.
¡Es la Virgen del Rocío!“
 
Santiago Jarén.

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