Esta mañana de sábado he estado escuchando a Mozart. Mi hija me ha regalado un invento tecnológico, con nombre de persona, al que le hablas y te reconoce la voz y le pides cosas y te las prepara para que las escuches: noticias, el tiempo, los deportes, información, diccionario de la RAE, música… Es un avance práctico e interesante. Le he pedido a esta ciberchica que pusiera Mozart y puso a Mozart. Es una música prodigiosa, que entra, no solo, en tus tímpanos, sino en tus venas y lleva las maravillosas notas del autor por todo tu cuerpo como olas persistentes e imparables en una playa. El ser humano es capaz de conseguir metas muy gratificantes para sus congéneres, inimaginables con la revolución cultural de internet aún en curso. Debemos de sentirnos orgullosos como especie que ha sabido evolucionar –de forma natural, unas veces, con esfuerzo, tesón, sacrificio y creatividad, otras- y salir del páramo de los homínidos –admirables ellos, por supuesto- y destacar sobre todo y sobre todas las cosas por inteligencia y por la capacidad de rectificar y volver a intentarlo para depurar nuestro propio conocimiento y nuestros valores y nuestras virtudes, dándonos normas de conducta razonables, intentando que sean justas al aplicarlas, y entre todos, como sociedad dispuesta a avanzar y a mejorar, hemos llegado a los niveles de desarrollo admirables en los que estamos, bien es verdad que con asignaturas pendientes si miramos a los países rezagados en riqueza y en libertad. Ahí está el mayor reto de la humanidad actualmente, la lucha por la igualdad.
He contemplado cuadros sobrecogedores de autores que además de ser cronistas de su tiempo exhiben una técnica pictórica que igualan la tecnología óptica actual, domadores de la luz, taxidermistas de las expresiones corporales y faciales más profundas. Es el hombre, una especie que se divulga a sí misma, siglo tras siglo, como aspiración perfecta y absoluta de la belleza y la bondad.
He llorado montones de veces leyendo páginas maravillosas repletas de palabras de tal manera encadenadas que no puedes evitar quebrarte en lágrimas. Es el hombre, una especie que ha realizado gestas de película pero que han sido verdad, una especie llamada a solucionar los problemas que tenemos entre países, entre culturas, entre el propio hombre y la naturaleza. Sin duda lo conseguiremos porque la bondad es más que la maldad, el instinto de superación es más fuerte que la desidia, y el de conservación es mayor que el de todos nuestros “pecados” juntos.
Después, la ciberchica me ha regalado La lista de Schindler, ya no hablamos solo de música sino de cine. Si bien fuimos los hombres quienes provocamos aquel horror, también ha sido el hombre, con su generosidad, talento y sensibilidad quien lo ha denunciado para honrar la memoria de las víctimas y reforzar la vacuna humanística para que no vuelva a ocurrir. Vuelve a ser el hombre, un milagro de la evolución, aun en marcha, que lleva varios siglos demostrando que es fiable, que, aunque haya habido periodos, hechos y personas repugnantes, es, somos, una especie capaz de mejorar nuestras condiciones de vida, nuestro conocimiento y nuestra ambición artística.
Sin embargo, también esta mañana he oído y leído cosas que han contaminado mi espíritu optimista. Así es el hombre, así somos a veces, quizá aún pobladores del páramo de los simios, primitivos, egoístas, crueles, antihumanos. Porque, ¡ay Dios mío!, somos capaces de matar a personas porque sí, porque es difícil encontrar un motivo para acabar con un semejante. Pero, si es incomprensible la razón (si es que existe alguna) para saltarle los sesos a otro, a traición, delante de su propia familia, de sus amigos y vecinos, más incomprensible es todavía que algunos traten a esos criminales –pintores del suelo con sangre inocente, creadores distinguidos del dolor insoportable- como héroes, como falsos Robín Hood que con la excusa de repartir libertad arrebataron la vida a pobres gentes que querían vivir, vivir en paz, seguros de que así sería porque nos blindaba (eso creían) la sagrada democracia.
44 criminales de ETA están en las listas de vildu (se merecen todas las incorrecciones, no solo las ortográficas) para gobernar. Desgraciadamente, es el hombre, también, más cruel que ningún otro ser vivo porque pone su inteligencia al servicio de su maldad. Este era el proyecto, el deleznable proyecto: paz por gobierno para los terroristas. Pero hay, todavía, algo que supera esta ruindad, que el presidente del gobierno de España lo consienta. Es el hombre, ¡qué barbaridad!, dispuesto a dejar su corazón de simio inteligente y, si quisiera, empático, por un apoyo hasta el final de esta triste legislatura y así seguir disfrutando del papel higiénico perfumado que usan en La Moncloa para disimular, ¡a quién quieres engañar, Sánchez!, el insoportable olor a mierda. Así es este hombre, pero así no es el HOMBRE, el que salió hace tiempo del páramo perdido de los simios para superarse a sí mismo en inteligencia y bondad. ¡Viva el hombre! ¡Viva la paz! ¡Viva la democracia!
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