Un investigador privado, François Graner, logró del Consejo de Estado francés en 2019 que se le abriese el acceso a los papeles privados del ex presidente socialista François Miterrand relacionados con el genocidio de Ruanda.
La solicitud de Graner comenzó en 2015 y, cuatro años más tarde, coincidiendo con el 25 aniversario de la tragedia, el presidente Enmanuel Macron no quiso asistir a los actos conmemorativos celebrados en Kigali que había convocado el presidente ruandés y general victorioso en aquella guerra, Paul Kagame. A cambio de su inasistencia, Macron anunció que abriría los archivos secretos franceses para la desclasificación de los documentos vinculados a aquellos hechos.
Sabemos ahora que el anuncio de Macron, tan “colaborador”, se adelantaba a lo que ya por su parte el Consejo de Estado había decidido respecto de de la petición efectuada por Graner y con ello trataba de simular lo que iba a resultar de todos modos inevitable.
El resultado de desclasificar los documentos del ex presidente socialista, el “viejo zorro”, de biografía tan falsa e impostada como la de otros muchos izquierdistas de la posguerra, pone de relieve, según Le Monde, que ha recogido las conclusiones extraídas por Graner, que el ex presidente galo y un reducido grupo de altos mandos militares decidieron armar, proteger y prestar soporte de todo tipo antes, durante y después del genocidio a sus ejecutores.
El objetivo no era otro que ayudar a mantener a toda costa al Gobierno de los genocidas hutu dentro del ámbito de influencia francesa y francófona, como he sostenido desde el principio y así lo relaté con cierto grado de detalle con ocasión del 25 aniversario en el libro “Ruanda, Cien Días de Fuego”.
La complicidad del Estado francés con los genocidas hutu estuvo clara desde aquellas primeras semanas de visita en el infierno y resultaba evidente en cada detalle de lo que podías contemplar durante el desarrollo de la llamada “Operación Turquesa”, cuyo objetivo formal era el de frenar el apocalipsis de sangre y muerte que se estaba registrando, mientras que la realidad mostraba que el verdadero objetivo era prestar protección al ejército de genocidas que huían en desbandada cuando la derrota a manos del FPR de los tutsis era ya inminente.
En el plano internacional, los años posteriores a la hecatombe se centraron en que el Tribunal Penal Internacional para el Genocidio de Ruanda, el primero de estas características que se pronunció en materia de genocidio desde los juicios de Nüremberg y último genocidio (clasificado como tal) del siglo XX, desarrollara todas sus investigaciones y procediera a dictar condenas muy diversas sobre algunas decenas de dirigentes de aquella barbarie, pero poco o nada quiso aclarar sobre la colaboración necesaria e imprescindible de las autoridades francesas del momento en toda aquella atrocidad.
No es que el asunto permaneciera en secreto, ya digo, porque era todo de una obviedad tan obscena que todavía hoy algunos dirigentes de la salvajada viven y mueren (o son detenidos con la parsimonia del retiro ya ganado) en la civilizada Francia y algunos de los sanguinarios continúan afincados en territorio galo bajo la protección del Estado.
Hace apenas 9 meses, en mayo de 2020, por ejemplo, conocimos la detención del millonario Felicien Kabuga, consuegro (dos hijas casadas con dos hijos del ex presidente Habyarimana) del ex presidente ruandés y su señora, financiador junto a ella de la matanza y de la creación de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas. El paradero de Kabuga, así como de la misma ex presidenta y sus hijos, no ha sido ni ha podido ser en todo este tiempo un secreto para los servicios del Estado francés, que, antes bien, han prestado toda su colaboración para que pasara desapercibido en los alrededores de París hasta el momento de su detención, ya con 84 años cumplidos.
Hay muchas cosas que sólo pueden resultar sorprendentes a ojos de los ingenuos o los desavisados, pero no ni siquiera para los sectarios impenitentes, pues el caso de Mitterrand como ejemplo de la perenne, pertinaz e intrínseca afición a la impostura dentro del socialismo y el comunismo es una constante en la reciente historia europea.
Mitterrand, con su falso glorioso pasado de resistente contra el nazismo (en realidad fue un colaboracionista constante del régimen de Vichy), su implicación directa en el hundimiento del buque ecologista Rainbow Warrior cuando protestaba por las acciones nucleares en el Pacífico Sur, su colaboracionismo con la ETA en contra de los intereses de la España democrática naciente y su doble vida personal, que sacó a la luz la existencia de una hija oculta cuando era ya casi un anciano, era un ejemplar paradigmático de la hipocresía y de la mentira puesta al servicio de su propia causa sin el menor recato y con todo cinismo para elevarse a la categoría de hombre de Estado.
Casi diría que de no ser por su militancia y su significación dentro del socialismo europeo, su pasado, el ejercicio de sus funciones y la farsa de hombre honesto en su vida privada, constituyen toda una enciclopedia de incumplimientos éticos, morales, públicos y privados, para su condena al olvido o al oprobio, y de haber militado en un partido conservador, todo ello habría sido motivo para transformarlo en un fantasma representativo de todas las ignominias, agravada ahora aún más por el papel que representó con plena conciencia en el holocausto africano.
Cabe señalar que de aquellos socialdemócratas europeístas civilizados, algunos, como el sueco Olof Palme o el alemán Willy Brandt lograron salvarse, tal vez en parte porque fallecieron o cayeron a manos de asesinos, pero otros, como Papandreu en Grecia, o Bettino Craxi en Italia, así como Miterrand en Francia, facturaron el cierre y defunción del socialismo nominal europeo…, salvo, por desgracia, España, donde Felipe González mantuvo el tipo y hubo que esperar a Zapatero y ahora a Pedro Sánchez antes de que en algún momento esperado se produzca el declive y arrumbamiento de toda la mentira que acumula en su historial esa fantasía de la socialdemocracia que se derrumbó mayormente por la corrupción y por toda la falsedad acumulada.
Alguien podrá creer que esto que describo es una mera opinión política, pero son los hechos y ahí tienen las pruebas, más allá de que la realidad demuestra que, como consecuencia de todo ello, el socialismo nominal en Europa es hoy apenas residual y casi una excrecencia, aunque, repito, salvo en España…, tal vez para desgracia nuestra.
He dicho.
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2 Comments
Me parece muy bueno tu artículo. Así se sabrá un poco más de esa manipulacion y del veto que ejerció francia en la investagion. Gracias!
Muchas gracias, Alicia. Aquello sí fue el país de las ‘maravillas’. Saludos.