Estilo dependiente

#EnBocaPrestada por Eusebio León @eu_leon

Cada época tiene una manera, eso es más verdad que todas las cosas. Antiguamente se estilaban los atuendos revolucionarios, de gorra, mono de trabajo y alpargata; los trajes de pana y, en definitiva, el aspecto proletario para marcar la posición política a la siniestra de la sociedad. A la misma vez -que diría el pontífice palmerino de El Fontanal en una de sus innumerables aportaciones semánticas-, los que cargaban, políticamente hablando, en la derecha lucían sus mejores galas de trajes de franela, tweed, sombreros y camisas con cuellos altos y almidonados que daban la impresión de estar sus propietarios asomados a una tapia. A o largo del tiempo y con el amable efecto uniformador de la corrección política, los estilos se han ido unificando en un término medio o centrista. Sostengo que actualmente no esta bien vista la definición, no ya política, sino de cualquier especie o condición. Es por esto que para cualquier puesto que requiera cierto refrendo por parte de la plebe, hoy día conviene pasar lo mas inadvertido posible. Ya sea para un cargo público, empresarial o de carácter privado, incluso, como puede ser la representación de un club, empresa o cofradía, lo que mas acertado es el estilo dependiente. No hay mas que fijarse en el aspecto que lucen los cargos de la sociedad civil o política sevillana para darse cuenta que todos parecen sacados de la plantilla de algún gran almacén de nuestra ciudad. Desde la presidenta de la Junta y el alcalde para abajo, hermanos mayores o directivos de compañías de cierto postín, casi todos parecen provenir de la sección de camping-playa, vuelta al cole, menaje del hogar o confección de caballeros de un gran comercio. Ahora mismo tiene el lector en la cabeza a los Zambrano, Rebollo, Ordoñez o Sarmiento de turno: prodigio de eficiencia y corrección en el vestir; ternos azul marino con corbatas prudentes y la insignia de antigüedad en la solapa garantizando el acierto en la talla, la eficacia en el carrete del artilugio de pescador o el adaptado confort en el zapato. Ni una palabra fuera de tono ni una mala acción. El yerno que toda suegra quisiera tener en la familia. Pronto la mercadotecnia electoral ha asimilado esta cualidad tan aséptica en el candidato y así nos ofrecen políticos, hermanos mayores o pretendientes a cualquier puesto publico o privado, que parece que van a rodearnos con una cinta métrica la cintura para sacarnos lo mejor de su catalogo con una sonrisa tan dulce como insípida. Si es por la izquierda prudentemente revolucionaria, el muestrario es similar, pero con camisas de cuadros, barba de días, alguna coleta, hierros en orejas y nariz, zapatillas y vaqueros cuidadosamente rasgados; que lo mismo nos venden una bicicleta o una tienda de campaña que unas medidas habitacionales para acabar con la escasez de vivienda o una universidad gratuita. Hagan la prueba y entornen ligeramente los ojos al contemplar al secretario general del partido político de turno. Les parecerá que tiene para usted una rebequita de su número, muy adecuada para estos relentes, que puede salirle a mitad de precio comprando la segunda unidad. ¿Efectivo o con tarjeta?




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