Cuando hace un año la marquesa de Galapagar se deshacía en cinismo durante la cabalgata del 8-M, nadie le advirtió de que su impostura y su cabezonería adolescente terminarían mal.
Según se mire, claro está, porque desde entonces la ccc de la ex cajera del supermercado está temblando por el sobrepeso de la cantidad de ceros y su declaración de patrimonio es ya como la de Isabel Celáa o como la de la foca co-fundadora del movimiento Black Lives Matter, que se ha comprado cuatro viviendas en el mejor barrio de Los Ángeles y una más en las Bahamas a costa de la revolución marxista. O mejor dicho, a costa del capitalismo pero enarbolando la bandera del marxismo de pegote, tal que Irene Montero.
“En el capitalismo no se puede vivir bien” es el perfecto epitafio para las revoluciones de juguete que una banda de niñatos introducidos en el gobierno por el niñato mayor llamado Pedro Sánchez ha promocionado y que ha logrado en un año situarnos en el mayor destrozo mundial de una economía industrializada, según el Fondo Monetario Internacional.
Muchos afirmaron en su día que todo estaría en orden mientras permaneciese en su puesto Nadia Calviño, que en la imaginación idiota de los asimilados venía a ser como la garantía de una europeidad tecnocrática asimilable a la de Ángela Merkel o una especie de Thatcher dentro del gobierno alocado de estos progres de inanidad y pandereta.
Por aquellos días de hace un año, la Calviño, hija de un tramposo e hiper sectario consumado que dirigió la TVE de Felipe González (malos mimbres), declaraba que todos los indicadores económicos nacionales e internacionales señalaban que la incidencia de la pandemia (y de las medidas adoptadas) en nuestra economía sería pequeña, marginal, de muy corta duración y que enseguida volvería la recuperación. Mienten hasta cuando prestan consentimiento con el “sólo sí es sí”.
Entonces hablaban de entelequias absurdas del tipo “el efecto rebote” y otras logomaquias similares a las que tan acostumbrados nos tiene la progresía, que, como no sabe ni pretende mejorar las condiciones de vida de la gente, lo reduce todo a renombrar las cosas y llama “buscadores de empleo” a los parados o “derechos sexuales y reproductivos” al aborto.
La economía entera del país ha sido expropiada como si se tratara de una Rumasa inmensa y usted fuera Ruiz Mateos. Sólo a ratos le conceden el privilegio de abrir las puertas del negocio y, a cambio de ello, por tan inmenso acto de conmiseración, le conceden una subida atroz de impuestos que le extermine el escaso margen de beneficio que le quede. Si es que le queda algo.
Fui uno de los últimos privilegiados, a finales de los años 80, en hacer que me limpiaran los zapatos en uno de esos tronos altos de madera que antiguamente se veían en La Habana y que se conservaron como una reliquia para turistas a los que exprimirles de a poco unos ‘fulas’ para el Estado, porque para entonces aquel modestísimo negocio era también propiedad de la maquinaria comunista, al igual que los quioscos, donde no vendían chicles ni chucherías, pero permanecían abiertos sólo por exigencias del CDR del barrio y en algunos casos servían de tapadera para un cambio ilegal de moneda, única manera de que la reliquia sobreviviera.
La rebeldía de Ayuso ante estos miserables es ya la única revolución pendiente que nos queda y veremos en qué acaba, porque nadie quiere prestar atención a que el pucherazo de Correos se avecina. Y será; grande o pequeño, pero será. Tal vez insuficiente para que el seminarista bobón e Iglesias gobiernen, pero tengo la convicción, y espero equivocarme, de que otra vez el vehículo se quedará en una posición harto inestable y difícil.
A estas alturas, las encuestas de Tezanos no es que den pistas de por dónde irán los tiros, sino que son una manifestación expresa del deseo y la conveniencia de un gobierno de embusteros miserables que no cuentan un dato fiable ni bajo las amenazas de la UE. Y, desengáñense, si el pucherazo se consuma, el pacto es que el presidente de la Comunidad de Madrid no sería Gabitongo, sino el de la coleta, en premio a su sacrificada dimisión subvencionada.
Calviño le oculta a la UE un desfase de 36.500 millones (casi la cuarta parte del PIB que aportaba el turismo) con el mismo desparpajo que Gabitonto o Sánchez utilizan datos falsos sobre los contagios en Madrid que hasta el secuaz Simón les desmiente.
De modo que ya lo saben, “en el capitalismo no se puede vivir bien”, pero la marquesa se marcha a la Madrid Fashion Week a pintar la mona ante el photocall de Inditex-Mercedes Benz-L’Oréal París-Allianz Seguros, que son las marcas patrocinadoras de un evento de lucimiento de chicas embutidas en las prendas más caras y exclusivas del mercado, a mayor gloria de la revolución feminista empoderadora que sólo vive bien cuando Irene Montero coloca de niñera con sueldo de directora general a sus comadres en este estraperlo nacional.
He dicho.
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