El trabajo no lo es todo

Cuando queremos presentarnos, solemos decir a qué nos dedicamos, pues acostumbramos a identificar el ser con el hacer, pero estarán de acuerdo conmigo en que el mundo laboral ha cambiado de forma sustancial en lo que llevamos de siglo, y que dicho cambio o cambios, en plural, ha afectado a muchas facetas de nuestra vida cotidiana. Son diversos los aspectos que podría enumerar, pero me van a permitir que les mencione sólo algunos para compartir con ustedes esta reflexión. 

El desarraigo. Cada vez son más los jóvenes que se ven obligados a coger las maletas y su portátil para hacer las Américas, la turné europea o inclusive coger un vuelo hasta Sidney o Yakarta donde no tendrán problemas en encontrar trabajo si poseen un buen dominio del inglés. Son ya tantos los que se encuentran lejos de su entorno en todos los sentidos (clima, gastronomía, horarios, sentido de pertenencia, forma de rezar …), que hoy día nacer, estudiar y trabajar en la misma ciudad, en un puesto relacionado con la formación adquirida, es un sueño para la mayoría.

La precariedad. En el plano retributivo, al comenzar la primera década del 2000, llamábamos mileuristas al grupo de trabajadores que estaba empezando su vida laboral en el escalafón más bajo de las categorías de una empresa. Hoy, dos décadas después, con subidas de precios que dejan como liliputienses los de aquel entonces, es la cuantía del salario mínimo, tras dos subidas recientes, y el sueldo de muchas personas que han cumplido la treintena. En el plano de la seguridad, hoy hablamos de fijos discontinuos, lo que no deja de ser un oximoron y de contratos por días, algo impensable hace años.

El papel de los sindicatos. Echando la vista atrás, qué lejos quedan aquellas etapas de sindicatos combativos (Nicolás Redondo <UGT> le montó una huelga general al gobierno de Felipe González <PSOE> que paralizó el país el 14 de diciembre de 1988), donde había sindicalistas que renunciaban a su escaño en el Congreso o simplemente a hacer carrera en la empresa, en aras de unos valores que propugnaban una mayor justicia social, mientras que ahora las cuantiosas subvenciones con cargo a los Presupuestos Generales del Estado parecen haber anestesiado cualquier atisbo de lucha en defensa de los trabajadores.

El impacto de la Inteligencia Artificial en el mundo del trabajo, que ha pegado en lo más hondo de la humanidad en un sentido ontológico: ¿para qué vamos al trabajo? ¿qué futuro estamos construyendo? ¿cuánto tiempo va a pasar hasta que mi trabajo lo pueda realizar una máquina? Hasta los programadores pueden ser reemplazados por los programas que ellos mismos crearon.

La aparición del bienestar como elemento básico a la hora de buscar empleo. Durante mucho tiempo las entrevistas de trabajo se limitaban, previo análisis del currículum vitae, a plantear las tareas a realizar  y el horario, pero hoy día los responsables de Recursos Humanos se encuentran con aspirantes que se interesan por conocer el proyecto empresarial, las distintas facetas en la que se manifiesta la responsabilidad social corporativa, el equipo directivo, las posibilidades de promoción, la distancia casa – trabajo, los días de tele trabajo, la flexibilidad, la conciliación familiar, los planes de desarrollo y la formación.

El año sabático, que muchos jóvenes ven como una necesidad imperiosa para poder aclarar qué hacer con sus vidas antes de incorporarse a un trabajo. Aquella continuidad entre formación y empleo que era antes lo normal, y la aspiración de firmar un contrato indefinido para alcanzar una antigüedad que supusiera un grado en el escalafón, han dado paso a lo que se ha venido en llamar la gran renuncia o big quit, fenómeno social con origen en los Estados Unidos en 2021, mediante el cual empleados de todas las industrias y de diferentes profesiones, comenzaron a renunciar de manera masiva a sus empleos sin contar con otra alternativa.

El desapego. Son cada vez más las empresas que sufren para retener a su personal, sobre todo al más cualificado. La facilidad para despedir a los empleados, los “contratos basura”, la inseguridad sobre la continuidad en la empresa ha llevado a que muchos trabajadores cambien de empleo sin mostrar un mínimo compromiso a largo plazo con la corporación donde trabajan. El engagement (nivel de compromiso, entusiasmo y lealtad que tiene un empleado con su empresa, y que combina una alta satisfacción y una alta activación ) es un valor difícil de hallar, inclusive en las grandes multinacionales. 

 ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? En definitiva, para gran parte de la generación millennial (nacidos entre 1981 y 1996), y no digamos para la generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) el trabajo ya no es el centro de sus vidas, no es lo que les da la identidad. Hay otros valores a los que les conceden más importancia. A diferencia de sus padres, para ellos, el trabajo no lo es todo.

Alberto Amador Tobaja: aapic1956@gmail.com




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