No, no es un juego. Y no, no se iban a moderar en un ejercicio de pragmatismo cuando llegaran al poder.
Las cándidas previsiones de muchos en este oficio estaban completamente erradas e hicieron gala de un profundo desconocimiento sobre la verdadera naturaleza y significado del comunista de piñón fijo.
El error fue aún más sonado porque no contaron nunca con la posibilidad de que el PSOE y sus dirigentes ocasionales, en este caso un tipo atildado y ególatra hasta lo nauseabundo, se desbordaran en un infame tacticismo que rompería las costuras constitucionales y que incluso trataría de legitimar todos los intentos de desestabilización institucional por parte de los más radicales y enconados anti-sistema.
Les aseguro que recuerdo con nitidez hasta en el programa de tarde que presentaba Carlos Alsina en Onda Cero a los Rubén Amón y compañía haciendo mofa diaria de quienes denunciaban ya entonces los tics y la deriva totalitaria de la muchachada de Podemos y de los nacionalistas.
Los más cándidos de aquel momento tendían a comparar a unos y a otros con una nueva versión de Felipe González y Alfonso Guerra en los papeles de “poli bueno” y “poli malo” que se adaptarían al modelo constitucional en cuanto ocupasen ellos las poltronas. Lo que hicieron, en cambio, fue… acomodarse en las poltronas, amarrarse a ellas, a costa de cualquier cosa y por encima de toda reticencia.
Ni siquiera les sirvió de aviso que el mismo Alfredo Pérez Rubalcaba, última pieza del laberinto socialista que taponaba el viejo conspiracionismo anti español del PSOE, el que representaron en su día psicópatas dogmáticos como Largo Caballero o muñidores entusiastas como el propio Indalecio Prieto, rompiera relaciones por completo con la versión 4.0 de un apandador profesional llamado Pedro Sánchez.
Lo recuerden bien o no, hubo unos meses, antes de su muerte repentina, en que todos esos ‘analistas’ de aluvión y chacota frívola escarnecían a Rubalcaba como si se tratara de un dinosaurio con obsolescencia prefijada en mitad de una feria de alta tecnología, alguien fuera de su tiempo, la representación de un pasado caduco y extemporáneo.
Precedido y acosado también por los a menudo innobles atributos y dudosas actuaciones en la sombra, a Rubalcaba, cuando llegó la hora, no le concedieron ni la más mínima oportunidad seria de advertir de los peligros que había descubierto tras la cortina del infame Zapatero y que el propio Partido Socialista había incubado durante décadas como fuerza de choque amenazadora.
Creyeron por un momento que Susana Díaz y Patxi López servirían como dique de contención del arribismo que mostraban los advenedizos, sin comprender que para entonces el PSOE era ya sólo una maquinaria de poder, un marca hueca, casi una religión, un ejército paniaguado al servicio del que se hiciese con los mandos de una nave a la deriva por incomparecencia de los sucesores naturales.
Entre la generación de los nacidos en los años 40 y los nacidos en los 70 y los 80 no quedaba casi nadie, lo que permitió el asalto de una generación que ni siquiera guarda apego a la Transición y al constitucionalismo monárquico que inventaron entre todos.
Desaparecida aquella camarilla de jerifaltes, que actuaron durante el zapaterismo con la condescendencia de sumos sacerdotes con unos chiquillos traviesos, y despreciados por los nuevos ‘falangistas’ sin ataduras con la obra de quienes les precedieron, la “nueva normalidad” del PSOE la iba a imponer un tipo absolutamente ajeno a las nuevas tradiciones que habían creado los ‘aparatchiks’ de Suresnes y del 28 Congreso del PSOE.
Hasta Susana Díaz, un subproducto de aquellos venerables del socialismo andaluz más añejo, iba a quedar desmarcada y en posición clara de fuera de juego, un cero a la izquierda para quienes sólo veían ya en el PSOE una escalera vacía por la que ascender a los cielos del poder, esta vez sin compromisos ni equilibrios institucionales, sólo atentos al pragmatismo de la demoscopia y a los contubernios con quien hiciera falta.
La psique enfermiza de un tarado como Sánchez, incapaz de frenar su pulsión egotista y su ambición de poder y de dinero (sí, ojo al dinero, que es también el motor de Zapatero), contribuyeron decisivamente a convencerle de que no hay barreras suficientes ni respetos necesarios capaces de frenarle en su afán de permanencia en lo más alto de la pirámide, aunque para ello sea necesario descabezar el Estado, aliarse con los filoterroristas, los independentistas y con los comunistas, verdaderos enemigos de lo poco que quedó del socialismo nominal después de la Guerra Civil.
Esto último lo tuvieron claro siempre los de la generación del felipismo, que el gran enemigo del PSOE eran los comunistas y los anti sistema, los mismos que le condujeron al fracaso durante la II República en cuanto congeniaron en la bolchevización y sovietización de España. Ese era todo el mea culpa que heredaron cuando Franco falleció en la cama y lo aplicaron a rajatabla.
Se distanciaron siempre de Carrillo y hasta de Anguita, pero el atrabiliario alien que les habitaba dentro estaba por salir de debajo del disfraz y se ve que en el PSOE no habían aleccionado lo suficiente a sus huestes de que ese camino conduce siempre a la debacle del país llamado España.
Ahora es demasiado tarde y va a costar lágrimas y dolores incontables acabar de nuevo con la vieja ensoñación de los que quieren arruinar un proyecto colectivo con más de 500 años de Historia.
He dicho.
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