Leía no hace mucho en un diario sevillano que el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, había pecado de un exceso de orgullo en su discurso del 28F. Y apuntaba el columnista toda una serie de detalles en negativo y de carácter socioeconómico, con los que de ninguna manera don Juan Manuel tendría que vanagloriarse. Bueno, es la apreciación que tenía este señor del asunto, claro está. Pero yo le diría al escribidor que Juanma se quedó hasta corto en su exposición.
Naturalmente que sí, amigo. Todo lo que usted señalaba como puntos negros en el desarrollo de Andalucía, se me antoja que no son más que reproches a voleo de los que todos sabemos un poco. Porque no me negará, que enderezar un territorio que ha sido asaltado y esquilmado en todas sus instituciones durante cerca de cuarenta años por parte de un socialismo putrefacto cuesta, ¿verdad? Y que hay que echarle mucho abono al tiesto para que el azahar luzca y huela con todo su esplendor.
No, no trato de justificar absolutamente nada. Mas da la impresión de que leyendo el artículo al completo, a quien lo escribe parece que le gustaba más “la otra Andalucía”: la de la diosa del Tardón. Pues nada, que la haya consumido bien, que una inmensa mayoría de andaluces preferimos la presente. La que pilota con dignidad y entusiasmo un político que no gustaba a muchos en un principio, y que a fuerza de tesón y gallardía ha sabido conquistar el corazón de nuestra comunidad autónoma. De ahí, el orgullo de Juanma.