El organigrama de Bill Gates y el barranco

Quizá no lo recuerden, pero en fecha tan temprana como el 18 de octubre de 2018, apenas recién apeado el Gobierno de Mariano Rajoy mediante una moción de censura y aún sin posibilidad de acuerdo alguno con el delirante Iglesias, Pedro Sánchez se reunió en Bruselas con Bill y Melinda Gates sin que trascendiese el verdadero contenido de dicha reunión.

En la democracia estadounidense, donde la acción de los lobbies está incorporada a la política convencional, aunque de manera estrictamente regulada, la Ley Logan prohíbe que altos cargos o funcionarios públicos y hombres de negocio puedan reunirse para abordar planes y asuntos de interés político si no es mediando una absoluta transparencia de los temas tratados.

Un año más tarde, en septiembre de 2019, el multimillonario californiano saludaba en Twitter que Sánchez Castejón había anunciado una voluminosa contribución de dinero público a la Global Fund, que, según el propio presidente de Gobierno en un tuit de aquella fecha, sería de “100 millones de euros al fondo conjunto de la Agenda 2030 y 100 millones al fondo de lucha contra el SIDA, la malaria y la tuberculosis”.

El virus chino no había hecho aún su presentación en sociedad ni aparecía por ninguna parte, salvo en el simulacro de pandemia que fue sometido a revisión, curiosamente, otro 18 de octubre, pero de 2019, en el Evento 201 celebrado en Nueva York bajo los auspicios de la Fundación Gates.

Siete meses después, el 4 de mayo de 2020, ya en mitad de la inmensa tormenta del covid19, Melinda Gates llamaba por teléfono a Sánchez Castejón para agradecerle personalmente el anuncio de que España aportaría 125 millones de euros a la conferencia de donantes en la lucha contra el virus chino.

 

 

Ese mismo día, Pedro Sánchez, a mayor gloria de su narcisismo patológico, porque lo que a él le motiva no es la aportación misma de dinero público a un proyecto supuestamente noble o necesario, sino la propia llamada recibida de un personaje famosete, revelaba en su TL de Twitter: “He mantenido una interesante conversación con @melindagates sobre la lucha contra el #COVID19 y cómo unir todos los esfuerzos internacionales, públicos y privados, en la búsqueda de métodos de diagnóstico, tratamientos y vacunas accesibles a todos”.

No es fácil averiguar cuál es el motivo de ese baile de números, oscilante entre 100 y 125 millones de euros, ni tampoco los verdaderos proyectos a los que se destinaron esas partidas o dónde han ido a parar los otros 100 millones apalabrados para la llamada Agenda 2030, ese plan distópico que incluye los negocios de “carne vegana” del propio Bill Gates, accionista de las mayores empresas de tales productos, además de haberse convertido en los últimos meses en el mayor terrateniente de los EE.UU. y aspirar a lo mismo en Asia, África y América Latina tras haber logrado ser el mayor oligarca financiero del universo.

Mientras tanto, Sánchez ejerce de vocero o publicista del nuevo negocio emprendido por el presunto filántropo y aspira a ocupar plaza en el futuro organigrama de ese entramado cuando abandone la política o cuando la política le abandone a él por la fuerza de las urnas, después de haber jugado a sus propios intereses con nuestros impuestos.

No les quiero alargar las conexiones existentes detrás de la industria agroalimentaria después de la fusión gigantesca entre la empresa Bayer y Monsanto (en esta última, la mayor productora y propietaria de semillas transgénicas del globo, Gates invirtió 23 millones de euros para comprar medio millón de acciones), pero cabe recordar aquí que el padre de Bill Gates, William Gates Sr., a su vez co-presidente de la Fundación de su hijo y de su nuera, fue a lo largo de su vida uno de los grandes jefes de la megaempresa abortista Planned Parenthood, lo que viene a cerrar el plan eugenésico que desarrollan las élites ya no a espaldas del mundo, sino a la vista de todos y poniendo como mascota o mascarón de proa el careto de esa niña llamada Greta Thunberg.

Lo más curioso (o más infame) de todo esto es que quienes llevan décadas luchando contra el monopolio de semillas, los transgénicos y la industria bioquímica aparejada son las mismas organizaciones de izquierdas ahora alineadas de cabo a rabo con los proyectos globalistas de los grandes oligarcas financieros. Y los votan.

Desengáñense, porque Iván Redondo no se tirará por ningún barranco, pero sí está dispuesto a tirarnos a todos al fondo del mismo.

He dicho.




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