El lunático totalitario

Hola, les habla un lunático… O, más sencillamente, un atento observador de las maniobras de apareamiento nupcial de esa grulla egotista y surreal que responde al nombre de Pedro Sánchez.

Lo mismo danza alrededor de una banda terrorista que en torno a un puñado de golpistas o de una cohorte legionaria de agentes del narcotráfico. Compra y vende compulsivamente acuerdos, como un corredor de apuestas de carreras de caballos enloquecido o como un agente de bolsa en plena hecatombe financiera.

Su reino no es ya de este mundo y dice el tipo ahora que pensar que lo suyo es una especie de régimen totalitario, así como bolivariano o soviético, “son suposiciones lunáticas”.

Bienvenidos a Selene, luz en las madrugadas oscuras, pensamiento y guía de las noches de lobos y de los enamorados… de sí mismo.

¿Con quién piensa que ha pactado este ciudadano? Tal vez se crea que el posibilismo y el relativismo absurdo en el que se maneja es mero infundio, una entelequia sin consecuencias y de nada vale tratar de explicarle que su continuidad al frente de este barco naufragado no conduce a ningún puerto, por más que él luzca con su gorra de almirante y sus bocamangas de pirata en el puente de mando de un buque encallado en el roquedal de una realidad insoportable para casi nadie.

Recuerden que la Real Academia de la Historia, en su Diccionario Biográfico, calificó al régimen de Franco de “autoritario” y descartó, con Paul Preston a la cabeza, el apelativo de “totalitario”; pero con el régimen de Sánchez sucede al revés, al menos en grado de tentativa o de prolegómeno.

Su aspiración totalizadora se enmascara con una ausencia de “auctoritas” que no le reconocen ni los suyos y se reviste apenas de la suave seda de aspecto evanescente de unos pactos que comprometen la continuidad histórica de la Nación entera a cambio de ensimismarse en el Falcon o en una residencia de Patrimonio Nacional, como de Berlanga, donde reunirse los veranos con los amigachos como un sátrapa del Caribe en meyba y con escoltas.

El régimen de Sánchez es, primero, eso: un régimen. Y luego, en lo intencional, acumula en su alambique todos los elementos necesarios para fabricar una pócima corrosiva que acabará destruyendo, por este orden, la democracia y el Estado de Derecho y después España.

Este experimento de Sánchez es una aventura hacia la nada, un viaje de palabrería hueca que recorre desde “la definición de objetivos de mejora en la colaboración de grandes proyectos multidisciplinares orientados” a “la sostenibilidad digitalizada para la transición ecológica y feminista”, eufemismos todos ellos en politiqués que carecen de traducción posible a ninguna de las lenguas patrias.

No es extraño que la Ley Celáa desprecie la lengua española, la lengua de España, habida cuenta que el socialcomunismo que diseña el Marqués de las Sombras y preside este aprendiz de brujo, posee un idioma propio que no entiende ni interesa a nadie, salvo a especuladores globales como Soros, irredentos traidores de la civilización grecorromana, convencidos de que la especie humana registra una superpoblación ocasional de ejemplares que hay que reducir a costa de lo que sea, como si el planeta Tierra fuera su coto de caza.

Pero recuerden siempre lo que digo al respecto, que este tipo de gente, cuando niega algo, sólo corroboran y anuncian lo que están haciendo o lo que van a hacer. De modo que si Sánchez muestra interés en desmentir el bolchevismo que tenemos en todo lo alto, esa es la reconfirmación exacta de que están en ello; lo mismo que si Marlaska niega el traslado de inmigrantes desde Canarias conviene salir corriendo hacia el aeropuerto peninsular más cercano para certificar el desembarco de decenas de ilegales traídos de las islas.

Cuando Simón niega la mayor y anuncia que habrá “como mucho, uno o dos contagios”, tengan la certeza de que la pandemia está siendo ya arrolladora y si les dice que no hay razón para pensar que el volcán explote, abandonen a toda prisa la zona porque están a punto de quedar sepultados como en Pompeya.

Y no, no es gafe ni predestinación, sino un lenguaje infame, una taqquiya permanente y en ebullición que disimula y menciona las cosas sin nombrarlas o las expresa siempre del revés.

No olviden a esos ministros de la 13 Rue del Percebe condenando ahora el “efecto llamada” después de que Pedro Sánchez inaugurase su primer mandato ordenando abrir los puertos de Valencia y Barcelona para acoger a una bancada entera de esclavos de los nuevos negreros del Open Arms. El distrito sanitario de Granada, que no termina nunca de levantar cabeza ni confinamientos, es ahora el ugar del destino tramposo e irracional sin avisar a las autoridades locales ni regionales de su traslado. Y todo así

Fidel Castro estuvo casi cuatro años mareando la perdiz, volteando la tortilla y negando todo sobre sus verdaderas intenciones, al igual que Hugo Chávez, que le hacía ojitos ante el plasma a una población que hoy vive el verdadero infierno de esos “paraísos comunistas” de opereta en cuyos laboratorios se parió la idea de estos agentes de la causa bolchevique y populista que terminarán por ahorcar a Sánchez con la soga propia de su idiotez y sus embustes.

He dicho.




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