Franco no está ni en el Valle de los Caídos ni lo estará donde piensen llevarlo. Para un creyente, nadie está en las tumbas. Franco está en la Historia de España y, desde allí, desde sus páginas, desde la auténtica memoria de los hechos, será siempre inamovible.
Franco es un obligado referente para saber, entre otras muchas cosas, quiénes somos los españoles y hasta cómo pudimos llegar a ser esto que somos ahora mismo, todo esto que no hubiera sido posible si él no llega a ganar la guerra. Nada hubiera sido igual. Ni siquiera sé si en otro caso mis padres se hubieran conocido y yo hubiera nacido. Dudo que hubiera llegado al mundo en la concreta Sevilla en la que vi mi primera luz. Más vale no imaginarlo todo en manos de los vencidos. Más vale…
La Historia ya está escrita y es imposible reescribirla. Hay demasiados datos como para inventarla, demasiada sangre derramada como para olvidarla y, menos aún, para repetirla con españoles nuevos, españoles jóvenes y hasta españoles niños, todos hijos ya de una reconciliación. Incluso hijos de una desmemoria emocional.
El hombre que creen que está en una fosa ya no está. Franco está en la Historia, en la de una dictadura que condujo paradójicamente a nuestra democracia con más intención de la que podría calcularse. Vaya donde vaya un féretro llevado por el odio y la imposible venganza a un muerto, Franco es inamovible.
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