Nos recuerda en una entrevista el filósofo Antonio Fornés la idea de Popper de que “la democracia no es tanto la elección del candidato, sino poder echarlo de manera rápida, sencilla y pacífica si no nos gusta”. O sea…, lo de Sánchez y el marqués de la coleta no es una democracia, sino un laberinto ignominioso de pasillos sin salida.
Esto lo sabíamos desde el principio, cuando presentó una moción de censura (dudosamente legítima, porque cubría los formalismos procedimentales, pero no contenía ningún programa alternativo de gobierno como exige la Constitución) y anunció que convocaría elecciones cuanto antes… Y tardó un año en convocarlas, después de formar gobierno sin apoyo de nadie.
Pero lo de ahora es aún mucho peor, porque no habrá forma de prescindir del candidato a trompicones, como sugiere Popper, por el atasco que provoca la atomización de fuerzas en el Congreso. Quiere esto decir que a Sánchez lo tenemos de presidente por castigo.
El padre del abogado Joaquín Moeckel, el venerable D. Otto, me recordó en cierta ocasión que “el enemigo de mi enemigo no es mi amigo”, lección supina que los políticos debieran aprender antes de lanzarse a la tarea, que en este caso es una infamia, de gobernar una Nación con muchos siglos de historia.
Si no podemos echarlo de manera “rápida, sencilla y pacífica”, lo que nos queda con este gobierno de Sánchez es un calvario de tres años, una pietá, como la del Baratillo, una agonía, un dolor, un sufrimiento, un “no pueo más”, que irá a peor, hasta que el cuerpo aguante o nos reviente, vía impuestos y birlibirloques.
Viene al caso lo de Fornés porque su último libro se titula “¿Son demócratas las abejas?”. Y claro que no, porque el colectivismo tiene de democracia lo mismo que un termitero y a la hormiga o a la abeja-reina no te la quitas de encima de manera rápida, sencilla ni pacífica. Esto, desde luego.
A Fornés le asombra que en el siglo XVIII la gente se preguntara por qué había que obedecer a un jerarca, fuese un rey justo o un tirano, y que, en cambio hoy, basta con que salga una sombra de colores a través del plasma y te obligue a encerrarte en tu casa hasta que la salga de la breva a un comité de inexpertos desconocidos o te imponga el uso cotidiano de una mascarilla.
Sí, todas esas medidas pueden tener la lógica sanitaria y colectiva que se quiera, pero nadie debería poder usurpar nuestros derechos más elementales y, para evitarlo, el gobernante puede recurrir a la recomendación, al consejo, a la aceptación y a la pedagogía, nunca a la imposición incuestionable, porque entonces se transforma en una cacicada, sobre todo si, como es el caso, muchas de esas medidas carecen del menor soporte, como fue el caso del confinamiento obligatorio durante las madrugadas o la estulticia de “las mascarillas egoístas”, por citar sólo dos ejemplos.
Lo que revelan las formas empleadas es que el interés elemental de este gobierno nunca fue, no ha sido, no es y no será, salvar a nadie de la amenaza, sino que vivamos amenazados permanentemente, sea por la pandemia, por sus decretos-leyes o por las subidas de impuestos.
Mientras casi toda Europa ve la ocasión de rebajas fiscales para salvar los muebles y reactivar la economía, a Sánchez sólo se le ocurre salvarse él y salvar a los suyos con una subida del IVA transversal. Cuanto más consumas, más te roban, porque nos han convertido en pescadillas obedientes para que nos mordamos la cola y te quedes sólo con las raspas, mientras él aspira a convertirse en el proclamado benefactor que reparte las cabezas, ya chupadas, a la plebe.
A su socio, el marqués del FRAP, que está metido en la harina judicial con la tarjeta del móvil de su ‘asistenta’ y en el fango de sus vínculos estrechos con los dictadores más abyectos del siglo XXI, se le viene a la memoria una bonita solución de progreso, que consiste en acordarse del marxismo, un catálogo de palabrerías populistas que jamás han producido otra cosa que miseria, opresión y hecatombe. Cien años de teoría y práctica del marxismo y ni un sólo ejemplo al que agarrarse ni siquiera como fantasía, como ilusión o como esperanza.
Si quieren la prueba redifinitiva del dolo de este gobierno y de que nunca tuvo un plan porque no le dio la gana, pregúntense por qué ahora las autoridades realizan rastreos del entorno personal cuando detectan un contagio, efectúan pruebas PCR y, llegado el caso, decretan confinamientos selectivos y no al bulto y generalizado.
La respuesta es demasiado obvia: porque nunca supieron qué hacer y no quisieron emplear esfuerzo alguno en luchar en firme contra la epidemia cuando, de todos modos, ya tenían los servicios en algunas autonomías colapsados.
Pero Andalucía, por poner un caso, pudo haber acogido a muchos más contagiados de otras comunidades en sus servicios. Y en muchos sitios de España pudo haberse permitido el transcurso de la producción con medidas exhaustivas de control y evitando la expansión del virus sin dejar a cero el marcador de toda la economía, que ahora parece irrecuperable.
Una detección precoz, un rastreo proactivo con los PCR y un confinamiento selectivo de los focos de contagio (medidas todas ellas que propuso el Dr. Steegman, de Vox) habrían dejado esta crisis sanitaria en un problema de salud pública y habría ahorrado decenas de miles de vidas…, cosa que a Sánchez y al despreciable Simón le importaron tanto como a Bildu la gobernabilidad de España.
PS: Y C’s…, ¿existe?
He dicho.
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4 Comments
Seguro que ha leido a Popper, pero entenderlo parece que no. Una democracia no es echar al presidente cuando usted quiera, para eso están las elecciones. Y en una colmena la abeja reina no tiene ningún poder sobre el grupo, su función es solo reproductiva.
Exactamente por eso una colmena no es una democracia y el ‘poder’ de la abeja-reina, como no podía ser de otro modo, no radica en su voluntad, sino que proviene de la naturaleza y la estructura misma de las cosas de la Biología. En cuanto a Popper, me parece que es ud el que no lo entiende: echarlos de manera rápida, sencilla y pacífica no implica que no sea mediante unas elecciones… Por cierto, debería ud saber que a Rajoy lo sacaron del Gobierno de manera rápida, sencilla y pacífica… ¡SIN UNAS ELECCIONES! Disfrute.
Se habrá quedado usted aliviado con su defecación o deposición, que no exposición, de lo que no debe ser España.
Afortunadamente vivimos en un país libre y en una sociedad responsable, siempre obviando a los insensatos que, como usted y todos a los que representa se manifiestan sin mascarillas, anti todo lo que suene a un mínimo de humanidad, empatía y generosidad, igualdad o responsabilidad, y todo a pesar de la mala ostia que le produce a la DERECHA y EXTREMA DERECHA y VOX, cortados todos por el mismo patrón de ideas supremacistas de TRUMP.
Siga usted despotricando “amigo mío” hasta que alguien le de la razón cómo a los niños llorones o a los tontos, que la razón democrática solo se ganan en las urnas, y por el camino que llevan, de falsedades, egoísmo liberal y capitalismo desbocado, para fortuna para este país dudo mucho que vuelvan hasta la próxima, y recemos porque no nos toque pasar otra pandemia similar o “RESFRIDINHO”, como brama en Brasil el otro ultra Jair Bolsonaro.
Y como sé que hará caso omiso y no moderará sus opinionesme gustaría pedirle que al menos tenga un poco de respeto hacia aquellos profesionales que han estado y están trabajando por el país.
Váyase usted con su dios.
¿Con qué cosa en concreto no está ud de acuerdo? Quizá se trate apenas de su odio visceral y nuclear hacia sus demonios y sus propias suposiciones, que es algo peor que hablar de deposiciones o de exposiciones…
O tal vez lo que pretende es apenas que le llame a ud cada mañana para preguntarle lo que los demás debemos opinar sobre la hecatombe de una gestión que nos ha conducido a las peores ratios del mundo en lo sanitario y también en lo económico.
Sí, quizás sea esto, pero entonces no se alarme, porque estamos en el buen camino para conseguir lo que pretende, que consiste, me parece, en que nadie discrepe ni piense por su cuenta.
Por cierto…, gracias por enviarme con “mi Dios”: ¿no pretendería que me fuese con sus ‘dioses’ (los suyos) por real decreto, verdad?
Gracias por leernos. Sigamos trabajando.