Por si les sirve de algo y que luego no haya sorpresas, en la Cripta Real del Monasterio de El Escorial están depositados los restos de 26 reyes, reinas y sus consortes, más otros seis cuerpos en el pudridero. Cabe sumar los restos de otras cien personalidades ubicadas en el Panteón de los Infantes, miembros de la realeza que no reinaron, más otros cuatro bultos en el pudridero propio de dicho Panteón.
Lo digo porque no está lejos el día que, en esta fiebre reparadora de cadaverismos de la Historia, asistamos a la aprobación de otra ley que establezca exhumar de lugar tan distinguido y protuberante sus cuerpos. Entonces obtendremos un país que no será Nación, ni Patria, ni Matria, sino una fosa abierta en canal, desde Santurce hasta Tarifa y desde Cuevas del Almanzora hasta Ferrol, poblada de zombis, de rencores y de venganzas.
No vean en lo que digo disparate alguno, porque en una hipotética proclamación de la III República tengan por seguro que desclaustrarían a los agustinos, como ahora pretenden con los benedictinos del Valle de los Caídos y con los restos del ‘fusiladito’ José Antonio Primo de Rivera, para esparcir los huesos de la Historia por las dehesas del solar patrio, igual que lo pretenden con los restos de Queipo de Llano o con los miles de anónimos emparedados en las criptas del Valle.
A cabrones no hay quien nos gane y ya saben la fama que nos ganamos en otro tiempo de ser mayormente unos tipos bajitos, de tez morena, con bigote y cara de mala leche…. “Por haber follado poco”, añadían algunos en la vieja Europa.
Lo que digo ya lo hicieron una vez, durante el experimento anterior de aquello que siguen denominando distraídamente “democracia” en el que los ministros ordenaban el asesinato de los líderes de la oposición con el mismo desparpajo que Carmen Calvo se refiere a la demolición de la Cruz del Valle.
Los milicianos de entonces, tan amigos de Sánchez y Errejón, esparcieron los restos de los personajes de la Historia, así como los de monjas, curas y hasta del noble doncel de Sigüenza, como trigo por germinar, todo ello después de reventar sus tumbas y de mearse en los restos del Rey Carlos I de España y V de Alemania, emperador del Sacro-Imperio, sobre cuyos dominios nunca se ponía el sol. O sea, un facha de cojones.
Con semejantes dulces milongas nos entretiene esta morralla de gobierno, mientras la bombona de butano roza ya el precio del plutonio enriquecido y la electricidad compite con los precios del caviar.
Dice Santiago Abascal que no conviene que nos entretengamos con estas jugarretas que utilizan para despistar y que vayamos al grano y a la sustancia de la hecatombe económica que tenemos encima, con millones de parados resbalando por las paredes del desguace y una deuda pública insostenible que nos condena a la miseria y al apesebramiento a manos del Estado, pero no estoy tan seguro (y creo que él tampoco) de que se trate de una cuestión menor que mientras unos cataclismos se suceden aprovechen para desbarajustar la Historia, porque sospecho que ambas cosas están ligadas y no será posible recomponer la economía (“el vivo al bollo”) si no hay un espíritu de pueblo sustancial capaz de asumir y de afrontar la tragedia en la que nos han metido con sus estratosféricas sandeces inclusivas donde rebosa la obsesión por los cadáveres (“el muerto al hoyo”) y por el desmembramiento mismo del territorio, cual si España fuese una momia acabada de desenterrar.
El aborto, la eutanasia, las fosas, las exhumaciones/profanaciones, la excarcelación de los asesinos de la ETA, las víctimas de “violencia de género”…, todo es un fangal de cadáveres y una reutilización de la violencia para hacer política e incrustarla en un país que agoniza en manos de unos sátrapas que colocan de asesores a sus niñeras o a los amigos obligados a abandonar el Senado para dar de comer a la defenestrada Susana Díaz.
A Casado todo esto le resbala, porque sólo parece afanado en gestionar esta debacle y poco más, pero se olvida de que no será posible recomponer un país devastado por las tormentas y las inundaciones mientras no cesen las lluvias asalvajadas de una izquierda sin alfabetizar ni domesticar.
He dicho.