No era este el título inicial de este artículo, sino el más forense “los cuerpos del delito”, más pensé que los cuerpos que integran este Gobierno de Código Penal aún están bien vivos y rozagantes, aunque roguemos a Dios pronto sean cadáveres… políticos.
Y es que este Gobierno (demasiado fácil llamarle desgobierno), que precisa para reunirse de una mesa mucho más grande que aquella de los legendarios caballeros del Rey Arturo (¡viva la austeridad en el gasto público!), aparte de ser un conglomerado de individuos, individuas e individues que, por mucho Sánchez que sea Sánchez, tiene toda la apariencia de ser ingobernable, reúne en su seno todo tipo de tipos delictivos, tanto de índole ético-moral como incluso presuntamente penal.
Digamos para comenzar este repaso no exhaustivo, pues eso requeriría casi un periódico completo, de las características de la composición de este Gobierno que lo convierten, a imagen y semejanza de su hacedor y factótum, en dinamitador de la legalidad institucional y, me atrevo a decir, atentatorio contra la Constitución y un buen montón de leyes, que, eso sí, es un Gobierno muy preocupado por la familia.
Tenemos en él a una Vicepresidenta (lo digo así porque en Podemos no existe el género masculino) y una Ministra que son pareja y fecundos padres (o quizá debería decir madres).
También nos encontramos una Presidenta del Congreso de Diputados, nacionalista catalana del PSC, que permite que, atentando contra la Constitución y el propio Reglamento de la Cámara, diputados afines a ETA hagan impunemente desde el estrado apología del terrorismo e insulten gravemente a nuestras más altas Instituciones, entre ellas la Monarquía. Y a un Ministro de Justicia, diputado a la sazón del PSOE hasta ahora, que, cómo no, es la pareja de la Sra. Presidenta del Congreso, la misma que habrá de llamarle al orden cuando se pase del tiempo establecido para sus intervenciones. Todo ello de una innegable apariencia de respeto a la imparcialidad y ecuanimidad en el ejercicio de los cargos, todo muy democrático, y, sobre todo, muy familiar…
Todo queda en casa, que es donde mejor se está. Todo muy norcoreano… o muy bolivariano.
El ministro de Consumo (que nunca soñó llegar a más ni España a menos), el inefable Alberto Garzón, es un convencido hooligan ultracomunista y acérrimo defensor de todas las dictaduras de ese signo, que tiene en su despacho posters del Che Guevara, Fidel Castro y Chávez. A su lado en el Consejo de Ministros de los viernes, una Vicepresidenta económica teóricamente fiel a los dictados de Bruselas (y digo teóricamente porque la única fidelidad de estos ministros parece ser a la voz de su amo).
Pura coherencia.
En cuanto al Ministro de Universidades resulta ser un independentista catalán nacido en Albacete que, hace solo unos meses, llamaba nacionalistas furibundos al PSOE, nacionalistas de ultraderecha a Ciudadanos e insultaba a la judicatura española tachándola de estar sujeta al poder político y no ser independiente amén de, por supuesto, llamar presos políticos a los golpistas encarcelados y pedir furiosamente su excarcelación. A propuesta de Ada Colau y de su partido En Comu Podem pone la guinda por el imaginario “derecho a decidir” en este fantasmagórico Gobierno.
Los ministros de Podemos acuden los fines de semana junto a Bildu y Esquerra republicana a manifestaciones en Bilbao donde figura como máxima estrella invitada el etarra Arnaldo Otegi, para pedir el acercamiento a tierras vascas de los presos de esa organización terrorista, culpables del asesinato de más de ochocientas personas en España, entre ellas muchos socialistas, mientras el día antes se reúnen en la Mesa redonda a charlar con los compañeros de partido de esos asesinados sobre cómo romper España en mil trozos de la manera más sibilina posible.
La ministra de Hacienda, proveniente de ese régimen de partido único que ha sido Andalucía los últimos cuarenta años, un régimen viciado hasta el tuétano por la corrupción, y del cual ella fue Consejera de Hacienda, eso sí, sin enterarse de nada de lo que se cocía a su alrededor… promete subirnos los impuestos hasta asfixiarnos.
Y así podríamos seguir con cada uno de los sujetos y sujetas de este Gabinete y seguro se nos olvidaría algo, pues es interminable la relación de incompatibilidades manifiestas de los mismos, las mismas y les mismes con la decencia y la legalidad.
Pero merece atención especial la desfachatez o lo que vendría a ser en sevillano, el careto de cemento armao, del inquilino monclovita a la hora de nombrar a la Fiscal General del Estado para los nuevos tiempos de la política española….
No contento con haber hecho y mantenido en el cargo de ministra de Justicia a una señora que, amén de ser la “amiga entrañable” de un personaje tan sospechoso como Baltasar Garzón, se permitía, en cenas amistosas y regadas con buenos caldos con los comisarios más corruptos de nuestra policía, tachar machistamente de “maricón” a su compañero de Gabinete, el otrora Grande Marlaska, elogiar los métodos mafiosos y prostibularios del comisario Villarejo para extraer información privilegiada (“éxito asegurado”) o charlar animadamente sobre cómo fue testigo en un país tropical de los devaneos de varios jueces del Tribunal Supremo alternando con menores de edad… y tras su papelón como viuda negra en la vergonzosa ceremonia de exhumación de los restos de Francisco Franco y posterior inhumación en un lugar no elegido por la familia (en una flagrante y descomunal vulneración de sus derechos), la nombra, en el colmo de la falta de respeto, digna de república bananera, a la Justicia y las instancias que deben impartirla y, permítanme la grosería, cagándose en la separación de poderes y en Montesquieu, Fiscal General del Estado para que, ahora sí, lleve a cabo dócilmente las consignas de este Gobierno “dialogante” con los golpistas a las que no se plegó suficientemente la fiscal Segarra.
Es el signo de los tiempos, de estos nuevos tiempos de “acercamiento” y “desjudicialización” a que se comprometió el Doctor en falsedades, mentiras y engaños con sus socios de investidura y los precios a pagar son tan altos que toda mezquindad o atentado contra la soberanía nacional, la justicia y la igualdad entre los españoles tiene cabida.
Hace un tiempo titulé un artículo como “Vergüenza ajena” refiriéndome a la sensación que me generaba la contemplación asombrada de la egolatría y la ambición que no se detenía ante nada, ni siquiera el más elemental respeto a la verdad, del ahora Presidente de este Gobierno frentepopulista de España. El “distinguido” pasajero privilegiado del Falcón no cesa en superarse a la hora de saltarse con total impudicia todas las normas escritas y no escritas sobre los mínimos legales y éticos que debe cumplir un mandatario de su categoría y aún nos queda mucha ignominia por contemplar.
Esperemos que España, que ha superado tantas etapas oscuras de su historia, sobreviva a esta que, vive Dios, apunta a ser una de las más negras.