Ahora que no nos miran, déjeme, lector, plantearle una pregunta y medite antes de responderse: ¿Cree usted que si existiese alguna posibilidad real de cometer un fraude electoral el 4 de mayo, con cierto grado de garantía de convertirlo en irreversible, alguno de los dirigentes actuales estaría dispuesto a hacerlo?
Si su respuesta es negativa, acaba de ganarse por derecho propio un espacio en el cielo bendito de los inocentes y queda autorizado desde este año a celebrarlo y a recibir regalos y felicitaciones cada 28 de diciembre; día, fíjese, que es, además, la del aniversario de aprobación de la Ley de Violencia de Género, esa coyunda del fasciocomunismo con el hembrismo que se ha llevado por delante a tantos hijos, padres, abuelos y familiares inocentes.
Si su respuesta, en cambio, es la obvia, cualquier Tezanos de medio pelo estaría tentado de preguntarle a continuación en quién ha pensado o en qué orden de predisposición a hacerlo los situaría.
Nótese que la pregunta que le hago no dice que el fraude fuese indetectable y ni siquiera indemostrable, sino que por más que les pillaran con el carrito del helado resultase irreversible por múltiples razones: de tipo jurídico, político, fáctico o, simplemente, porque las pruebas no abarcasen la cantidad necesaria de votos para revertir una situación consolidada previa y provisionalmente. Es decir, esto es lo que le sucedió a Trump y lo que puede sucederle a este país a poco que se descuiden quienes han hecho caso omiso durante todos estos años a las advertencias.
No podrán acusarme a mí de haber denunciado un fraude electoral después de nueve años realizando un seguimiento todo lo exhaustivo que me permiten mis obligaciones o mi hartazgo, pero sí me habrán leído y escuchado, algunos muchas veces, que las fallas del sistema están abiertas y disponibles para aquel que quiera y sepa usarlas.
No me hagan pronosticar lo que pueda sucederle a quien aparenta que tiene ganadas estas u otras elecciones, porque puede ocurrir o no, y lo que digo en relación con este asunto no es un pronóstico ni una profecía, sino apenas la conclusión lógica de que si algo nefasto es posible que suceda, terminará por ocurrir un día, porque se dan las circunstancias para ello y nadie se preocupó de taponar las rendijas. Lo estamos viendo ahora. Y es la enésima vez.
Algunos no perciben que a menudo resultaría muy difícil transformar el vino en agua, pero no lo es tanto volcar la cantidad de agua suficiente para que aquello tome otro color y cambie de sabor, y les pongo dos ejemplos:
a) En las elecciones andaluzas de 2012, con el candidato Javier Arenas, el PP obtuvo por primera y única vez la victoria en unas elecciones en la comunidad autónoma. Se quedó muy cerca de la mayoría absoluta, a pesar de que las encuestas le otorgaban una mayoría sobrada para gobernar en solitario. El vehículo que transportaba al PSOE se quedó colgado al borde del abismo, como en las películas de Indiana Jones, así como cuando un pájaro se posa en un extremo o en el otro y puede salvar o arruinar a sus pasajeros. IU acudió en su apoyo y se despeñó Javier Arenas, ya saben. Con Moreno Bonilla, recuerden, el PP no fue la fuerza más votada, ganó el PSOE, pero logró formar gobierno con los apoyos de C’s y de VOX. Creo que aquel día, la primera vez que VOX accedía a un Parlamento (¡y con 12 diputados!), los del partido verde dejaron de interesarse por las fallas del sistema…
b) El segundo ejemplo es, quizá, tanto o más interesante. En la repetición de las últimas elecciones generales, Pedro Sánchez se quedó muy lejos de la mayoría absoluta, lo que a muchos pudiera parecerles una demostración de la limpieza de los resultados, pero observen que no se quedó tan lejos de obtener, con los apoyos más impropios, la mayoría suficiente para formar un gobierno en cabestrillo. Otro gallo habría cantado con apenas unos cuantos diputados menos, así que su importante carestía de votos de aquella vez no arruina por completo la hipótesis que contemplamos.
¿Acaso digo con esto que hubo fraude? No, en absoluto, pero sí señalo que entonces, como ahora y desde hace veinte años, la Ley no se cumple. Y si no se cumple, cabe cualquier cosa porque sólo dependerá de su respuesta del principio: “¿Cree usted que…?”, etc.
He narrado muchas veces que, incluso con todo a tu favor, con las normas llenas de agujeros, con las JEP practicando una dejación insensata de sus responsabilidades y con una empresa a tu servicio recontando votos, meter un pucherazo al estilo de Maduro cuando todo en el ambiente, además, regurgita lo contrario, como ocurre en estos momentos en España, cantaría La Traviata y nos metería de lleno en las trifulcas bananeras o andinas que disfrutan los países con líderes comunistas enseñoreados en el fango y meándose en la democracia al estilo de Pablo Iglesias, que no ha dudado nunca en proclamar que su objetivo es la dictadura del proletariado y que si utiliza la palabra democracia es sólo porque lo otro tiene mala venta y le conviene usurpar el término burgués para pudrirlo como un pequeño Fidel Castro, aunque luego imposta y se lo hace todo encima como una damisela tierna por unos cartuchos en un sobre.
Recuerden que no se trata de transformar una barrica de Vega-Sicilia en un recipiente de agua clara, límpida e insípida, sino de aguarlo un poco para que los paladares menos exigentes apuesten que el contenido de la barrica no ha sido pervertido. Resultará opinable…, pero el vino que lleve Asunción en ese caso no será blanco ni tinto ni de otro color. A muchos les sabría a gloria.
Me sorprende, sí, la aparente pasividad o ingenuidad de quienes prefieren creer que nada de esto es posible, pero yo afirmo que Correos ha anunciado lluvia y que la barrica de vino está cuajada de agujeros.
Por el momento, la pluviometría de Correos nos ha alertado de que hay ya 235.696 votos acumulados (un 42,8% más de voto por correo que en las elecciones anteriores) y el plazo se termina el día 1 de mayo; es decir, aún caben más sorpresas y ayer describí aquí mismo algunos de los buracos que se acumulan en el recipiente.
Súmenle a ello otro voto por correo, el que viene desde el extranjero, conocido como CERA (Censo Electoral de Residentes Ausentes), y que se computará más tarde. El número de posibles votantes madrileños en esta situación era entonces de 307.406, de los que una cantidad no del todo desdeñable de 25.286 ejercieron entonces su derecho, un apartado en el que los más votados fueron Más Madrid con 3.451 votos, seguido del PSOE con 3.249 y Ciudadanos con 3.174. Cualquier incremento y posibles variaciones pueden dejar a Indiana Jones en el fondo del abismo. Está en manos de Correos, pero, parafraseando a Sánchez sobre la Fiscalía General del Estado: “¿De quién depende Correos…? Pues ya está”.
Con esos cerca de 600.000 votos en el alero soy casi capaz de otorgar la Presidencia de Madrid al Partido Animalista.
He dicho.
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