Del mismo modo que en un anterior artículo traté de analizar la deriva ideológica que seguiría el PP de la mano de Feijóo, en esta ocasión pretendo hacer lo propio respecto al equipo designado en el Congreso Nacional que en estos días ha celebrado en Sevilla y que por aclamación (como pretendía) el presidente gallego ha sido entronizado como líder, ya que las personas que le rodean son incluso más importantes que la principal autoridad del partido por la fuerte influencia que tienden a ejercer sobre ésta, de modo que los nombres elegidos tienden a apuntalar la deriva que ya denuncié.
Como secretaria general ha sido nombrada Cuca Gamarra, la misma que sustituyó a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso, ya que en contraste con ésta, representa un perfil acomodaticio cuya principal diferencia radica en su apoyo a una Ley de Violencia de Género que socava derechos fundamentales como la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia, motivo por el que incluso socialistas históricos como Guerra y Leguina se oponen a ella mientras que el PP, en contra de lo que opina no sólo buena parte de su base social sino de sus propios representantes, se abona a las tesis de la izquierda tachando de extremistas a aquellos que cuestionan el discurso oficial. Bajo esa misma lógica, ¿la extrema-derecha también sale del PSOE?
Como coordinador general ha designado a Elías Bendodo, mano derecha de Juanma Moreno, que se ha caracterizado por hacer bandera del andalucismo y de llevar a cabo una política de fichajes procedentes de un partido nacionalista de izquierdas como el PA, en línea con su partido, que se proclama andalucista, galleguista o catalanista dependiendo de la zona en la que hable, en lugar de defender por igual a todos los españoles, lo que contribuye a extender la insolidaridad entre ellos.
Como presidente del Comité de Derechos y Garantías del partido ha nombrado al expresidente extremeño Monago, un populista que se mueve a golpe de encuestas y que en su día llegó a ser apodado “barón rojo”. No en balde, abogó por subir los impuestos a los terratenientes, recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio, incumplió su promesa de derogar el Impuesto sobre Sucesiones y restableció la Tasa de Depósito Bancarios del socialista Ibarra, una medida demagógica que perjudica al ciudadano corriente, a quien los bancos acaban repercutiendo el tributo en la práctica mientras se negó a subir el IVA cultural, que en la práctica no es más que una denominación propagandística por el que un sector tan subvencionado como izquierdizado trata de ganarse a base de falacias el apoyo popular, porque, ¿acaso son cultura las películas de Torrente?
Ese mismo Monago izaba la bandera gay en las instituciones y apoyaba el aborto manifestando que “no se podía obligar a ser madre a una mujer”, cuando ya lo es al empezar la vida desde el mismo momento de la concepción como señala la ciencia, de modo que la elección que ofrecen a la mujer los partidarios del aborto es si realmente quieren a su hijo vivo o muerto. Por otro lado, apoyó que la Seguridad Social cubriese las operaciones de “cambio de sexo” mientras sigue sin sufragar el dentista y determinadas operaciones quirúrgicas.
Con estas credenciales, no nos debe extrañar (como recogió Elentir en su día) que Monago manifestase que estaba dispuesto a sentarse con Podemos para negociar futuras alianzas de gobierno, pero no con VOX porque le “daba miedo”, evidenciando que prefería al partido de alguien que entraba en una herrikotaberna en tono elogioso con ETA sobre el partido de Ortega Lara.
Entre los miembros de la nueva Ejecutiva también destaca Ana Pastor, que en su día votó a favor de la reprobación de Benedicto XVI por sus declaraciones sobre el preservativo en África, todo un atentado contra la libertad ideológica y de expresión que va en línea con la vena liberticida de la izquierda española, con la que en este caso comparte su anticlericalismo, algo que deberían tener presente los católicos de misa diaria que siguen votando al PP, ya que su propio partido los quiere conducir al barrio rojo de Ámsterdam, a lo que se suma que en su día la exministra legalizó la experimentación con embriones, convirtiendo en un medio al ser humano más indefenso: el que se encuentra en fase de gestación.
Otro nombre que llama la atención de esa Ejecutiva es el de Margallo, un izquierdista reprimido que en la etapa de Rajoy actuó en la práctica como ministro de Asuntos Catalanes, haciendo la mayor concesión que el separatismo ha recibido: ser tratados como un país extranjero al recibir respuesta del ministro menos indicado por la cartera que ostentaba como es la de Exteriores, llegando a debatir con Junqueras en televisión, fruto de su ego exacerbado y su afán de notoriedad.
No obstante, el nombramiento más indignante ha sido el de Iñaki Oyarzábal, el mismo que ha tratado de normalizar políticamente al brazo político de ETA mientras tachaba de “extrema-derecha” a Mayor Oreja y de “radicales” y “ultras” a las asociaciones de víctimas del terrorismo. A tenor de sus declaraciones parece que prefiere la compañía de Otegi, con quien aparece fotografiado mientras comparten risas, algo que no deja de ser repugnante tratándose del partido bajo cuyas siglas fueron asesinados Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez.
Con estas credenciales, se puede constatar que la nueva Ejecutiva del PP se nutre de políticos líquidos, sin principios ni convicciones en el seno del partido que históricamente ha sido la casa común de liberales, conservadores, democratacristianos y aquellos que simplemente eran de derechas, motivo por el que siguen teniendo muchos votantes de esa tendencia cuyos principios no están representados por una cúpula llena de centristas, relativistas, progres y socialdemócratas que consolida el giro que dio el PP en el Congreso búlgaro de Valencia de 2008, sólo que esta vez Bulgaria tiene como capital Sevilla, ya que Feijóo, a diferencia de Casado, va de frente y nadie puede alegar engaño, presentándose desde el principio como un legatario de Rajoy.
Muchos tendrán que hacer caso al consejo que el expresidente dio a liberales y conservadores al enseñarles la puerta de salida porque el PP hace mucho que dejó de ser su partido.
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