El chapucero desbrozo

 

No hace mucho que les escribía acerca de la Avenida Trabajadores inmigrantes (antes, Pedro Gual Villalbí) y su lamentable estado, en lo que a la suciedad, la deteriorada pavimentación en la medianía y esas magníficas mini selvas que adornaban los alcorques se refiere. Pues bien, parece que la porquería o mierda (que es palabra más fina) está encontrando su solución a base de lo que ya denuncié en su día: más intervención de Lipasam y de manera intermitente a lo largo de la jornada, porque toda la zona que rodea a esta avenida es de una particularidad manifiesta en cuanto a la ciudadanía que habita en la misma.

Faltaba por eliminar esa abundancia desordenada de ramaje que rodeaba a los árboles. Y he aquí que desde hace un par de semanas se vienen realizando las tareas correspondientes para ello. Pero ante mi sorpresa, en uno de mis paseos con “Miss Daisy”, observo que, efectivamente, la abundancia de maleza ha desaparecido. No obstante, dentro de los alcorques (y aquí me pongo el monóculo) se ha quedado un montón de ramitas o tallos que la moderna maquinaria no ha podido arrancar y que siguen sin dejar ver la tierra primaria que adornaba a la arboleda, mostrándose de nuevo al mundo el modelo de abandono de siempre.

Como bien comprenderá quien maneja la barca de Parques y Jardines, el residente quiere que el trabajo esté bien hecho, que para eso paga sus impuestos como mandan los sagrados cánones. Así que, amigo barquero, falta rematar la faena. Es decir, queda arrasar con los restos del desbroce y que las escobas de Lipasam funcionen a pleno rendimiento dejándonos estos cuadraditos como una patena. Que si también, de vez en cuando, se le aplica al acerado un buen riego con agua a presión, pues cumplieron, señores míos, con su obligación, que no es otra que la de procurar el bienestar social de los ciudadanos. ¿Verdad que hablamos el mismo idioma, alcalde?

Lo dicho. Quiero para la Avenida Trabajadores Inmigrantes un trato digno, un cuidado adecuado en el tiempo que permita al habitante del enclave y al viandante cotidiano recuperar la confianza en un paisaje que otrora brillaba con luz propia. Quiero que cuando se vayan a ejecutar determinadas obras, cuando se añadan o se quiten aquellos elementos que afecten al mobiliario urbano, por ejemplo, se  efectúe lo que se denomina una consulta mínima o máxima al vecindario. De esta manera, todos quedaríamos satisfechos y trabajillos como el que relato no tendrían por qué aparecer en pantalla alguna. En este caso, con el cartel puesto de “El chapucero desbrozo”.




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