Un servidor se honra de ser Funcionario de la Junta de Andalucía y reconoce lo malo y lo bueno de su trabajo.
Lo malo es que, por las funciones que ejerzo, me hallo situado en la mismísima frontera con el ámbito político. Territorio comanche en el cual se encuentra la cruz de cualquier funcionario que se precie.
Poco ha cambiado la administración de dos siglos atrás hasta la fecha. Accedían al gobierno los liberales y ocupaban los cargos directivos de la administración que ostentaban los conservadores. Y viceversa. Llegaban al poder los conservadores y desmantelaban la estructura administrativa de los liberales, trincando sus puestos.
Pensaba que me había librado de la pesadilla del régimen del Susanato (de Susana Díaz), donde enchufaron en puestos de dirección a todos los colegas enchufables. Pero resulta que el cambio va a ser que no. Que la llegada al Gobierno Andaluz del Partido Popular y de Ciudadanos es más de lo mismo.
Ahí tenemos los cargos de Directores Generales, Secretarios Generales Técnicos y demás puestos de libre designación, copados por amigotes de su cuerda que no conocen, ni de refilón, el funcionamiento de la administración, pero que no se cortan un pelo para meter sus zarpas en asuntos que habrían de ser resueltos con la profesionalidad que solo puede aportar el personal funcionario. Igualico, igualico que la tita Susana. ¿O no?
Colocados del PP y C’s en cargos de dirección, que atenderán a la voz de su amo aunque ello suponga contradecir frontalmente la legalidad, metiéndose en contramano si hace falta para conservar su sillón e impidiendo, de paso, la promoción profesional de los funcionarios de carrera, los más legitimados para ejercer los cargos que les birlan los que tanto hablan de cambio.
Esto es lo malo de mi trabajo. Lo bueno es que conozco su inglés y no me la dan con queso. Gato escaldado del agua tibia huye y no me creo de la Misa la media, sobre todo cuando dan el sermón los mismos que han tomado al asalto la administración tras resultar victoriosos en las elecciones, cual si fuera su botín de guerra.
Esta es mi cruz y la de tantos de mis compañeros, que tras partirnos un cuerno para sacar unas oposiciones, advertimos la desvergüenza de quienes ocupan puestos de estructura por todo el morrazo, antes con carnet del PSOE y hoy con el del PP o C’s. Es igual.
Hablamos de cruces. Como la cruz junto a la Iglesia de Las Descalzas en Aguilar de la Frontera y que, desde hace décadas, fue desprovista de cualquier acepción política. Una sencilla cruz que, por un acuerdo del Pleno municipal de 1982, fue considerada como un elemento privilegiado para restañar heridas entre los dos bandos enfrentados en la guerra civil, habiéndose celebrado junto a ella diversos actos de reconciliación y de homenaje a todos los caídos. A todos.
Pero la Alcaldesa, cortita con sifón de garrafón y talibana heavy, presentó ante la Comisión Provincial de Córdoba de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta, un proyecto de remodelación urbanístico que incluía la retirada de la cruz, alegando que vulneraba la Ley de Memoria Histórica porque fue erigida durante la dictadura de Franco.
Los funcionarios de la Comisión entendían, con buen criterio, que en su informe debía hacerse referencia a que la cruz no se hallaba dotada de una protección especial como Bien de Interés Cultural, por lo que el Ayuntamiento ostentaba competencia plena para quitarla. Pero insistían en que, puesto que la Alcaldesa se amparaba en la Ley de Memoria Histórica, el informe también debía expresar que la cruz era totalmente acorde a la legalidad vigente, al hallarse exenta de simbología franquista.
Esta simple expresión, deslizada en el informe, hubiera sido suficiente para que a los asesores de la Alcaldesa se les pusieran de corbata y para que a ella le entrase el canguelo, que perra ladradora poco mordedora. Seguro que así, con esta breve y contundente afirmación en el informe, la Alcaldesa hubiera dado marcha atrás en el derribo de una cruz que es signo de la identidad y del alma de Aguilar de la Frontera.
Pero la sombra del mangoneo político es alargada. Los comisarios del PP metieron sus narices en la Comisión y dijeron que cuidadín. Que el informe no tenía que levantar la liebre. Que la memoria histórica es terreno pantanoso y hay que pasar de puntillas, poniéndose de perfil para ser políticamente correctos. Que había que maquillar su texto. Así que mejor se quita la última frase, no vaya a ser que digan que los del PP son unos fachas.
A pesar del lógico cabreo de los funcionarios, el filtro político censuró la frase y la eliminó, de modo que la Delegación Territorial de Cultura y Patrimonio Histórico de Córdoba autorizó la propuesta del Ayuntamiento, sin mención alguna a la plena legalidad de la cruz.
El diablo se esconde en los detalles. Quien calla otorga, que el silencio da alas al mal. De modo que la Alcaldesa, con la fe de Lucifer basada en el odio a la bondad y la belleza que representa la cruz, ordenó derribarla a toda prisa y llevarla a un vertedero, haciéndose la sueca cuando las monjas le pidieron solo un trozo de la misma, para conservarla como recuerdo.
Y de nuevo tiene que ser el pueblo, a base de echarle redaños, el que, a falta de la altura de sus gobernantes, lleva una cruz de madera al mismo sitio del que Belcebú arrancó bestialmente la otra.
Es el pueblo el que se indigna, el que consuela a las Hermanas y el que reza, mientras que el Delegado del Gobierno de Córdoba sale en los medios de comunicación para defender a sus compadres de sillón trincado en la Junta, con unas declaraciones de chichinabo y de paripé que ya no se las cree ni el que asó la manteca, asegurando que la Junta de Andalucía no ha podido hacer nada, nada de nada. Y de la pena tan grandísima que le da ver a la cruz en el basurero. Y bla, bla, bla …
Como en la película de El padrino, cuando los mismos mafiosos que han permitido que le den matarile a un vecino, se presentan en su funeral con el ramo de flores más hermoso, lagrimita incluida, qué bueno era, cuánto lo queríamos y tal y tal. ¿O no?
Somos muchos los que, aunque no comulgamos con las ruedas de molino de un Gobierno Andaluz ausente de valores, esperábamos, sinceramente, que apostase de veras por el cambio que predicaban y que demanda Andalucía. Sin embargo, episodios como este evidencian que el equipo de gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla ha aprendido, a velocidad de vértigo, de las artes de trilera de la maestra Susana.
Soy Funcionario. Detrás de los papeles se albergan expectativas, proyectos, ilusiones, necesidades, Hermanas Descalzas, cruces … De modo que si no saben, no pueden o no quieren dar la batalla cultural que la gente nos demanda, tengan vergüenza y váyanse.
Que con sus caídas al vacío como con la de la cruz, arrojada a un vertedero por su pasividad, sus maneras y actitudes se parecen tanto a las de Susana Díaz que hay que ser un verdadero experto para diferenciarlos a ustedes de ella, parafraseando a Oscar Wilde.
Si van a seguir así, conservando a sus adláteres en los cargos estructurales de la administración y sin que nadie presente su dimisión por hechos como el expuesto, tengan al menos vergüenza, den paso a otros representantes públicos y váyanse. No les pedimos que se vayan a un vertedero. Sencillamente que se vayan con viento fresco, o con la música de cambio y gaitas a otra parte. Pero no reediten el segundo capítulo del Susanato. Antes de llegar a ese extremo, váyanse. Por favor.
Pepe Rodríguez Hervella: perrogrifon1965@gmail.com
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