Así se viene jugando con este pobrecito país y sus resignados ciudadanos desde marzo de 2020, fechando a voleo el asunto, en uno de los años más negros y escabrosos que hayamos tenido en mucho tiempo. Que escribo lo de negro, ya que otro color es que no se le puede aplicar a un lienzo que aunque se le intente blanquear, el negro mate y sucio es lo que predomina. Y escabroso digo, porque ya está resultando peligroso el cúmulo de despropósitos de todo tipo que estamos padeciendo.
No es de recibo que se esté maleando nuestra salud de esta manera tan vergonzosa, por parte de quienes tienen la ineludible obligación de velar por ella. Y no me refiero, precisamente, a los que entre sangre, sudor y lágrimas, se juegan el tipo a diario en los centros de salud, hospitales, residencias de ancianos, en la misma calle los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de cuando el virus chino machacaba sin contemplaciones, el voluntariado en general y la figura de los farmacéuticos a los que nadie nombra.
Resulta amoral y de una golfería extrema, el desconcierto tan brutal al que se ha venido sometiendo a la población y el comportamiento indigno en ello de tanto político suelto y amarrado. Y es que en el redil del Congreso de los Diputados, que al Senado ni lo nombro, se puede asistir de manera gratuita lo mismo a una comedia que a una tragedia, con el acicalado elenco de actores interpretando los papeles de sus respectivas vidas (un hatajo de párvulos) sin importarles lo más mínimo el goteo incesante de muertos, que en las afueras de los leones son la realidad nuestra de cada día.
Al cruce de acusaciones para ver quién confinaba mejor antes, para ver quién restringe ahora de la forma más adecuada, podría añadirse la carrera de los 100 metros lisos en la aplicación del mayor número posible de vacunas con los altibajos que las mismas han generado metiéndosenos el miedo en el cuerpo a cada momento. Poblaciones que van de una fase a otra en una danza macabra. Que ahora el poder de decisión lo ostento yo solamente, y más tarde se lo cedo a las distintas autonomías… El poder, ¿se dan cuenta? Mientras, el olvidado y sufridor habitante de a pie expuesto, cual pelota ligera, a los paletazos de unos y de otros como en el pimpón.
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