Ahora resulta que, de los casi 700.000 habitantes que tiene la ciudad de Sevilla, la mayoría de ellos (o sea, de nosotros), sin contar los setenta y cinco mil parados que hay (ya son parados), trabajamos en la industria en su sentido más puro, que es la que tira de la capital.
El Puerto de Sevilla. Ríanse ustedes del de Barcelona, Cádiz, Las Palmas, Málaga…Para transporte portuario el de Sevilla. Para eso está en la posición décimo séptima de un total de cuarenta y cinco. No el primero ni el segundo ni siguiera el quinto: el décimo séptimo.
Y la agricultura. Que tenemos unos campos fantásticos que sólo dan riqueza en exportación a mansalva, en la mismísima ciudad, que no saben osados lectores, lo que da de sí el cultivo del romero de la Constitución para hacer ambientadores y el de la naranja amarga. Hombreeeeeeee, ¿a que no lo habían pensado? Pues todos estos señores que se quejan del turismo en la ciudad, seguro que sí, que lo tienen todo calculadísimo para atreverse a decir que el turismo se está cargando Sevilla. Del turismo no vive Sevilla. Es por eso que ahora estamos más en contra que nunca de la proliferación de hoteles y de pisos turísticos. Pobres propietarios de los pisos, parecen delincuentes.
¿Qué usted quiere ganar dinero en Sevilla? Pues anda que no hay formas de hacerlo, cualquiera menos meterse en el alquiler turístico, porque lo que usted está haciendo en realidad es, dañar los monumentos, el ambiente, a la ciudad de los cuatro mil bares (que es el único negocio que triunfa) ¡Ah! Y los funcionarios, eso también es una forma segura de ganarse el sueldo todos los meses. Que además un diecisiente por ciento de la población sevillana es funcionaria (tela ¿eh?) Deben de ser estos funcionarios los que se quejan del turismo y les molesta cuando salen a desayunar porque tardan más en atenderle los “bartenders”. Aunque verán, yo creo que no, porque los funcionarios son los más listos de todos. Pero ¿saben qué?; si no lo saben se lo digo yo. Casi el veinte por ciento de los ingresos de Sevilla capital proviene del turismo. Sí. El turismo. Esos forasteros que tanto nos molestan cuando vienen a invadirnos porque no los necesitamos para nada, porque lo único que hacen es apoderarse de “nuestro” espacio. Porque si no vinieran, estaríamos todos dispuestos a visitar los días pares la mitad de la población en primer lugar, tempranito, los Reales Alcázares pagando sus 9,50 euros (ya dejaría de tener vigencia lo de gratis para residentes en, nacidos en o mayores de…), y a continuación por proximidad, apoquinar 8 euritos más por subir a la Giralda, que nos íbamos a ahorrar también el gimnasio porque se nos iban a poner las piernas como decía aquella canción de las chicas en San Francisco, de tanto subir y bajar cuestas. Como les digo, sería los días pares, porque mientras, la otra mitad de la población se organizaría para seguir facturando y mantener todo el patrimonio, las iglesias, los santos, la Semana Santa, la Feria, pagar a los funcionarios, ahorrar para que trinquen los de los EREs, y que no venga ningún visitante a quedarse en un pisito turístico, o que hagan hoteles en zonas que se están cayendo a pedazos, porque lo moderno en Sevilla, no cabe. Que no pernocten, que no. Que eso sería peor que venir y marcharse en el día con un bocata en la mochila y una lata de “KAS, que refresca más”.
Ya vale de tanta mamarrachez. Que cada vez es más fino el papel de fumar con el que nos la cogemos.
¿Quieren ustedes decirme qué es Sevilla sin turismo en el centro y no tan en el centro? Y no me digan que sería una maravilla porque eso es solo la lluvia en Sevilla, porque lo que sería es una verdadera ciudad fantasma, más que aquellas del oeste en Almería. Se iban a terminar todas las quejas por la apertura de tanto bar de diseño e iban a empezar las lamentaciones por el descuido monumental y la arquitectura de Aníbal González (“¡Ay que ver con lo que tenemos aquí y que no lo explotamos…!”)
Que no estamos contentos con nada, que no vemos más que la paja en el ojo ajeno, porque de todos esos quejosos, quiero ver yo cuántos salen de Sevilla en vacaciones, ya sea para ir a la playa, a la montaña, al pueblo o al río, porque más porculito darán ellos allá donde vayan que los turistas, que nos mantienen la ciudad en pie.
Así que, dejen que cada uno se busque la vida y se la gane como le dé la gana, ya sea vendiendo turrón en la Avenida de la Constitución o alquilando un piso monísimo y más cómodo que un hotel, a unos guiris.
Ya verán como lo único que tenemos, como buenos catetos en Sevilla, nos lo dejamos estropear, por puristas. Y por gilipollas.
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