Como soy de naturaleza provocador, no se me ocurrió otra cosa hace unos días que contestar, dentro de la jungla de Twitter, a todos los que escriben sus publicaciones en catalán y fardan de independentistas con una frase para ellos mortal de necesidad: Cataluña es España. Y he aquí, que la manera de contrarrestar del personal no ha podido ser de lo más variopinta.
Respuestas de todos los colores, oiga. Algunas hasta con dibujitos en movimiento y otras sin movimiento. “I Andalusía África”, me dice uno. “De moment”, me dice otro. “de moment i a les balears temps al tems!”, otro. Pero la contestación que más me ha llamado la atención ha sido la de una tal Amparo: “En dos generaciones se calcula que Cataluña será de mayoría musulmana, por demografía, porque los catalanes apenas tienen hijos. No soy racista ni xenófoba y respeto el Islam, es así”. Y abunda en otro tuit: “En 2080 ya muchos no estaremos aquí para verlo, pero seguramente veremos los inicios. Tal vez entonces Cataluña sea un Estado independiente”. El resto de actitudes, las de los de siempre: fanáticos sin porte escupiendo odio.
Es curioso, cómo de un melón se pueden sacar tantísimas tajadas. Aunque, tal y como están las cosas en este momento en esta pobrecita nación, de cualquier asunto saltan chispas de inmediato cuando se acerca el soplete con descaro. A mí ya me da igual, mire usted. A ciertas edades, mis queridos lectores, los espantos están más que curados. Así que no me importa nada el que me señalen con alguna nota denigrativa. Y mucho menos, siendo la causa mi réplica en Twitter a determinados plumíferos cuando les escribí lo de que Cataluña es España.
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