Carmen Calvo y Montero, con la tinta de una gallina y la pluma de un calamar…

El hermano del experto jurista Iñaki Gabilondo (el mismo que sostiene que el PP no cumple la Constitución, pero sí los niñatos de Podemos) sostiene que muy mal Isabel Díaz Ayuso; pero del gobierno de Sánchez, del mismo color que aquel del que él mismo formó parte como ministro, no tiene nada que decir.

Es extraña esa perspicacia que permite discernir que el edificio se derrumbó por el excesivo peso de los primeros escalones y no por los tres mil restantes que componían la escalinata. Ya saben, es como el tipo que vomita después de una noche de una docena de gin-tonics gañote abajo y culpa de su resaca al último que se tomó porque sugiere que le echaron garrafón. La culpa fue del hielo. O de los panchitos, que estaban maníos.

Pero debe ser que el hermanito de Gabilondo, el que recibía las órdenes de crispar de Zapatero ante unas elecciones igual que el 11-M, tiene en casa un cuchillo de obsidiana, como los que sacan en “Juego de tronos”, con el que decapita y borra de la faz de la tierra a los muertos vivientes (53.000 y subiendo) que rodean a Sánchez como si fuese el “caminante blanco” que los lidera.

Allá va Sánchez, con los ojos inyectados del azul eléctrico del mar que se ha traído de La Mareta y de Doñana, lanza en ristre y con cara de madera para abultar en el plasma otra de sus retahílas de engañifas y embustes.

Sánchez volvió de sus vacaciones con la estrategia en el bolsillo lateral de su maleta de “Hello Kitty”, en la cual figuraba arrojar lejos de sí cuanto antes toda responsabilidad relacionada con la gestión de la pandemia, que eso es cosa minúscula y ya poco exprimible, para ponerse a toda mecha, por indicación de Iván Redondo, en otros asuntos de verdadero calado, como la aprobación de un presupuesto con el que envilecer y envilecerse a tope o unas cuantas leyes como torrijas chorreantes, del tipo de las que se le ocurren a Carmen Calvo o a Irene Montero.

La Calvo y la Montero (también la Marisú, claro) cumplen a rajatabla la misión encomendada de comportarse como los calamares y los pulpos, hollando de tinta cualquier rastro anterior a una de sus ocurrencias.

Si a Iglesias lo ponen contra las cuerdas judiciales por sus mangoneos financieros, por sus cloaqueos variados o por sus concubinatos en la cumbre del nepotismo machista, ahí sale la Montero (Irene) y lanza sobre la mesa de la actualidad alguna mamarrachada pretendidamente jurídica sobre las miradas y las lascivias prepotentes e imaginadas, que deben ser del mismo tipo de las que ella usaba cuando se zumbó, sucesivamente, a todo alto cargo de su partido que se le puso por delante en su meteórica carrera hacia el trono de hierro.

Y cuando a Sánchez le acogotan las cifras de contagiados y muertos, la economía se le desploma, se le derrite entre las manos, la Fiscalía lo infecta todo con su inacción o un pésame a los asesinos le resulta inconveniente y le traiciona, el choco que es la Calvo se presiona la glándula de tinta espesa y tiñe el agua con una niebla opaca de difuntos y abuelos presuntamente asesinados o que asesinaron, no se sabe nunca, o saca de paseo el fantasma de Franco, al que tiene amarrado con una cadena en el sótano del Ministerio como la khaleesi Daenerys tenía a sus dragones en las mazmorras de Invernalia. Y ahí se acaba todo.

Con la tinta de una gallina y la pluma de un calamar (¿o era al revés?), voy escribiendo por las esquinas, ay yo te quiero cada vez más…, cantaría Carmen Calvo con su conocida elocuencia gárrula, disléxica y obliteradora.

A mí me maravilla la claridad de Iglesias cuando habla con esa retórica, barroca y cripticista pero que se le entiende todo. Por ejemplo, cuando señala que el IVA para la Botín es el mismo que para mí, porque lo que dice ahí es que el Estado se tiene que quedar no sólo con mi dinero, sino también con el de los que más tienen, porque el dinero público no es de nadie (tesis socialista de la Calvo), pero el privado, según el comunismo de garrafa de los echeniques y los monederos, tampoco.

O bien, cuando apunta el marqués del Kung-Fu y sultán de sus concubinatos, que esta crisis debe servir para que surja una nueva élite empresarial, pues ese fue siempre el verdadero objetivo del PSOE (véase el caso de Andalucía), el de sustituir el Gotha de la vieja burguesía de los apellidos por los nuevos ricos de la dirigencia socialista acunada entre sus filas.

La diferencia estriba en que el comunismo no aspira sólo a ocupar las categorías intermedias de la alta burguesía de manera distraída como ha hecho el PSOE durante 40 años en la tierra nuestra, sino que apunta más arriba y apela a destruir la casta más casta, porque lo que busca es ocupar los palacios y alcurnias de la aristocracia, incluso apunta al Rey de España. Fuera miserias.

He dicho.




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