Algo más que la crónica de un genocidio

Hay libros que, por recientes, nos incitan a un obligado comentario, otros no importa el tiempo que pase, están ahí para increparnos y han de ser puestos en el candelero para ejercicio de la conciencia. Ruanda, cien días de fuego, pertenece a esta segunda categoría. Su autor, José María Arenzana, un destacado periodista de Canal Sur y Sevillainfo, entre otros medios, fue enviado como reportero al conflicto de Ruanda en 1994, si bien antes ya había cubierto los de Sudán y Eritrea.

De todas la guerras que hubiese seguido un telespectador del momento, habrá de coincidir conmigo en que la contienda ruandesa, con su paralela crisis humanitaria, marcó un hito en lo hasta entonces presentado por los medios de comunicación. Los que más y los que menos, habíamos sido testigos de anteriores escenas de guerra, refugiados, hambrunas y matanzas. Pero, posiblemente, nada que se pareciera al horror que se desató en Ruanda. Tal fue el grado de brutalidad y de ensañamiento en el exterminio de la minoría tutsi por parte de la mayoría hutu, que José María Arenzana lo describió así en la contraportada: “La tarde del 6 de abril de 1994 alguien olvidó cerrar las puertas del infierno y todos los demonios se adueñaron de Ruanda durante 100 días, con sus noches”.

Como habitual de la televisión a mediodía, las imágenes ofrecidas por los telediarios me supusieron una conmoción suficiente como para evitar el tema tanto en la televisión, en mis lecturas e incluso en mis pensamientos. Fueron necesarios unos cuantos lustros para poder ver con cierta naturalidad las películas Hotel Ruanda o Shooting dogs, basadas en el conflicto al que nos referimos. Apenas me había atrevido a buscar información sobre la génesis y el desarrollo de aquella guerra, que aún perdura, por cierto. Aunque esto último sólo lo supe después, gracias al testimonio de Pepe Arenzana.

Antes de adquirir el libro tuve mis dudas, no sabía si realmente quería saber, así que viví su promoción con cierta inquietud. Un libro elaborado por un testigo directo debía ser, necesariamente, menos amable en la presentación de los hechos que una película destinada al gran público. Recientemente había conocido al autor por medio de las redes sociales, me habían atraído sus artículos de prensa y por ello me resultaba ruin obviar la lectura de su libro, no prestar atención al intento de exorcismo de su descenso a los infiernos.

Recobrada un tanto la entereza me sumergí en el trabajo del reportero sevillano y, a día de hoy, puedo asegurar que, a pesar del horror de lo que narra, se trata de un texto impecable, una joya en lo que a información y documentación se refiere. Al gusto de las novelas clásicas del siglo XX, el autor nos cuenta, de manera alterna en los capítulos, por un lado los hechos ocurridos en esos 100 días de fuego. Por otro lado nos ilustra con los antecedentes históricos, los perfiles antropológicos, el espacio natural y, en mi opinión una de las claves de esta obra, los actores de la escena local e internacional. Esta documentación, en mi modesta opinión, supone una de las claves del éxito de este libro. Es aquí donde nos llevamos la verdadera sorpresa, la necesaria epifanía para el confiado en los medios de comunicación. José María Arenzana muestra la tramoya de la tragedia y desenmascara a los encumbrados protagonistas del teatro internacional, descubriendo sus miserias, traiciones, ambiciones y errores. Quien más, quien menos sabía que Naciones Unidas dejó abandonado al país a su orgía de machetazos, violaciones e incendios, a pesar de las protestas y del informe de Romeo Dallaire, comandante al mando de los cascos azules. Quién podría imaginar que Kofi Annan, responsable de la misiones de paz de Naciones Unidas, que años después recogería el premio Nobel de la Paz, dio orden de no intervenir, impidiendo así el muro de contención del desastre.

El libro Ruanda, cien días de fuego, opera como una caja de Pandora, una vez abierto sale de sus páginas lo peor del ser humano, tanto por parte de los victimarios como de los que se supone que van a ayudar a las víctimas (entiéndase ONGs con sus intereses, su complejo y a veces doble juego). Pero, por suerte, también hace hincapié en claros actos de generosidad y heroísmo, de personajes quizás insignificantes al lado de la monstruosidad del horror, que sin embargo salvan a Arenzana, y a su lector, de perder la fe en la humanidad. Es decir, en esta caja de Pandora, también permanece la Esperanza.

Amazon. Ruanda. Cien días de fuego

Casa del Libro. Ruanda, cien días de fuego.




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