Acostumbrados a los imbéciles

Esto no va bien… Se está poniendo tan difícil ser de centro o de derechas como pillar mesa libre para tomar una cerveza en una terraza un sábado de puente. Más difícil que conseguir una cita en tu oficina bancaria para que te apunten los movimientos de la cartilla o una plaza en la Perseverance marciana.

Te puedes sentir tan de izquierdas, centrado o de derechas como quieras, pero si los de babor te catalogan de facha, los del neocentro, tan pastueños, estarán dispuestos a concederles de inmediato que si un progre te ha llamado facha, lo mejor es que te largues, no sea que les manches. O pretenden que les rebajen el calificativo y se lo sustituyan, no ya por el de conservadores, sino al menos por el de “gente de la caverna”. Con eso les vale y se conforman.

Le acaba de suceder a la escritora Lucía Etxebarría, que se ha tenido que bajar de las redes sociales tras el acoso recibido por discrepar de la visión unívoca y vertical del feminismo radical (¿acaso hay otro?) del que ella misma formaba parte.

Pero como señala el diputado de Vox Francisco José Contreras, esto va tan deprisa y de manera tan dislocada que no da tiempo de adaptarse y hasta las que hace 5 minutos eran luminarias del progresismo se quedan fuera por un matiz, una opinión o un comino. Y es que el progresismo, o sea, el comunismo, va tan rápido que algunas no consiguen mantener el ritmo.

El caso es que ahora Lucía Etxeberría, “exponente señera del feminismo más radical”, ya es facha; al igual que la sempiterna líder del Partido Feminista de España, Lidia Falcón, que la ha emprendido a demandas y denuncias de todos los colores contra el neofeminismo distópico y orwelliano de Irene Montero.

Lo mismo, o parecido, le ha sucedido a Miguel Bosé y a Victoria Abril. O le sucedió al fallecido Quique San Francisco y a tantos otros por diversos temas. A los dos primeros, la izquierda los tacha de “negacionistas” y “conspiranoicos”, cuando aquí los verdaderos negacionistas, como saben hasta las ratas, fueron los Marlaskas, los Lorenzos Milá, los presentadores de TV, así como el gobierno en pleno, que negó la gravedad del problema y quiso ocultar una tragedia detrás de una pancarta que sujetaban con guantes de látex de color lila y decían que era por una cuestión reivindicativa: “¡Besos no!”, les recordaban sus asesoras de 52.000 euros en la manifa de la peste.

El fenómeno es ciertamente contagioso y se expande vertiginosamente, no sólo entre las filas mojigatas y del extremo moralismo progre, sino que el centro, tan acomplejado y modosito, no para de entregar cabezas a ese Moloch salvaje que se devora a sí mismo, como hizo siempre, hasta depurar el tuétano de la que será la nueva casta dominante.

No entienden que el comunismo es una dinámica extrema de castas en la que sólo pueden sobrevivir los del Komintern y la élite del politburó. En el castrismo, por ejemplo, el ejercicio lleva ya más de sesenta años en activo y las familias originarias de aquel sacrificio sangriento han fundado casi dinastías dentro del aparato.

Pero ocurre igual, si no peor, como digo, en el otro lado. No otra cosa es lo de Cayetana Álvarez de Toledo y hasta la fundación de Vox, con Santiago Abascal a la cabeza, quienes entendieron en algún momento que si un proyecto de refundación del PP como el de Aznar no fue capaz, a raíz del rajoyismo de segunda hornada, ampliar su espacio a todas las corrientes, aquello significaría que el PP abandonaba el verdadero centro y empezaría a tener pulsiones excluyentes que le abrirían una llaga en el costado.

Hoy pisas un campo de minas si intentas exponer argumentos o expresar una opinión que no sea un alirón inconsecuente y vacío hacia la corriente dominante y es como si el PP hubiera fichado para vigilar su moral y su virtud centrista a un puñado de rijosos moralistas del progreso que cada vez se cortan menos en aplicar su medicina, de modo que, entre los unos y los otros, en comandita, aquí han convertido en fachas lo mismo a Fernando Savater que a J. Félix de Azúa o a Sánchez Dragó, por citar algunos nombres.

Jorge Semprún, nieto de Antonio Maura, miembro de la Résistance, capturado por la Gestapo, liberado del campo de concentración de Buchenwald por los chicos de Patton, atípico comunista (atípico por denunciar las atrocidades del stalinismo) y ministro con Felipe González, escribió en “Federico Sánchez se despide de ustedes”: “De todas formas, estoy acostumbrado a que toda clase de imbéciles me traten de hombre de derechas”… Pues eso.

He dicho.




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