Resulta ingenuo creer ingenuo a Vox. No es más que simplicidad la que demuestran quienes sonríen ante la propuesta de una moción de censura al Gobierno elevada en el Congreso por Santiago Abascal.
Vox hila fino, como tantas veces, esas veces que le van llevando hacia avances electorales que nadie -ni las encuestas más fiables y menos serviciales- fue capaz de sondear ni vaticinar; por no ser capaces, ni Vox mismo esperó tanto para la Junta de Andalucía, cuando se dio su primera aparición estelar, o ahora en la reciente convocatoria del País Vasco.
Atajando (que es un gerundio muy de agradecer cada vez más en una política de hartura y de aló presidente, con interminables homilías cubanas), atajando decimos: el recurso a la moción de censura no tiene por qué aspirar forzosamente a su finalidad más contundente, la de eliminar por mayoría al Gobierno; pretender someterlo al trance del examen parlamentario puede perseguir también, a sabiendas de que no se cuente con los apoyos necesarios que secunden y respalden la propuesta, el retrato de cada grupo para que a la opinión pública no le quede duda alguna de la definición política de sus rasgos.
Como Santiago Abascal es seguro que no planea ingenuidades, sino estrategias al estilo de Vox, un partido que parece de entrada lenta pero de largo recorrido, da la impresión de que la moción de censura se reserva como una maniobra bien tramada: buscar la oposición -ya declarada de antemano- del PP para dejarlo en evidencia ante millones de españoles contrariados con la indefinición (una vez más) de Casado, de sus decisiones a medias tintas, entre dos aguas, nadando y guardando la ropa. Vox ha trazado el camino perfecto para que el Partido Popular se haga el análisis, las pruebas públicas que le diagnostiquen su verdadero estado de salud. Para seguir con símiles clínicos, Vox quiere llevar al PP hasta el tubo cerrado de la resonancia magnética. Lo quiere cercar para que su electorado se le desmorone cuando contemple su indisimulable ubicación junto al Gobierno que ha llevado a España a su situación más grave -gravísima- en cuarenta años. Y demostrando que el PP estará a favor de Sánchez y sus secuaces, Vox busca dejar a Casado a la intemperie, sin protección alguna, identificado con comunistas, independentistas y filoetarras. Vox toma a la moción de censura como un acta larvada para delimitar al PP, una forma de declararle a la derecha “que conste”, que conste del Partido Popular su oculta afinidad con el Gobierno de los acuerdos en contra de España, de su unidad, e incluso en contra de la monarquía parlamentaria.
Cierto observador y comentarista político de largo alcance, está llegando a apuntar la posibilidad más que real de la jugada maestra: Vox no va a proponer a Santiago Abascal como presidente del Gobierno, sino a Pablo Casado. Y si esto va a ocurrir después de las vacaciones, no es porque el líder de Vox haya querido cogerlas, sino porque todo un Parlamento ha tenido la desvergüenza de irse a disfrutarlas mientras que disfrutar está ya prohibido para millones de españoles en paro y viviendo en situaciones angustiosas de pobreza y desesperanzas.