Hoy, 14 de Septiembre, se cumplen exactamente 6 meses de la entrada en vigor del primer estado de alarma de 15 días y del comienzo del confinamiento decretado por el Gobierno.
Contarle ahora a los españoles todo lo que vino desde entonces para empezar a vivir de una forma absolutamente nueva, resultaría inútil, porque está grabado y padecido de manera imborrable en la memoria colectiva. Además, para hacer historia hasta el día de hoy -el único posible mirando hacia atrás ignorando lo que venga por delante-, hay tantas perspectivas como situaciones. Sin embargo y en cualquier caso, sí habría que decir que los españoles nos vimos de pronto divididos en dos grandes grupos que pareciera haber separado el fino panel de plasma de la pantalla de cada televisor: unos, quienes quedamos en la zona afortunada donde tocó -y aún toca- seguir los acontecimientos como meros espectadores escapados de los contagios, y otros fueron aquellos que corrieron la mala suerte de convertirse en las noticias constantes de un espectáculo dantesco de ingresados y hasta de fallecidos en el frente de una guerra inesperada.
Mas de pronto, los españoles empezamos a percatarnos de que la pandemia que venía contra todos, asombrosamente jugaba a favor del Gobierno de coalición socialcomunista que siempre había llevado en sus tripas el anhelo del totalitarismo. Nos habían engañado. Nos habían arriesgado a habitar como si nada donde ya habitaba el peligro que conocían: COVID 19, que un miserable y criminal complot de silencio mantuvo irrevelable hasta que no se celebraran en toda España las manifestaciones feministas -y “odiadoras”- del 8 de marzo.
Al cabo de los 6 meses, no sólo un virus ha dejado la destrucción de vidas y la económica por todas partes, sino una gestión presuntamente criminal que ahora se debate en tribunales, auditorías y propuestas de investigaciones parlamentarias.
La falsa idea que interesa a los políticos es extender e inculcar la mentalidad general de que la lesión y avasallamiento de tantas cosas (vidas truncadas, ancianos abandonados y obligados a la censura de salvarse, muertos en soledad, ataúdes sin encontrar, cifras falsas de fallecimientos, sanitarios condenados a la heroicidad de las deficiencias, etc.), se debe exclusivamente a un virus. Pero a estas alturas, toda España sabe que un ambicioso enloquecido de poder y todos sus cómplices en el Gobierno, no merecen otra cosa que un horizonte penal que ojalá abarque las sentencias condenatorias para que cada uno -sin excepción de nadie- ingrese en prisión.
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