En el PP de Sevilla corren tiempos de tormenta y las tormentas requieren paraguas y cauces por donde desagüen las corrientes que desatan. Más aún si dichas corrientes aparecen de golpe y son inesperadas, porque ha sido anunciar el congreso provincial y de repente desatarse un torrencial desavisado, inédito durante cuatro años de mandato de la ejecutiva provincial de Virginia Pérez, por una candidatura improvisada, la de Juan Ávila, alcalde de Carmona, del que nadie conocía sus aspiraciones ni su interés por la cosa interna del partido.
Es su derecho, no obstante, presentarse como candidato a lo que quiera, ya sea a presidir una asociación de vecinos o el Club Gimnàstic Tarragona. Basta con cumplir los requisitos y ajustarse a las normas establecidas para cumplir con un proceso limpio y democrático.
El problema es que el candidato Ávila, del que nadie conocía su interés por la cosa interna del partido, apareció no sólo de repente sino con truenos y relámpagos de acusaciones gruesas e impropias hacia la organización en la que milita: acusó de fraude ab initio a todos los dirigentes de un proceso congresual que la dirección nacional entiende perfectamente ajustado a Derecho y remató la relampaguera acusando a la ejecutiva provincial de ser “cuatro golfos, cuatro sinvergüenzas” que sólo estaban ahí para hacer uso a su mejor conveniencia. Y encima lo proclama en un audio que distribuye entre la militancia, convirtiéndolo en un secreto a voces y en un desafuero con mucho aparato eléctrico
Resultaba hasta sangrante tanta poesía de trueno y tentetieso cuando se reclama unidad y concordia para conducir al PP provincial a sus mejores cotas y a la “pax romana”, pero parece que las brisas sutiles o los vientos de cambio no van con Juan Ávila, porque su candidatura va de nubarrones, de rayos y de truenos, de electrocuciones y desbordamientos tremendistas por los aguaceros.
Ahora pide disculpas, aunque mantiene su tono amenazante porque le pueden los aguaceros, pero al menos ha sido llamado al orden para que frene tanto chuzo de punta cayendo desde el cielo. Así sea.