Aunque todo acontecimiento histórico (y el de ayer lo fue en Madrid) nos sujete inicialmente a la espera de perspectiva para su juicio, no cabe duda de antemano que la victoria rotunda e inapelable de Isabel Díaz Ayuso, ha hecho cambiar, desde la capital del Reino, el rumbo de España. Como la propia presidenta proclamó ante miles de personas sin ladrillos, piedras ni balas, “ha ganado la libertad”. Y por mucho que el resultado de unas elecciones haya surgido de una sola comunidad (eso sí, Madrid cuantitativa y cualitativamente), desde el kilómetro cero que radica en la Puerta del Sol, la España verdaderamente democrática y sin camuflajes de dictadores celebra desde ayer una auténtica toma de Madrid que ha marcado el cortafuegos de la pavorosa extensión del socialcomunismo.
Arrinconados por sus mentiras venezolanas, el PSOE y Podemos han tenido que asumir en minutos una trayectoria temeraria de meses vividos en el miedo por los españoles de bien. Y precisamente la derrota de Podemos apea de la vida política a Pablo Iglesias, que en su comparecencia tuvo al menos un último momento de lucidez (nada común en él) reconociendo que hasta los suyos le rechazan. Por cierto, ¿dónde estaba entonces Echenique y su lengua envenenada de odio sin límites?
Ciudadanos ya no está en el mapa, ya no cuenta. Edmundo Bal salió muy emocionado y triste ante la alegría de millones de televidentes que lo esperaban en el lugar que la democracia reserva fatalmente a los indefinidos, a los incoherentes, a los del sol que más calienta, a quienes ahora te dicen que seguirán “trabajando”, mientras la oculta y más cierta lectura de sus intenciones es que quieren seguir cobrando y mamando de este diabólico recurso de incompetentes que es tantas veces la política. Por cierto, ¿dónde estaba Inés, Inés, Inesita Inés Arrimadas, la cómplice del socialcomunismo que traicionó a su electorado y a sus seguidores, que olvidó su matriz de derechas del PP? Se supone que después de su batacazo, también habrá decidido “seguir trabajando”.
Por último, y en esta primera lectura urgente de los hechos y a pie de recuento de votos, si a cada formación (entre ellas las de buena nota como Vox (decisivo para gobernar y legislar) y Más Madrid) le corresponde una profunda reflexión y análisis de sus resultados electorales, al Partido Popular le convendría no confundirse ni embriagarse con la victoria de Díaz Ayuso, legítimamente suya, la de una mujer que ya hace sombra -como Almeida- al mismísimo líder Pablo Casado. Con Ayuso ha quedado patente que no hay un solo Partido Popular homologable (atención, Juan Manuel Moreno en Andalucía). Queda probado que hay un PP de inercias sanchistas y otro, como el de Ayuso, modulado en la valentía, en el coraje más verdaderamente feminista y femenino, en la recuperación de las libertades y derechos fundamentales que empezaron a limitarse con un caso lamentable como el de Mariano Rajoy, el gran despilfarrador de un turno envidiable y afortunado con mayoría absoluta, que derivó por sus arrogancias y prepotencias en la que con acierto llama Aznar “la derecha troceada”. Ayuso, no se olvide, ha ganado con nombre propio. Por el bien de Madrid y presagiando el futuro bien de España.
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