La reciente designación de la ciudad de Sevilla como el destino turístico internacional más atractivo para visitar en 2018 por parte de Lonely Planet, el sello de referencia del sector a nivel mundial, pone de nuevo sobre la mesa el potencial de nuestra primera industria frente al resto de sectores productivos. A pesar de esta evidencia, pareciera como si nuestras autoridades e incluso los propios sevillanos no tengamos del todo asumido que es el turismo el que de verdad mantiene viva la ciudad en términos económicos y que los esfuerzos deben dirigirse en gran medida a potenciar el turismo y mejorar la oferta para captar el turismo que realmente interesa, que es el de calidad frente al turismo de chancla, pantalón pirata y despedidas de solteros.
El éxodo de empresas de Cataluña, más de 1.600 en las últimas dos semanas, pone también sobre la mesa el escaso atractivo de la ciudad para que industrias y empresas de todo tipo se asienten en nuestro territorio: ni una sola de ellas ha decidido venirse a Sevilla frente a otras capitales españolas, cuestión que debería tomarse también en consideración y analizar los motivos reales que explique porqué ninguna empresa catalana ha decidido instalarse entre nosotros.
Sevilla debe aprovechar el espaldarazo de Lonely Planet, pero para ello las autoridades municipales y de la administración autonómica deben ponerse a trabajar en serio con los representantes del sector para que la maquinaria funcione a la perfección y que los recursos que genere el turismo se quede en Sevilla. Es el momento de implantar la tasa turística, como tienen otras muchas capitales europeas, controlar las residencias turísticas, la ampliación de la oferta cultural, la mejora de los museos, la recuperación del río, la limpieza de la ciudad y, en definitiva, de todas aquellas medidas que permitan al sector funcionar a pleno rendimiento. En ello nos va el futuro.