Tras el concierto de José Manuel Soto en la Maestranza de Sevilla escribir de música sin pentagramas es complicado. Difícil explicar lo que el artista consiguió hacer sentir en los tendidos, tan difícil como contar una media verónica de Morante.
Media Sevilla ocupaba el coso taurino, la otra media ya no cabía. Estaban los de siempre y los de ahora, increíble la cantidad de jóvenes que no quisieron perderse al veterano de 61 años que conserva su voz en formol y que sigue ganando cuando lo escuchas en carne y hueso.
José Manuel, a partir de ahora Soto (como en las enciclopedias), no tuvo más remedio que cantar desde joven, igual que no tuvo más remedio que quererla ´al momento de haberla conocido´. Pero no solo cantó, nos trajo aquel Soto que cantaba por Sevilla, El Puerto y Jerez sin prisas, despacio, sin contratos de ansiedad. Aquel que jugaba con su juventud tal como él reconoce. Aquel chaval al que en casa llamaban “el suave” por desaparecer sigiloso a ver mundo.
Tras una canción, otra. Tras un aplauso, otro en pie del público. Había ganas de Soto y se saciaron los sentidos. Algo que el artista consigue hasta hacer pensar que te falta alguno más que cinco. Un Soto más puro si cabe.
La Orquesta Sinfónica de Málaga cruzó el río desde Sevilla hasta oírse en las calles de Triana acompañando la voz del cantante. Se rodeó de eso que llaman “elenco de artistas” como Bertín Osborne, Siempre Así, Manuel Lombo , Laura Gallego, sus hijos Marcos y Jaime (Mi hermano y yo) y José Luis Pérez Vela. Sin faltar el homenaje a los que no pudieron ya estar. La plaza entera también cruzó la bahía en recuerdo de Pascual González y corearon con “La mirada” al cielo el tema de Rafa Serna.
Imposible nombrar todas las personalidades que no quisieron quedarse en tan solo leer hoy una crónica y acudieron a los tendidos. Pero sí destacar la presencia del presidente Juanma Moreno y el alcalde Antonio Muñoz sobre el albero que Soto aprovechó para bromear y decirles “Llevarse bien”.
Un concierto solidario para dos grandes fundaciones, ANDEX y Alalá. Un concierto sinfónico que acabó a la vez que la Giralda se apagaba y Sevilla demostraba la importancia de cuidar a sus artistas.
Grande, Soto. Enhorabuena.
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