La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla ofreció su ya tradicional concierto navideño en el Teatro de la Maestranza. Aforo permisible al completo, un éxito de respuesta del público a la convocatoria. Cientos de personas son ya asiduas a cada presentación de la ROSS, convertida en toda una garantía de buen hacer musical que jamás decepciona. Su concertino y director Vladimir Dmitrienco se encargó de ir al frente de la travesía mágica de un trineo que cruzó Sevilla.
El conjunto del concierto se sostuvo magistralmente en el repertorio más clásico y esperado de ese rico patrimonio musical que constituyen las composiciones navideñas, dignas de un género relevante, un género mayor que posiblemente haya aportado a la historia general de la música parte de sus mejores joyas, como la universal “Noche de paz”.
Dmitrienco fue presentando una a una cada interpretación de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Es realmente difícil intervenir como introductor de cada obra sin causar el cansancio del público, que básicamente sólo espera seguir un programa sin que le sea interrumpido con explicaciones. Pero Vladimir Dmitrienco posee una natural habilidad para hacerse hasta desear entre una pieza y otra, amenizando el concierto con sus palabras amables y de un acento extranjero muy elegante. Digamos que instruyó al público y lo documentó sobre ciertas curiosidades acerca de las obras interpretadas. Hizo entender muy bien que un acto musical es un acto cultural. Reveló por ejemplo que “Jingle Bells”, considerada una emblemática composición navideña, fue originalmente la inspiración por una carrera de caballos, por eso su título al castellano equivale a “Cascabeles”. Y cuando Dmitrienco invitó al público a llevar a capela el compás de las palmas por sevillanas, le demostró sorpresivamente que era el mismo de “Rin rin”.
El concierto fue una auténtica delicia bajo el patrocinio de Onda Cero, con momentos emocionantísimos como cuando junto a la melodía de “Campana sobre campana”, el público se unió a seguirla coreando su famosa letra.
No faltaron “Ay del chiquirritín”, “Ande, ande, ande”, “Navidades blancas”, “Paseo en trineo”, y tampoco esa maravilla que es “El pequeño tamborilero” o “El niño del tambor”, compuesta en los años 40 del siglo pasado, y que en España personificó como nadie (ni siquiera Sinatra) el internacional Raphael.
Tanto adultos como muchos niños, también asistentes a un concierto eminentemente familiar, se resistían a asumir que había llegado el final. Fue entonces cuando fuera de programa la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla obsequió en la despedida “Los peces en el río”.
Fotografía de Beatriz Galiano
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