Existen los flechazos, el amor a primera vista. Uno mira la portada de un libro y piensa “sé que me va a gustar” en parte por el atractivo diseño de la cubierta, rosa como los elefantes que Gainsbourg (1928-1991) creía ver en sus sesiones etílicas.
Con un prólogo de J. Rebollo que es una delicia donde se desgrana a Gainsbourg casi a base de adjetivos, el libro narra una vida intensa sin adornos pero con la dosis de humor e ironía requerida para entender a una de las figuras más importantes de la cultura popular francesa de la 2ª mitad del s. XX. Es su primera biografía escrita en castellano, exquisitamente documentada, donde se refleja una compleja personalidad y un periplo lleno de vaivenes en la que Cabrerizo, además, relata en paralelo la evolución de la industria musical del s. XX en Europa desde la época de los cabarets hasta el consumo de masas.
Porque Gainsbourg era una persona y todo un personaje, un artista de culto tan adorado como denostado, un provocador que se halla constantemente en esa delgada línea entre lo ridículo y lo sublime pero que, en ningún caso, deja indiferente.
Si el autor sugiere leer a la vez que se escucha (la música), desde esta columna recomendamos dar un paso más y leer-escuchar viendo vídeos, programas, películas y entrevistas disponibles en la red. No tienen desperdicio, Gainsbourg es irresistible.
Una delicatessen. Más que recomendable, imprescindible.