El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. El Almirante Ulloa (I)
El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. El Almirante Ulloa (II)
El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. El Almirante Ulloa (III)
El Ayuntamiento de Sevilla y sus obras. El Almirante Ulloa (IV)
Esta semana finalizamos la semblanza de nuestro personaje, D. Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, tan prolífica como interesante.
En 1776 se le concedió a Ulloa el mando de la flota de Nueva España a petición propia, que fue la última flota de Indias al decretarse en 1778 el Libre Comercio con América, por el que Cádiz perdió el monopolio comercial que poseía hasta entonces. A pesar de la reticencia de algunos mandos de la Marina, la elección de Ulloa como comandante de dicha flota era debido a que se confiaba plenamente en sus dotes de mando para dirigir escuadras, en su experiencia, reputación, preparación y habilidad náuticas, en su capacidad de organización de flotas y en reconocimiento a sus servicios prestados y a sus aportaciones a la Real Armada; además Ulloa se sentía marino, sabía manejar y maniobrar buques, salvar navíos desarbolados y prácticamente hundidos, conocía bien las técnicas de navegación y la navegación de altura, así como el régimen de vientos y de corrientes, poseía buenos recursos ante las adversidades ( temporales, averías,… ) y había elaborado numerosas cartas de navegación. Por todo ello, era la persona indicada para ejercer un cargo de tanto honor y responsabilidad como el de dirigir 17 buques de diferente carga y velamen sin contratiempos. Zarpó de Cádiz el 8 de mayo de 1776 rumbo a Nueva España y la travesía Cádiz – Veracruz transcurrió sin problemas a pesar de fuertes temporales que hubo de soportar la flota; la estancia en México durante dos años permitió a Ulloa colaborar estrechamente con Bucarelli, virrey de Nueva España, sevillano como él, con quien mantuvo excelentes relaciones, alojándose incluso en el palacio virreinal. Allí levantó mapas y planos topográficos de la costa y del puerto de Veracruz, buscó un lugar adecuado para construir un astillero cerca del puerto, contribuyó a la organización de una flota para el virreinato, estudió el establecimiento de la Matrícula de Mar ( un sistema de reclutamiento de tripulaciones para la Armada, que ya existía en Cartagena de Indias y en La Habana , a base de indultos para desertores y de estímulos, para conseguir una marinería experimentada ), visitó las minas de la región para informarse sobre su funcionamiento y producción, como la de Guanajuato, una de las más importantes, vigiló el aprovisionamiento y la carga de los navíos de la flota – especialmente el oro y la plata- y también obtuvo, con paciencia y minuciosidad, una exhaustiva información sobre la geografía y la historia natural del virreinato de Nueva Granada de características similares a las del virreinato de Perú, que recogió en su obra “ Descripción geográfico-física de una parte de la Nueva España.” Dos años después, el 16 de enero de 1778, zarpó Ulloa de Veracruz rumbo a España con la satisfacción de haber cumplido la misión encomendada, llegando a Cádiz el 19 de julio de 1778. Durante el viaje de regreso, en el trayecto de Tenerife a Cádiz, observó a bordo del navío España, nave capitana o buque insignia de la flota, un eclipse total de sol que se produjo el 24 de junio de 1778 que estudió, publicando sus resultados en 1779 (“El eclipse de sol “ ), obra que tuvo amplia repercusión científica y con lo que Ulloa puso fin a su actividad en este campo. En vista del éxito obtenido al mando de la flota de Nueva España, fue ascendido a teniente general de la Real Armada, aunque la carrera militar de Antonio de Ulloa no fue tan brillante como su labor científica, ya que, debido a su casi nula experiencia en acciones bélicas, sus ascensos se debieron, más que a méritos de guerra, a su antigüedad y patriotismo.
En 1779 empezó una etapa muy pesarosa en la vida de Ulloa como consecuencia de la entrada de España en la guerra de Independencia de los futuros Estados Unidos de Norteamérica. España se unió a Francia, mediante el tercer Pacto de Familia ( alianza militar entre las dos potencias al reinar en ambas la misma dinastía, la Casa de Borbón ) en la lucha contra el enemigo común, Inglaterra ( ahora Reino Unido de la Gran Bretaña ), potencia que practicaba el contrabando en la América española, a la que declaró la guerra el 21 de junio de 1779 a fin de recuperar las posesiones perdidas en anteriores conflictos bélicos, apoyando la rebelión de las trece colonias inglesas de Norteamérica contra la metrópoli para conseguir la independencia. Por ello, se formó una gran flota integrada por cuatro flotillas, una de las cuales estaba a las órdenes de Ulloa, que salió de Cádiz el 21 de junio de 1779 en dirección al noroeste de Galicia para unirse a una flota francesa en un intento frustrado de dominar el Canal de la Mancha e invadir Inglaterra. Ulloa recibió la orden de dirigirse con su escuadra al archipiélago de las Azores en labores de patrulla para proteger a los barcos mercantes españoles que regresaban de América y atacar y batir a cuantos barcos ingleses encontrara y evitar que fueran a impedir la proyectada invasión de Gran Bretaña. Pero un conjunto de circunstancias adversas obligó a Ulloa a dejar sin cumplir totalmente la misión y regresar a Cádiz, adonde llegó el 1 de octubre de 1779. En primer lugar, la mayor parte de sus barcos quedaron dañados o desarbolados parcialmente por dos fortísimos temporales quedando fuera de combate, y además, gran parte de su tripulación había muerto o había enfermado de escorbuto (escaseando el agua potable y los víveres), por este motivo y aun no habiéndose avistado a la escuadra inglesa la escuadra de Ulloa se encontraba en inferioridad de condiciones. Por todo ello, la misión que se le encomendó fue un fracaso, una campaña desgraciada, con resultados negativos y prácticamente nulos. Al llegar a puerto informó de dichos percances y, de momento, su información pareció suficiente, por lo que se le ordenó reparar sus buques lo más rápidamente posible para acudir a Gibraltar y dirigir las operaciones de asedio naval de dicha plaza a fin de rendirla y apoderarse de ella por ser el general de mayor graduación. El 15 de octubre, se le asignó a Ulloa el mando de otra flotilla, pero le pareció insuficiente, ya que era previsible que los ingleses acudieran a Gibraltar con una fuerte escuadra para romper el bloqueo, y, por otra parte, tampoco vio posible mantenerse frente a Gibraltar, como se le había ordenado, pues el invierno se echaba encima y el estrecho era una zona muy castigada por los temporales, por lo que, visto lo arriesgado de la misión encomendada, puso su cargo a disposición del monarca si se encontraba otro general más capacitado para esa operación, por lo que fue relevado del mando por otro militar de inferior graduación y depuesto del cargo, sintiéndose Ulloa humillado. Quizás fue una temeridad mostrar esa actitud después de una campaña tan poco afortunada como fue la de las islas Azores .Para más inri, el Secretario de Marina no quedó convencido de sus explicaciones, que se desestimaron, ya que varios barcos mercantes españoles fueron apresados por los ingleses, y se abrió una investigación para esclarecer lo sucedido, siendo Ulloa juzgado con severidad, con numerosos cargos que se le imputaban, acusado de desobediencia por no haber protegido a los barcos españoles que regresaban de América y por no haber batido a la escuadra inglesa que se sabía que andaba por la zona, quedando desposeído del mando, separado del servicio y confinado en la Isla de León, y siendo sometido a tres consejos de guerra ( debido a la continua recomposición de los miembros del tribunal que lo juzgaba, ya que al ser los jueces militares, tenían que acudir al campo de batalla por la guerra contra Inglaterra, y cuando parecía que el consejo de guerra iba a terminar, se interrumpía y empezaba de nuevo); sin defensa, durante los cuales Ulloa se defendió con firmeza, contestando detalladamente, sin titubear y con largas explicaciones técnicas a todas las preguntas del tribunal militar, refutando todos los cargos que se le imputaban de forma exhaustiva y con documentos y escribiendo varias cartas al Secretario de Marina, justificando su actuación. Finalmente, tras sus declaraciones y debido a los informes de los subordinados de su escuadra, fue declarado inocente y absuelto por unanimidad por el tribunal en febrero de 1782, con la aprobación del rey Carlos III, tras un largo proceso judicial de más de dos años, al demostrarse que cumplió las órdenes recibidas y que el fracaso de su misión se debió a la fatalidad. Pero, a pesar de su absolución y de su rehabilitación, Ulloa no quedó satisfecho del todo, debido a que después de toda una vida consagrada a la patria su prestigio militar había quedado en entredicho y dañado, al igual que su honor y su orgullo, sintiéndose tratado injustamente y acosado y habiendo sufrido durante esos dos largos años. Ello le afectó anímicamente y le causó cierta pesadumbre y amargura, escribiendo en 1782 “Justa vindicación de mi honor “, obra en la que describió todo lo sucedido como pliego de descargo y para que en el futuro quedara constancia de su inocencia cedió dicha obra a la biblioteca del convento sevillano de San Acacio para su custodia y evitar que se perdiera u olvidara. Al parecer, Ulloa sospechaba que su proceso pudo deberse a una maniobra o complot de algún enemigo invisible llevado de la envidia para desprestigiarlo ante el rey o para convertirlo en cabeza de turco o en chivo expiatorio por el resultado desfavorable para España al comienzo de la guerra contra Inglaterra, ya que no se había podido invadir Gran Bretaña y la flota inglesa había logrado burlar el bloqueo naval de Gibraltar, pues se le minusvaloró como profesional del mar, y por la evolución del proceso ( el secretismo de las actuaciones y el rechazo desde Madrid de todos los informes favorables a Ulloa para su absolución, negándosele su presencia en los juicios, que sí autorizaban las Ordenanzas, la dilación del proceso judicial, etc. … ).
El último período de la vida de Antonio de Ulloa, de 1783 a 1795, año de su muerte, transcurrió en paz y sosiego en su retiro de la Isla de León (actual San Fernando), de modo casi ininterrumpido, refugiado en la vida familiar, pero sin abandonar su actividad, dedicándose a ordenar, componer, dar forma definitiva y difundir toda la documentación recopilada durante su etapa de actividad científica y naval, llegando a escribir varias obras.
Allí escribió sobre el platino, metal por el que siempre estuvo interesado, pero que debido a las circunstancias del momento tuvo que interrumpir su estudio sobre el mismo (no obstante, a fin de investigar un método para hacer dicho metal dúctil y maleable, logró Ulloa que se contratara a un científico irlandés, nacionalizado español, llamado Bowles, que trabajó en el Laboratorio Metalúrgico que había fundado en Madrid). En 1787, la Secretaría de Indias pidió a Ulloa que opinara sobre la situación de los yacimientos de Nueva Granada y el modo de explotar de forma rentable en ellos el platino. Al año siguiente, Ulloa cumplió el encargo y escribió “Juicio sobre el metal platino y el modo más económico de explotarlo, (1788) “un brillante informe dirigido al rey Carlos III en el que demostró un amplio y profundo conocimiento sobre todo lo concerniente a la minería del platino, en especial su naturaleza y propiedades. Estimulado sin duda por el interés despertado por dicho metal, Ulloa solicitó en 1787 al rey Carlos III, como merced, que las Leyes de Indias concedieran a todo aquel que descubriera nuevas minas de metales preciosos una renta fija juntamente con algún distintivo honorífico que perpetuara su memoria, respondiéndosele en 1789 de forma negativa reinando ya Carlos IV. Y en 1795, antes de morir, escribió “ Conversaciones de Ulloa con sus tres hijos en servicio de la Marina “( los tres que ingresaron simultáneamente en la Real Academia de Guardiamarinas, Antonio, Buenaventura y Francisco Javier ), que constituye prácticamente el legado de sus conocimientos marítimos, obra didáctica, interesante y amena con la que pretende instruir a sus hijos en los secretos de la navegación ( técnica del pilotaje y de la maniobra, la importancia de los vientos y de las corrientes, el significado del avistamiento de pájaros, peces y anfibios, la disposición de las velas y el modo de recogerlas, las medidas a adoptar ante las vías de agua, el fuego y los varamientos, la higiene y la alimentación a bordo para prevenir enfermedades con el empleo del limón en la dieta para dificultar la aparición del escorbuto, las precauciones a tomar en los mares fríos, etc… ), También colaboró directamente con la Armada, siendo nombrado capitán general del departamento de Cádiz y director general de la Real Armada Española ( asociado al mismo ), interinamente, cargos muy importantes que ocupó hasta su muerte, aunque su aportación en ambos casos no parece que fuera tan decisiva como en la anterior etapa, aunque, antes de morir, tuvo la satisfacción de conocer la botadura del “ Montañés “, navío de gran velocidad y maniobrabilidad, uno de los mejores de la época, con numerosa tripulación y bien dotado de potente artillería. El rey Carlos III, satisfecho de la fidelidad y de los méritos de Ulloa, quiso premiarlo con algunos nombramientos relevantes, tales como miembro de las Sociedades Económicas de Amigos del País de Sevilla y Vizcaya, de la Junta del Comercio y Moneda del Reino, (en ese cargo informó sobre la instalación de un telar con lanzadera volante en la Real Fábrica de Paños de Segovia), y de la Academia de Nobles Artes de Madrid. También fue comendador de Valdecarávanos de la orden de Calatrava. Nunca obtuvo un título nobiliario, y se sabe que era aficionado a la ebanistería, a la que se dedicaba en sus ratos de ocio.
Antonio de Ulloa escribió un considerable número de obras (cerca de 40) de diversa índole, algunas con Jorge Juan, pero la mayoría en solitario, de las cuales la mitad, aproximadamente, trataron sobre América hispana ( en ellas Ulloa escribió sobre temática muy variada, como fósiles, flora, fauna, minerales, rutas y caminos, climas, accidentes geográficos, vientos, corrientes, fenómenos atmosféricos, costumbres nativas y vida cotidiana, prácticas de gobierno, formas de trabajo, mejoras para el progreso económico, etc.,… ), consiguiendo una merecida fama. Sus obras fueron traducidas a varios idiomas (entre ellos, inglés, francés, portugués, alemán, italiano y neerlandés), y algunas quedaron sin imprimir, como manuscritos, debido al férreo control de la censura, y otras sufragó el propio Ulloa su publicación.
Antonio de Ulloa, a pesar de su fuerte carácter, mostró hacia su familia grandes muestras de cariño y, especialmente, una gran preocupación por su futuro, quizá por la avanzada edad en la que comenzó a ser padre. Por lo que se conoce a través de su testamento ( hecho en 1785, con sucesivas modificaciones posteriores ), estaba preocupado por la formación y el empleo de sus hijos varones, para los que recomienda los mejores colegios y las carreras de esplendor que les dieran ocasión de distinguirse, sobresalir y conservar el prestigio de sus antepasados, y les inculcó una recta conducta y servicio al Rey y a la patria; y para sus hijas, que cuidaran de casarse con buenos hombres, (que fueran sanos, sin vicios, sin extravagancias, comedidos en el genio y de edad proporcionada a la de ellas) y, en general, para varones y hembras que se mantuvieran unidos y en la mejor armonía posible. También, le preocupaba la subsistencia de todos sus hijos, tal vez, por su propia experiencia tras los problemas económicos padecidos por su padre ( al parecer, se arruinó ), por lo que buscó albaceas de su máxima confianza, a los que les encomendó velar por el mantenimiento familiar, con claras instrucciones respecto al reparto de sus bienes a las posibles variantes que pudieran surgir, etc…También atendió a su mujer, a la que pide que cuide de la crianza, buena educación y completa instrucción de todos sus hijos, que administre bien sus bienes, y que se traslade a Sevilla, donde piensa que estará mejor atendida.
También dispuso en su testamento, que su biblioteca (con numerosos libro de náutica, de historia natural y de matemáticas, entre otros temas) y su colección compuesta por instrumentos científicos, minerales de toda especie, piedras fósiles y antigüedades, se conservaran íntegramente, pero, pasado cierto tiempo, se incumplió su voluntad, disgregándose y dispersándose tal material (en el siglo XIX, gran parte de su biblioteca fue adquirida por la Universidad de Sevilla).
Ulloa fue un hombre con una concepción muy elevada del honor personal y familiar, tuvo nueve hijos, de los cuales solo 6 llegaron a edad adulta, y reunió un importante capital, un patrimonio compuesto por una hacienda en la localidad sevillana de Palomares del Río, ( que, tras adquirirla, amplió y mejoró su infraestructura y su abonado ), una salina en la Isla de León ( llamada de los Ángeles Custodios, que explotó y en la que aumentó la superficie útil de las aguas ), acciones que adquirió del Banco Nacional de San Carlos ( actual Banco de España ), parcelas y construcción de casas en la llamada Población de San Carlos ( futura sede de las dependencias y autoridades del departamento de Marina ), inversiones en el comercio marítimo ( operaciones de alto riesgo pero con elevados beneficios ) mediante giros por mar a las Indias españolas y orientales a través de Casas de Comercio, de Cádiz y de Marsella, y dinero en efectivo depositado a interés fijo y en pagarés.
Antonio de Ulloa falleció de muerte natural el 5 de julio de 1795 en la Isla de León, siendo su cuerpo revestido con el hábito de caballero de la Orden militar de Santiago y con las ropas e insignias militares y fue enterrado en la iglesia parroquial castrense de San Francisco de Asís el día 6 de julio (el templo más próximo a su domicilio), tal como dispuso en su testamento. Al parecer, Ulloa también dispuso que sus restos mortales fueran trasladados al Panteón de Marinos Ilustres, situado también en la Isla de León, (que entonces estaba en construcción). Con motivo del bicentenario de su muerte, la Armada quiso perpetuar la memoria del teniente general Antonio de Ulloa con una lápida de mármol erigida, en recuerdo suyo, en el Panteón de Marinos Ilustres, que se inauguró el 19 de abril de 1995.
De igual modo, por el mismo motivo, el Ayuntamiento de Sevilla colocó en la fachada de su casa natal una placa conmemorativa de mármol blanco, también en recuerdo suyo, el 23 de octubre de 1995.
Además, en honor a su memoria, una calle de la ciudad de San Fernando está rotulada con su nombre, y, de igual modo, la Armada hizo lo mismo con varios barcos de guerra.
Antonio de Ulloa tenía baja estatura pero gran altura intelectual, poseía un innato sentido de la curiosidad, era un erudito con un gran ingenio, e incluso se le ha llegado a comparar con Arquímedes o Leonardo da Vinci.
Como ya se comentó al principio de este largo artículo, Antonio de Ulloa está retratado en un cuadro propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, pintado en 1856 por Andrés Cortés y Aguilar.
Además, está retratado en otros dos cuadros, ubicados en el Archivo de Indias y en el Museo Naval de la Torre del Oro, también en la misma capital.
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