El letrado Sánchez del Aguila y el arquitecto Pérez Escolano ofrecieron una disertación de altura.
En la sede del Colegio Notarial de Andalucía Francisco Aranguren, Tesorero del Colegio, presentaba al letrado sevillano José Manuel Sánchez del Águila y al arquitecto Víctor Pérez Escolano para abordar uno de los fenómenos constructivos más interesantes del siglo XX: los poblados de colonización del franquismo.
Tras una breve intervención de Aranguren, que encuadraba la jornada en el programa cultural del Colegio, tomó la palabra Manuel Sánchez del Aguila, experto en derecho agrario y profundo conocedor del tema, que hizo una magnífica intervención repasando a fondo los antecedentes del fenómeno y sintetizando la información crucial y sus características principales.
Manuel Sánchez del Aguila se remontó a los lejanos asentamientos de colonos en Sierra Morena propiciados por Carlos III , la ley de parcelaciones de 1927, y la Ley de Bases de Reforma Agraria de 1932 malograda por la división entre republicanos y socialistas y por el acceso de las derechas al poder.
Tras la Guerra Civil, el franquismo retoma este proceso de colonización, fundamentalmente en las cuencas de los grandes ríos, que contempla eliminación de masas arbóreas, sustituidas por cultivos intensivos de carácter rotatorio y nivelaciones de terrenos para las tareas de regadíos. Y además, como aspecto más novedoso, asigna viviendas dignas a decenas de miles de labradores para cultivar las nuevas tierras. La atención del nuevo régimen al mundo rural fue innegable. Ejemplo de ello es la creación en toda España de los Patronatos provinciales de mejora de la vivienda rural , frente a como recordó el letrado sevillano, la dura realidad paralela del éxodo del campo a la ciudad denunciado en la magistral película “Surcos” del director falangista gallego Nieves Conde con guión de Torrente Ballester.
El primer organismo que coordinó este proyecto de colonización toma nombre del lema joseantoniano “Reforma Económica y Social de las tierras” . según Sánchez del Aguila, hay autores que mantienen que con este guiño se pretende dotar de un mínimo contenido práctico a esta aspiración revolucionaria del sector azul del régimen – al que debió las principales portaciones en materia social- . A este Servicio Nacional lo sustituye, en octubre de 1939, el Instituto Nacional de Colonización y ya con él se ultima el proyecto con la construcción de 300 nuevos pueblos y el asentamiento de 60.000 familias en las nuevas tierras.
Fue llamativa la afluencia de población valenciana al Bajo Guadalquivir, para que el cultivo de arroz en las marismas y crear el mayor arrozal de España, de 38.000 hectáreas; Tras él, Badajoz, con 25.000 hectáreas.
El Instituto Nacional de Colonización pasó a ser dirigido y administrado por ingenieros agrónomos y peritos agrícolas que establecían los cultivos que se iban a desarrollar. En cuanto a la construcción de los poblados, fue encomendada a un plantel de arquitectos noveles que seguían directrices del Instituto, pero a los que se le dio plena libertad de acción y desarrollaron las corrientes más vanguardistas del momento.
Entre éstos destaco al pontevedrés De la Sota y José Luis Fernández del Amo, quien por la construcción de Vegaviana, al norte de Cáceres, en 1958 recibió una mención de honor en Moscú, a pesar de no poder participar oficialmente al no reconocer España a la URSS. Y otras distinciones como la de la BIENAL de SAO PAULO.
La fórmula jurídica que se adoptó fue la del arriendo con opción de compra final. Las casas se podían adquirir mediante plazos hasta los 40 años y las tierras en plazos de 15 o 25 años. Asimismo el Instituto facilitaba a los nuevos colonos aperos de labranza y animales para ayuda en las faenas agrícolas. Los cultivos más frecuentes eran el maíz, alfalfa, trigo, remolacha, tabaco y arroz. En general, el tipo de cultivo estaba condicionado por los cultivos que ya conocían los colonos por su zona de procedencia -tal el caso del arroz en el Bajo Guadalquivir por los valencianos, por la riqueza edafológica o de los suelos y por las propias directrices del INC.
Los técnicos españoles de la colonización agraria, ingenieros agrónomos y arquitectos se interesaron ya antes de la guerra civil por un proyecto del fascismo italiano en el “ventennio” (periodo comprendido entre 1923 y 1943) llamado la “bonifica”, esto es, la recuperación del territorio palúdico de los Agro Pontino y Romano. Ambas colonizaciones agrarias se basaron en una profunda reordenación del territorio no explotado o escasamente explotado, con cambios radicales en el territorio, paisaje y población.
Pérez Escolano. “El éxito se debió a la larga duración del régimen”
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